Análisis
El grito del atrincheramiento: «Los buenos somos nosotros»
Desde que saltó el caso del espionaje, Casado siempre ha ido a rebufo de los acontecimientos. Cien horas de decisiones erróneas y acusaciones sin pruebas. Su dimisión es un clamor
Quiénes son los barones del PP
Editorial ABC | Casado, una dimisión obligada

Todo comenzó pasadas las nueve de la noche del miércoles. Cinco días después, gracias a una desastrosa gestión de crisis, el PP está contra las cuerdas. Aquella noche, menos de media hora después de que se conocieran las maniobras de espionaje impulsadas ... desde el PP contra Isabel Díaz Ayuso el partido movió ficha. No había pasado una hora cuando difundieron un escueto comunicado para desmentir «tajantemente» las «falsedades» y anunciar medidas judiciales. El PP se precipitó enviando ese comunicado. Primero, porque propició que toda la prensa nacional se sumara al tema esa misma noche; y segundo, porque no dijo la verdad: sí hubo maniobras, como confirmó el detective al que contactaron y como se deduce de la dimisión-cese de Ángel Carromero en la tarde siguiente. No habían pasado 24 horas y el PP estaba atrapado por sus contradicciones. Pero hay más. La segunda decisión que el PP tomó esa noche fue cancelar las comparecencias rutinarias previstas en la mañana del jueves en radios y televisiones. Tras el comunicado errático, el silencio público.
A las diez de la mañana del jueves, ABC publicó una información clave para entender la posición del PP: «Génova sostiene que el hermano de Ayuso cobró 280.000 euros de comisión de un contrato sanitario: "Tenemos la verdad"». Si esa acusación era cierta, y el PP lo podía probar, Ayuso estaría en serios aprietos. Pero el tiempo pasaba y ningún portavoz de Génova daba la cara. Siempre a rebufo, el PP regaló la iniciativa Ayuso, que compareció en la Puerta del Sol a las 13.00 horas: «Es muy doloroso que dirigentes de tu partido en lugar de respaldarte te quieran destruir» . No sólo no buscó algún tipo de entendimiento, sino que atacó duramente a Pablo Casado y a Teodoro García Egea y dejó deliberadamente al margen al alcalde Martínez-Almeida . En estrategia esto se llama fijar el objetivo: García Egea. Detrás de la comparecencia de la presidenta, que no admitió preguntas de la prensa, la agresividad de su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez . Sola en un escenario amplio, sin la compañía de sus consejeros, Ayuso acababa de enmarcar el escenario de la guerra.
Siempre a rebufo, el PP decidió que la persona que iba a comparecer no era el presidente del partido, sino su número dos. Esa fue una nueva victoria para Sol, pues el propio partido situaba a su objetivo en la diana. Lo hizo pasadas las 15 horas, admitió preguntas, y empezó con una frase que era una valiente autoinmolación: «Soy el secretario general». Su mensaje fue tan frontal como el de Ayuso, choque de trenes, pero de los 280.000 euros no dijo ni mu. ¿Por qué? Llegados a tal punto de enfrentamiento, sacar a la luz esas pruebas habría zanjado el debate, pero se limitó a abrir un expediente informativo a la afiliada Díaz Ayuso. Fuentes consultadas por ABC aseguran que en un principio el expediente era disciplinario, pero se impuso la opción prudente.
A última hora del jueves, cuando se cumplían 24 horas de crisis, nada se sabía de Pablo Casado. ABC publicó un editorial exigiendo la dimisión de García Egea y adelantó su portada del viernes: «Guerra civil en el PP con Casado desaparecido» . El efecto fue inmediato: Casado sería entrevistado en Cope a la mañana siguiente, por lo que 36 horas después Casado decidió situarse delante de su secretario general. ¿Lo hizo para pacificar? No, lo hizo para dar una nueva vuelta de tuerca. Él sí le contó a Herrera lo de la comisión de los 286.000 euros -llegó a decir 300.000-, pero no ofreció prueba alguna salvo una supuesta información fiscal cuya procedencia se negó a desvelar. El acelerón de Casado provocó una triple reacción de Ayuso: primero llamó a Herrera para responder a Casado; después difundió un comunicado con detalles del acuerdo comercial que selló su hermano con la empresa que firmó contrato público; y, tercero, convocó una rueda de prensa con tres de sus consejeros para documentar que todo en el contrato de su hermano fue legal.
La respuesta en Cope desveló el componente emocional de esta crisis entre amigos de juventud, con una Ayuso dolida y, por tanto, vulnerable: «Tal vez no debió llamar», admite alguien de su equipo. El comunicado fue su primera cesión en esta batalla, pues ella en todo momento se había negado a dar detalles de la actividad de su hermano con el argumento de proteger su intimidad: el contrato asciende a 55.000 euros, no era una comisión, sino el pago de las gestiones realizadas, y era uno de cuatro acuerdos de su hermano con Priviet Sportive, aunque los otros tres no eran con la Administración. Y la rueda de prensa de los consejeros (dos al final, revelando cierta división) fue clarificadora: el contrato no lo adjudica el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid, sino el Servicio Madrileño de Salud, que informa ‘a posteriori’, por lo que Ayuso no podía haberse inhibido. Otra cuestión es si es creíble que no lo supiera, o si los 26 años de trabajo de su hermano en el sector son suficientes para que no tuviera que decírselo.
La última batalla se produce el viernes, aunque no llega a la opinión pública hasta la mañana del sábado. Casado convocó a Ayuso a una reunión para firmar un armisticio. Génova ofrecía levantar el expediente a cambio de que Ayuso reconociera que no hubo espionaje. Ella se negó y echó más leña al fuego al acusar a Génova de filtrar información averiada contra la madre de la presidenta: «La madre de Ayuso está jubilada, viuda y con la pensión embargada. Hace muchos años que dejó de trabajar y la relación con esa empresa y ese empresario es totalmente nula. Es una vergüenza».
Llegados a este punto, los hechos son los que son y empieza la batalla del relato. La Fiscalía ya tiene tres peticiones para que investigue las contrataciones de la Administración Pública madrileña con el hermano de Ayuso, aunque tardará al menos unos meses que la izquierda aprovechará para erosionar al PP y a su principal activo electoral. En Génova se ha escuchado estos días el grito de «no vamos a parar, somos los buenos» , pero siempre fueron a rebufo, y no son capaces de probar las sospechas públicas vertidas por el presidente del partido. Transcurridas cien horas desde el inicio de la crisis, con la militancia cabreada, la dirigencia devastada y los barones señalándole la puerta, Casado se atrinchera con su núcleo duro entre una creciente exigencia de dimisión, incluida la petición de ABC. Tal vez sea injusto, pero es la diferencia entre gestionar bien o gestionar mal una crisis sobrevenida. Y en estas cien horas Casado siempre ha elegido mal.
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