Marlaska destituyó a su «número 2» tras condenarla durante meses al ostracismo

Se rodea de una «guardia de corps» tras 19 meses de trabajo con un equipo impuesto

Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior EP

Pablo Muñoz

Al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska , no le gusta que le lleven la contraria, mucho menos si quien lo hace no es de su estricta confianza, sino que le ha sido impuesto por terceros. Esta sería, a grandes rasgos, la situación que ha desembocado en la fulminante destitución, el martes por la tarde, de la secretaria de estado de Seguridad, Ana Botella .

Cuando Marlaska fue nombrado admitió que, dada su condición de independiente, el PSOE podía elegir a su «número dos». Se buscaba un perfil de mujer, y fue el propio Alfredo Pérez Rubalcaba , entre otros, quien sugirió un par de nombres , uno de ellos el de Ana Botella. Los comienzos fueron buenos, pero meses después surgieron discrepancias en un par de asuntos. El ministro tomó buena nota y poco a poco fue condenándola al ostracismo de cara a la opinión pública.

Ana Botella asumió la situación sin provocar tensiones añadidas, aunque sin hacer dejación de una sola de sus funciones. De hecho, a lo largo de todo este tiempo ha mantenido una magnífica relación con la cúpula de la Policía y la Guardia Civil, desde donde se alaba su capacidad de trabajo y forma de ejercer el mando.

Figura emergente

A medida que ella perdía protagonismo, Rafael Pérez , cordobés de 38 años, jefe de gabinete y magistrado vocal del CGPJ, asumía un papel cada vez más relevante. Él sí había sido elegido por el ministro y es una persona de su absoluta confianza, hasta el punto de convertirse en su colaborador más cercano. Para un observador exterior, parecía como si fuera éste el secretario de Estado, y no Ana Botella. Por eso, que sea el elegido para sustituirle no ha extrañado a nadie. En el fondo es reconocer de forma oficial lo que ya era un hecho: su condición de auténtico «número dos» del Ministerio.

Botella, según distintas fuentes consultadas por ABC, ha tenido un segundo hándicap a la hora de ejercer su trabajo: la falta de un equipo cohesionado. En realidad, todo el peso lo ha llevado el comisario principal José Antonio Rodríguez , cuyo nombramiento como jefe del gabinete de Coordinación y Estudios provocó un gran rechazo en la Guardia Civil. En realidad, en el Instituto Armado no solo se cuestionó el hecho de que fuera miembro de la Policía, lo que se interpretaba como una pérdida de peso en el Ministerio pues se trata del puesto clave en la Secretaría de Estado de Seguridad, sino el propio perfil profesional del comisario , de una ideología nítidamente de izquierdas. De hecho, siempre se alude a su apodo, Lenin, para nombrarlo. Se trata de una persona, además, que no destaca por su don para las relaciones públicas.

En el Ministerio, sin embargo, está muy bien considerado, y como ejemplo basta señalar que ha sido uno de los asistentes a las reuniones con los responsables de Interior de la Generalitat y los Mossos d’Esquadra para coordinar la respuesta a sucesos como los desatados en octubre tras conocerse la sentencia del procès.

En cualquier caso, su continuidad en el cargo era anoche una incógnita y tampoco sería extraño que sea relevado del puesto, eso sí para darle otro con suficientes alicientes para él, como puede ser la agregaduría de Interior de una embajada en un país relevante. Algunos rumores le situaban en la de China, sin duda de una importancia enorme para España.

Una vez situado Rafael Pérez en la Secretaría de Estado de Seguridad queda por conocer el nombre de su relevo en la Jefatura del Gabinete del ministro. Con ese nombramiento, y el del nuevo director de Comunicación del Ministerio -un cargo clave, hasta ahora ocupado por una profesional de trayectoria impecable como es Mar Hedo- Marlaska podrá cerrar el núcleo principal de su «guardia de corps»; su equipo de máxima confianza.

Sobre Rafael Pérez, quienes le conocen aseguran que «tiene la cabeza muy bien amueblada, es muy solvente, está preparado y tiene capacidad más que de sobra para ejercer un cargo tan complicado como el de secretario de Estado de Seguridad». Y además tiene a favor que es un hombre del ministro: «Cuando en este Ministerio hay disonancias entre el jefe y su número dos, las cosas no funcionan», recuerda a ABC un veterano de esa Casa. «Es un desastre», añade.

Previsible

Pero el ministro, en la ronda de conversaciones con los altos cargos de la tarde del martes, tenía previsto otra destitución importante: la de Félix Azón, director general de la Guardia Civil. En su caso, era más previsible: no ha ejercido el liderazgo del Cuerpo -Marlaska le reprocha que hayan ocurrido episodios como el de la operación de los CDR, o que no frenase la polémica por la cesión de la competencia del Tráfico a Navarra-, y mantenía unas deficientes relaciones con las asociaciones del Instituto Armado. Tampoco era de su confianza.

«Que nombren a quien sea, pero que tenga ideas claras y sea de confianza de Marlaska», piden en la Guardia Civil, que se enfrenta a un reto descomunal: el diseño del despliegue del Cuerpo, teniendo en cuenta el número de guardias con el que se cuenta. «Y por supuesto hay que recuperar el peso en Interior, donde a día de hoy manda la Policía», añaden. Todo eso, además, se produce cuando la cúpula del Instituto Armado , con el DAO (director adjunto operativo) Laurentino Ceña a la cabeza, está muy próxima a la jubilación. La de Ceña es en marzo. Como es natural, eso obligará a hacer nombramientos clave.

En las quinielas se habla de una mujer, magistrado por más señas, que algunos aseguran haber visto hace poco en Interior. Ya se verá.

Al frente de la Policía continúa Francisco Pardo -no se descarta que haya también cambios relevan- tes en la cúpula de este Cuerpo-, y en Instituciones Penitenciarias Ángel Luis Ortiz.

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