Juicio Nóos

Son Rossinyol vuelve a ser un polígono tranquilo

Unas pocas horas después del inicio del Caso Nóos, apenas quedan ya huellas del gran despliegue mediático vivido en este espacio situado en las afueras de Palma

JOSEP MARIA AGUILÓ

En el día después del inicio del juicio del Caso Nóos , el Polígono de Son Rossinyol ha recuperado este martes su habitual tranquilidad. Apenas quedan rastros ya de la intensa jornada que esta zona de Palma vivió ayer. Una valla apilada por aquí o algún periodista rezagado por allá, y poco más. Lo más destacado quizás ha sido que algunos trabajadores de Son Rossinyol no estaban especialmente contentos con el uso que se hizo estos días del apelativo «poligonero» en numerosas crónicas, como si trabajar, vivir o -si se diera el caso- ser juzgado en un polígono fuera algo intrínsecamente malo o incluso degradante. Y por supuesto no es ni lo uno ni lo otro. Sin olvidar que cada vez más periódicos, emisoras de radio o canales de televisión están ubicados también, precisamente, en polígonos.

Una vez acabada la primera sesión del juicio , uno de los temas de mayor debate entre los periodistas que cubrieron la vista oral era sopesar los pros y los contras de que todo el proceso se vaya a celebrar en las afueras de la ciudad. En ese sentido, hubo casi unanimidad en reconocer que una de las mayores ventajas de la fase previa de instrucción fue que las declaraciones tuvieron siempre lugar en los Juzgados centrales de Palma, que se encuentran en una zona rodeada de hoteles, bares y restaurantes. El sueño de cualquier periodista.

En Son Rossinyol también hay bares y restaurantes, pero no hoteles, por lo que para llegar hasta dicho polígono es necesario prepararse con mucha antelación y desplazarse en coche, en taxi o en autobús. La pesadilla de cualquier periodista. Otra posibilidad para acceder a las cercanías del lugar es utilizar la línea 1 del metro de Palma, que tiene una parada en un polígono próximo, el de Son Castelló. El proyecto del primer metro con que cuenta la capital balear fue ideado y llevado a cabo hace más o menos una década, cuando la Comunidad estaba presidida por el popular Jaume Matas . Habrá que reconocer, con permiso de las autoridades competentes, que no todo lo que hizo Matas fue malo o se encuentra bajo sospecha. Al menos hasta el día de hoy.

Uno de los hechos más llamativos de la jornada de ayer fue que apenas una veintena de personas , de filiación republicana, se concentraron para protestar ante el edificio en donde se desarrolló la primera jornada del juicio. Esa poca afluencia contrasta con la que tuvo lugar ante los Juzgados centrales de Palma en 2013 y 2014, con la presencia de cientos de personas. Algunos analistas atribuyeron ayer mismo esa circunstancia a que, en su opinión, es más fácil poder manifestarse en el centro de una gran ciudad que en un polígono ubicado en su extrarradio. Podría ser. No dice uno ni que sí ni que no.

Aun así, el pasado domingo, sin ir más lejos, más de 5.000 personas formaron una cadena humana en el núcleo residencial de Son Serra de Marina, en el municipio mallorquín de Santa Margalida, en un acto que había sido convocado bajo el lema «No queremos chiringuitos». Como ven, cuando los mallorquines se quieren manifestar, se manifiestan, no importa dónde, ni cuándo ni por qué. La conclusión provisional que uno podría extraer es que, de momento, en la isla parece haber más personas contrarias a los chiringuitos que partidarias de la República. No obstante, otra posible interpretación también podría ser que en Mallorca, y fuera de ella, los medios están mucho más interesados que los ciudadanos en los vericuetos legales o en los misterios insondables del Caso Nóos.

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