Entrevista
«La justicia en los procesos de transición también tiene un "lado oscuro": la venganza»
Omar G. Encarnación, profesor de Ciencia Política del Bard College de Nueva York, defiende en páginas de ABC la Transición española como un modelo de éxito basado «en la negociación y no en la violencia».
A pesar de que sostiene que desde el punto de vista de la justicia el proceso de transición que se hizo en España fue "el correcto", considera que se podría «haber hecho mucho más por las víctimas de la dictadura, y mucho más temprano».
¿Cuánto hay de rigor jurídico y cuánto de interés político en la investigación judicial abierta en Argentina al exministro Rodolfo Martín Villa , y por extensión a la Transición española ? En ámbitos políticos, según el partido al que se escuche. En el ámbito académico, más de lo segundo que de lo primero. El profesor Omar G. Encarnación es un experto en «justicia transicional», una especialidad que estudia las distintas fórmulas aplicadas históricamente en los procesos políticos de transición a la democracia. Es más, ha publicado «Democracia sin justicia en España: La política del olvido» , una obra en la que analiza a fondo el caso español. En esta entrevista con ABC afirma que, en lo relativo a la Justicia, ese modelo se inspiró en la Europa de posguerra y advierte: «La justicia transicional también tiene un "lado oscuro", como la venganza».
Para comenzar situando al lector: en pocas palabras, y desde una perspectiva histórica y comparada, ¿cuál es su valoración del proceso de Transición en España?
Yo comparto la opinión de el politólogo español Juan Linz (que fue profesor mío en la Universidad de Yale), que se refería a la Transición española como «la experiencia paradigmática del estudio de la transición a la democracia, algo similar a la experiencia de la República Weimar de Alemania respecto a la quiebra de las democracias». España fue un modelo nuevo y muy creativo de hacer democracia, basado en el compromiso y la negociación y no en la violencia o en la destrucción total del régimen político previo. El éxito de la Transición en España se refleja en la estabilidad del régimen democrático actual, en el número de países que copiaron al modelo español, y en la valoración académica que tiene el modelo.
Usted sostiene lo siguiente: «No enfrentarse al pasado durante la transición a la democracia no condena a ninguna nación a obtener como resultado una democracia imperfecta o frágil». ¿Por qué?
Porque las decisiones sobre el pasado no están escritas en piedra, siempre se pueden ajustar y reconsiderar a base de información nueva o una mejora en la condición política del país.
«La izquierda no tiene tantas diferencias económicas con la derecha, así que tiene que buscar maneras de distinguirse»
¿Infringió España en 1977 los criterios internacionales sobre el modo en que las naciones deben hacer frente a su pasado?
Esa es la apariencia, pero la realidad histórica es muy distinta. Sí existía la experiencia alemana impuesta por los juicios de Nuremberg, que sentenció con la pena de muerte a los arquitectos del régimen nazi. Pero este modelo no se hizo obligatorio o universal debido a la llegada de la Guerra Fría. Por eso, la misma Alemania pasó por un periodo de olvido durante los años 50, lo mismo que Francia e Italia. Hasta cierto punto, este es el modelo del olvido que se implementa en la España de los 70. Los criterios internacionales de la «justicia transicional» no llegan hasta los años 80 y 90 con el juicio del régimen militar en Argentina y la comisión de la verdad y la reconciliación de Sudáfrica.
«La “Justicia transicional” no llegó hasta los 80 y los 90, con Argentina y Sudáfrica»
Una de las claves del éxito de la Transición fue la convicción social, canalizada por la clase política de izquierda y derecha, a repetir los errores del pasado. Dicho de otro modo, más crudo: el miedo a un nuevo enfrentamiento civil. ¿Es esto excepcional en otros procesos similares en otros países?
Este proceso se llama «political learning» o «aprendizaje político». Es muy típico en países donde hay una historia de trauma de democracia abortada, como en España, Chile y Uruguay.
¿Es nuestra Historia «conflictiva» la que nos impulsó a ese «abrazo»?
Sin duda. En mi libro «Democracia sin Justicia» escribo sobre el trauma político y social que se vivió en España durante la Transición y muchos años después. Yo comparo a España con un paciente que sufre de «post-traumatic stress disorder», o PTSD. El tratamiento de esta condición usualmente requiere, eventualmente, la represión de la memoria.
Usted ha escrito sobre el «olvido activo»…
Sí, es una expresión de Nietzsche. Se refiere a un estado de estar consciente de que el pasado representa un cierto peligro y que es mejor olvidarlo selectivamente o echarlo por un lado.
En España, la Ley de amnistía de 1977 fue un reclamo de la izquierda al que la derecha se sumó. Sin embargo, hoy es en la izquierda donde hallamos el rechazo a aquella ley. ¿A qué atribuye este cambio de criterio?
