Rosa Belmonte
El otro «debate»: los moderadores también compitieron
Comenzó Ana Blanco a hablar (las mujeres primero) y parecía que empezaba el Telediario. El Deb4te también era Deb3te. Menuda melonada la del 4, la cara de tu retrato. La Academia de la Televisión haciéndose la guay. Cuatro candidatos y tres moderadores. Cada uno dueño de la república independiente de su segmento. Economía y Empleo para Blanco; Política Social para Vicente Vallés y Reformas Institucionales y Regeneración Democrática para Pedro Piqueras. Para empezar habló la terna completa. Y para continuar. Era como en Eurovisión pero con tres en lugar de dos. ¿Cómo vamos a tener un presidente del Gobierno si no somos capaces de tener un moderador? Si hay que contentar a todo el mundo. Un sistema absurdo. Por no hablar de que la diferencia de altura, sobre todo de Vallés, habría requerido que estuvieran sentados como se hace en EE.UU. (aunque los candidatos estén de pie).
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Parecían los debates de Nixon y Kennedy en 1960, con varios periodistas preguntando. En el caso de ese debate original (también pecado original) había un moderador y cuatro periodistas de distintas televisiones que cambiaban cada una de las cuatro citas. Aquí hay un solo debate y tres moderadores porque hay que meter a todas las televisiones que retransmiten. Dijo Ana Blanco antes que iban a hacer todo lo posible para que debatieran entre ellos y conociéramos las propuestas contrastadas de los candidatos. Pero allí había preguntas todo el rato. Tanta preguntadera de varios resultaba contraproducente. Y sólo Vicente Vallés ponía nervio a la hora de interrogar. Los otros ponían orden. Si los candidatos estaban compitiendo, los moderadores, también. Ganó Vicente Vallés.
El atril vacío
Un moderador de debate televisivo puede hundir a un candidato con una frase sin malicia aparente. Ana Blanco dijo anoche a Pedro Sánchez: "Le toca hablar porque es el que menos ha hablado". Pero lo dijo como Judy Holliday en "Nacida ayer", con ingenuidad de rubia. También había dicho que el plató era austero. Lo era si lo comparamos con los palacios de Sadam Hussein. Algún meme gracioso de Twitter ya enseñaba pronto los cuatro atriles con el del socialista Pedro Sánchez vacío. Con el vestido que se había puesto su mujer para la velada. No necesitaba a Ana Blanco para parecer un fantasma.