En el jardín de los naranjos
Hay un juicio paralelo que se celebra cada día en el patio del Supremo donde abogados, periodistas y familiares intercambian confidencias en voz baja
Hace más de un cuarto de siglo, Pascual Sala quiso dejar su impronta como presidente del Supremo y mandó plantar media docena de naranjos en el patio del Palacio de las Salesas, sede del Tribunal.
Es un recinto al aire libre al que se accede por la puerta de un claustro cubierto, donde también hay magnolios y una alta y despeluchada palmera que se eleva hacia el cielo como si le faltara aire para respirar. En el centro, se escucha el goteo del agua que sale de una fuente de piedra que murmulla sin pausa.
Es aquí, en este jardín de naranjos, donde los abogados, los familiares de los acusados y los periodistas salen a fumar e intercambian opiniones sobre el desarrollo de las sesiones. Y es aquí donde mejor se puede captar la tensión dramática de este juicio que ha cumplido su primer mes.
Al igual que en «El jardín de los cerezos», la obra de Anton Chejov, este patio sirve de escenario para susurrar lo que no puede ser dicho en voz alta y, por tanto, no puede ser escuchado. Si los personajes de Chejov confiesan sus frustraciones entre los cerezos, los abogados de los líderes independentistas se desahogan durante unos minutos entre estos naranjos que guardan sus secretos.
Como exclama uno de los protagonistas de este drama, «por lo menos una vez en la vida hay que mirar la verdad cara a cara». Y esa verdad judicial que se va dibujando conforme avanza el juicio es desfavorable para los inculpados.
Ayer, en una jornada aparentemente anodina, los testimonios de dos empleados de Artyplan, la empresa que imprimía la publicidad electoral, apuntaron directamente a Òmnium como la entidad que encargó y pagó 400.000 dípticos y 30.000 carteles para la consulta. «Yo sabía que ese material era para la Generalitat», afirmó uno de ellos. Esta aseveración avala la tesis de la Fiscalía, que sostiene que el Gobierno de Puigdemont utilizó de pantalla a Òmnium para confeccionar la propaganda.
Son estos testimonios del personal de las imprentas y de las empresas de distribución de la publicidad los que seguramente van a permitir probar a la Fiscalía el delito de malversación , oculto tras una serie de intermediarios.
Pero el juicio sigue y, a la espera de la declaración de Trapero, hoy, como todos los días, el jardín de los naranjos será el testigo de esas discretas confidencias que se dicen al oído como entre los bastidores de una obra de teatro.
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