El cambio refleja, primero, la llegada de generaciones nuevas dentro de la izquierda debido al paso del tiempo y a la entrada de nuevos líderes con prioridades diferentes, y también con una experiencia política distinta. También, la izquierda de hoy esta más atenta a asuntos de derechos humanos, identidad de género y el multiculturalismo. Esto viene porque ya la izquierda no tiene tantas diferencias económicas con la derecha. Así que tiene que buscar manera de distinguirse.
«La amnistía en España se hace ya bajo la democracia, así que tiene más legitimidad que las amnistías que se hicieron en Chile y otros países sudamericanos»
Los movimientos nacionales e internacionales que critican la Transición española y su amnistía lo hacen con la bandera de los Derechos Humanos, a los que es difícil oponerse.
No hay duda de que la Transición política en España fue muy limitada respecto a la justicia; tal vez más limitada de lo que fue necesario. Por otro lado, hay que recordar el contexto histórico de la Transición política: el poder político que hereda la derecha debido al hecho de que el régimen dictatorial no se derrumba; la situación de crisis económica creada por la crisis energética de principios de los 70, y la violencia en el País Vasco. Con respecto a la amnistía, es importante recordar que tiene raíces en el movimiento de los derechos humanos. También hay que recordar que la amnistía en España se hace ya bajo la democracia, así que tiene más legitimidad que las amnistías que se hicieron en Chile y otros países sudamericanos.
En lo relativo a la justicia transicional, ¿el modelo español es único?
El modelo es único si se aplican las pautas de justicia transicional de manera retroactiva. En realidad, el caso de España tiene más en común con los modelos del olvido de la Europa de la postguerra -Alemania, Francia e Italia-. Por otro lado, es importante tener en cuenta que la justicia transicional no siempre trae los resultados positivos que se prometen. También tiene «un lado oscuro», como la venganza.
En el conflicto entre el olvido y los derechos humanos, ¿es posible el término medio en un proceso de democratización pleno? ¿Hay algún caso?
Esto lo trato en la conclusión del libro. Lo que digo es que cada país tiene que establecer su punto medio y lo que puede tolerar desde el punto de confrontar u olvidar su historia. No creo que haya modelos universales de cómo se tiene que lidiar con el pasado.
En 1977, ¿era compatible la democratización y la justicia?
Personalmente, yo lo veo muy difícil. El tipo de transición que se hizo en España, que yo creo que fue el correcto, excluye la justicia. La prioridad era llegar a un acuerdo político entre la izquierda y la derecha sobre las reglas del nuevo régimen democrático. Repasar cuestiones del pasado hubiera hecho este acuerdo casi imposible. Por lo menos el modelo de justicia que sostiene el movimiento de justicia transicional, especialmente juicios y castigo (lo que se llama en inglés «retribution»). Por otro lado, creo que se pudo haber hecho mucho más en España por las víctimas de la dictadura y mucho más temprano. También se pudo haber hecho más para corregir los mitos de la guerra civil que se propagaron durante el franquismo. Esto son los aspectos «no legales» de la justicia transicional.
«España fue un ejemplo de cómo construir la democracia de manera pacífica y basada en el consenso»
¿Qué le parece la Ley de Memoria Histórica aprobada en España en 2007?
Me parece que fue una ley muy necesaria, pero también limitada. No veo por qué no se pudo pagar por las exhumaciones. También creo que se pudo haber hecho una declaración mas fuerte contra la dictadura, incluyendo la reforma del Valle de los Caídos. Por otro lado, hay que reconocer la fuerte oposición que tuvo la ley. Si recuerdo bien, ningún representante del PP la apoyo.
«España fue un modelo nuevo y muy creativo de crear democracia, basado en el compromiso y la negociación y no en la violencia o en la destrucción total del régimen político previo»
Desde la autoridad del académico, ¿qué mensaje enviaría usted a quienes hoy en España buscan abrir un debate en torno a la Transición y la Ley de Amnistía?
Creo que se tiene que apreciar la importancia de lo que se hizo en España; y el ejemplo que se dio al mundo exterior de cómo se puede construir la democracia de manera pacífica y basada en el consenso. Algo que casi nadie recuerda en España es la mala reputación que tenían los españoles por todo el mundo durante los años de la Transición. Aquí en los EEUU, la imagen de los españoles era que eran violentos, anarquistas, salvajes, temperamentales, etc. Por eso casi todas las predicciones políticas para el país después de Franco eran negativas. El modelo de la Transición cambia mucho estas impresiones negativas del pueblo español.
Por último, ¿qué opinión le merece lo que en España llamamos la Justicia universal, la posibilidad de que un juez investigue hechos ocurridos en otros países?
Es un concepto muy importante y controvertido en la política de derechos humanos. No hay duda de que conlleva una violación de la soberanía nacional. Por otro lado, el concepto reconoce que los derechos humanos son universales y que todos los países están implicados en ver que se apliquen con rigor por todo el mundo. Como sabrás, el concepto se popularizó en España con el caso de Pinochet, así que los españoles no se pueden quejar mucho de esto.
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