LOS PERFILADORES DEL CRIMEN
«La mayoría de triunfadores tienen rasgos psicopáticos»
Llevan tatuado el uniforme verde y son expertos en el mal. Los «mindhunters» de la Guardia Civil cumplen 25 años
La niña les contó que su padre le había clavado un peine en el cuello a su madre. Les detalló el color y cómo lo había hecho. El peine era en realidad un cuchillo que convirtió a la testigo en huérfana. El capitán Andrés Sotoca reconoce que las entrevistas a niños víctimas de la violencia de género son «muy duras» . Son los testigos del horror que hablan en caliente, en schock cuando aún no son conscientes de que no verán más a su madre. «Está malita en el hospital, nos suelen decir».
Sotoca, como sus compañeros, ha tenido que acostumbrarse a tratar con el mal a diario y que no les afecte. «En ese momento, la víctima es una herramienta de trabajo para saber qué ha pasado, aunque suene duro es así. Y nosotros actuamos como facilitadores ». Dice que quien se lleva la peor parte es el investigador, el que está ahí desde el principio hasta el final del caso con su desgaste emocional a la espalda. «Nuestra intervención es puntual». El capitán Sotoca, doctor en Psicología, es uno de los cinco miembros de la Sección de Análisis del Comportamiento Delictivo (SACD) de la Guardia Civil, los «mindhunters» de verde. Acaban de cumplir 25 años, casi siempre entre bambalinas, aunque cada vez menos. Han participado en la resolución de crímenes sonados como el de Ana Julia o el Chicle , prestando sus conocimientos en la conducta humana a sus compañeros de la UCO, y en otro sinfín que guardan en sus informes: casi mil actuaciones.
Son especialistas en explorar a víctimas sensibles, sobre todo de delitos sexuales, niños menores de ocho años y personas con discapacidad intelectual. Cada semana tienen un caso; unos setenta al año. Como el de una niña de tres años a la que su primo de 14 regalaba gominolas a cambio de que le hiciera felaciones. El capitán José Manuel Quintana Touza, también doctor en Psicología, fue el encargado de determinar que la pequeña decía la verdad después de que la madre encontrara las chucherías que estaban prohibidas en la casa. Cuando reciben una de estas peticiones se trasladan al colegio o a la vivienda de la víctima, se ganan su confianza y logran que no fabulen, que cuenten la verdad, para trasladar los hechos a un juez. «A esas edades no tienen concepto sexual, salvo que haya violencia , pero pueden mentir para agradar al adulto», explica Touza. «Los informes es lo que más tiempo nos ocupa. Un perfil criminológico como mínimo es un mes de trabajo», apunta Sotoca.
El equipo lo integra otro capitán, tambien psicólogo, un sargento criminólogo y una criminóloga que es guardia. Entrevistas policiales, exploración de víctimas, perfiles criminólogicos, autopsias psicológicas (en desapariciones de alto riesgo o cuando la causa de la muerte no está clara) y valoración de grados de dependencia en adeptos a sectas son algunas de sus actuaciones, cuando se lo reclama un grupo investigador de la Guardia Civil o un juez.
Touza, por ejemplo, se convirtió en «amigo» de Ana Julia desde el momento en que la UCO la tuvo en su radar. Él y Sotoca viajaron a Galicia la Navidad de 2017 para preparar con sus compañeros el interrogatorio del Chicle . El objetivo era que contara dónde estaba el cuerpo de Diana Quer. Su perfil, indirecto en este caso, ya lo tenían, elaborado con los datos que habían recabado los investigadores del sospechoso. Ninguno de estos dos asesinos les sorprendieron. Los definen como «instrumentales, teatrales», cada uno abanderando su teoría exculpatoria.
«Ni cometen errores ni disfrutan»
Sotoca asegura que «la mayoría de triunfadores, de gente que llega alto tiene rasgos psicopáticos; han tenido que dejar cadáveres en el camino y que no les afecte» . «Están integrados», añade Touza, «no se van al comportamiento antisocial porque no lo necesitan». Dicen que se han encontrado pocos psicópatas puros. Sotoca no olvida a uno sospechoso de matar a sus padres y al que se atribuyen otros delitos previos. «Ni cometen errores ni disfrutan con el delito. Su cerebro no responde al miedo».
Para los dos, que llevan más de una década trabajando cara a cara con el mal en la Sección, los peores casos fueron los primeros. Touza no olvida a la niña de Torrelaguna que fue arrojada a un pozo junto a su hermano por un agresor sexual reincidente. Dos horas después de que los rescataran tuvieron que hablar con ella. Les describió el tatuaje del delincuente y les señaló el pañuelo con su ADN que había arrojado en una zona repleta de restos biológicos. Sotoca tiene grabado al niño cuyo padre se ahorcó en la casa, loco de arrepentimiento porque acababa de matar a su vecino. «En unas horas se truncó su vida por una tontería».
Actores secundarios
Repiten una y otra vez que ellos son los «actores secundarios», la muleta en la que se apoyan los investigadores, pero a veces son el último recurso: cuando se han cerrado todas las puertas y se necesita otro enfoque, una aportación diferente. Lo más difícil es reconstruir conductas. Si no hay indicios criminalísticos, perjudica a los investigadores y a ellos, pero pueden aportar un plus.
Son una isla dentro de la Guardia Civil y han cumplido 25 años. El artífice fue el agente José Luis González que entonces se dedicaba a elaborar retratos robot con víctimas y testigos en Criminalística. Se dio cuenta de que se necesitaban entrevistas más extensas y fiables. Fue el origen. Los delitos sexuales y la violencia de género (sin etiqueta entonces) fueron los primeros territorios criminales que ocuparon. Hasta hoy. Ya se han acostumbrado a lo de «mindhunters», pero ante todo, dicen, son guardias civiles.
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