Pincho de tortilla y caña

Ignominia

Los compromisos de Pedro Sánchez de marcar distancias con Podemos y no depender del separatismo duraron menos que una bandera española en manos de un CDR

Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno en funciones, en la cumbre de la OTAN EFE
Luis Herrero

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Pase lo que pase en la recta final de las negociaciones, el papelón de Pedro Sánchez pasará a los anales de la ignominia. Ya había exhibido una habilidad inigualable para tragarse sus propias palabras sin mover un músculo de la cara cuando los resultados electorales le bajaron de la nube en la que estaba subido. Los compromisos de marcar distancias con Podemos, por el bien de la higiene del sueño del noventa y cinco por ciento de los españoles, y de evitar a toda costa la dependencia política del separatismo catalán, por el bien de la integridad territorial de España, duraron menos que una bandera rojigualda en manos de un CDR.

Luego vino la ceremonia del culo en pompa durante los requiebros a ERC. ¿Negociación de Gobierno a Gobierno? ¡Sea! ¿Para hablar de todo? ¡Sea! ¿Aunque «todo» signifique autodeterminación y amnistía? ¡Sea! ¿Con calendario y exigencias de cumplimiento de lo pactado? ¡Lo que haga falta! Sí a todo: a poner cara de besugo cuando Rufián presuma de poner al presidente «derrotado» de rodillas, a suscribir lo del conflicto político —después de haberlo negado— con las dos manos, a mirar a otro lado cuando la autoridad penitenciaria catalana devuelva a sus casas, por Navidad, a los sediciosos convictos…

No hay mayores tragaderas, en la fauna de la política autóctona, que la del partido socialista versión 2019 . Hace poco más de tres años aún reivindicaban la E que aparece en sus siglas. Cuando Sánchez amagó con un pacto parecido a este —más pacato, porque el independentismo catalán aún no había cruzado el el Rubicón del 1-O—, los barones autonómicos saltaron sobre él, le placaron como si fuera un demente sin camisa de fuerza, y le retiraron de la circulación, creyendo que se habían desecho de él para siempre. Se equivocaron. Sánchez volvió del más allá y acabó con el partido que hasta entonces había sostenido, junto al PP, el edificio constitucional del régimen del 78 .

Ahora, casi todos los líderes de aquel PSOE comprometido con la idea de España son abajo firmantes del manifiesto que implora, como voz que clama en el desierto, que Sánchez recapacite. Pero va a ser que no. Atado al palo mayor de un barco a la deriva, el presidente del Gobierno navega hacia la playa del poder plenipotenciario en compañía de comunistas y separatistas, ajeno al canto de las sirenas que tratan de disuadirle. El desguace del partido que se refundó en Suresnes en 1974 es irreversible. Como lo es el acelerón independentista hacia el ídolo sagrado del referéndum. Junqueras sabe que tal vez no pueda conseguirlo a corto plazo, pero está seguro de que los avances en esa dirección no admiten marcha atrás.

Después del 155 vino Pedralbes. El PSOE torció el gesto y Junqueras tumbó los presupuestos. Las elecciones de abril no aclararon el panorama y las de noviembre lo ensombrecieron más. Ahora, Pedralbes es literatura infantil. El conflicto político que admite el Gobierno, según nos han explicado los dirigentes de ERC durante estos días, es la dificultad que tienen los catalanes para decidir su futuro. La resolución del conflicto consiste en acabar con esa dificultad. A lo que el PSOE se ha comprometido es a buscar vías de solución que lo hagan posible. Dejémonos de tonterías y llamemos a las cosas por su nombre. A eso se le llama hablar de autodeterminación, que es el paso previo a ejercerla.

Poco a poco, los separatistas van llevando del ronzal al Gobierno hacia la tierra prometida de la República Independiente de Cataluña. Y, mientras tanto, la base social que respalda el proyecto sigue agrandándose, tal y como Junqueras pretendía. En el camino hemos acabado con el prestigio institucional del Congreso, convertido en un parque zoológico de animales políticos de 19 especies distintas, algunas con abierta proclividad al espectáculo circense, y hemos celebrado el 41 cumpleaños de la Constitución pidiéndole el milagro de que ampare lo que proscribe. Pincho de tortilla y caña a que lo próximo será vender la ignominia como un gesto heroico de resistencia patriótica.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación