Exhumación Franco
Última parada: Mingorrubio
Unos camareros escépticos, un cementerio tranquilo al final de una línea de autobuses y un bar presidencial esperan a Franco
Frente al cementerio en el que el Gobierno pretende inhumar a Francisco Franco, en El Pardo, siempre hay autobuses verdes. Son los interurbanos de la línea 602 de la Comunidad de Madrid, que parten del Hospital de La Paz de la capital y terminan su trayecto en Mingorrubio, la misma parada en la que pueden acabar los restos de Franc o después de un largo trayecto judicial.
Y los más perjudicados ayer, cuando se conoció que el Tribunal Supremo validaba las intenciones de La Moncloa para trasladar al dictador desde el Valle de los Caídos hasta este pequeño camposanto a las afueras de El Pardo, fueron los conductores de aquellos autobuses. Estos trabajadores están acostumbrados a aparcar sus vehículos particulares, antes de empezar el servicio y sin problemas de aforo, en una pequeña explanada junto a las tapias del cementerio. Ese mismo punto estaba colonizado por los coches de la prensa.
«Aquí no viene casi nadie y hoy casi no hay aparcamiento ni para nosotros», reía uno de ellos, quien no descartaba que, si el plan del Gobierno sale adelante, disfruten de más pasajeros en sus autobuses. «No descarto ni que vengan con la bandera de antes», pronosticó el conductor antes de ponerse al volante y comenzar sin pasajeros la ruta.
«Si hay lío, no vendré»
La tranquilidad del lugar, al menos por ahora, la conoce bien Francisco Calzada, un jubilado madrileño al que le agrada pasear por los montes que rodean el Palacio de El Pardo. «Vengo todos los días desde hace 42 años, pero si a partir de ahora hay lío, no vendré», lamenta el paseante, que no ve mal que los restos de Franco salgan del Valle de los Caídos con destino Mingorrubio. Eso sí, por un motivo de causa mayor: «Aquí es, al fin y al cabo, donde está su señora».
Los restos de Carmen Polo, esposa del dictador, reposan desde su muerte en el panteón familiar. El mauselo es una capilla, coronada con un campanario y una cruz y en cuya cripta propone el Ejecutivo inhumar a Franco. Se trata del enterramiento de este tipo más grande de un recogido y tranquilo camposanto en el que también descansan numerosos apellidos ilustres y antiguos dirigentes afines a Franco. Es el caso, por ejemplo, de Carlos Arias Navarro o Luis Carrero Blanco .
«Es una exageración»
«Yo me voy a ir a comer, eh». Con estas palabras dio por terminada su jornada matutina el jardinero del cementerio, acostumbrado a la soledad en un lugar bastante animado en virtud de los últimos acontecimientos. Como ya tiene cierta relación con los agentes de la patrulla de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) que la Policía Nacional ha dispuesto a las puertas del lugar para que no haya ningún altercado o acto vandálico, les entrega el testigo durante su hora de descanso y los agentes aprovechan los ratos de tranquilidad para comentar la jugada en pequeños corrillos. También emplazan a los periodistas, cuando éstos se marchan, a un próximo encuentro a no mucho tardar en el mismo sitio. «Esto va para largo y nos volveremos a ver, ya veréis» , pronostica uno de ellos mientras otro compañero se encamina a la plaza de El Pardo para comprar unas botellas de agua en un bar. El verano se acaba pero el calor aprieta, especialmente a mediodía, y hay que refrescarse.
Eso deben pensar quienes se sientan en las terrazas del barrio para comer o simplemente tomar algo. Los establecimientos lucen media entrada aunque a primera hora de la mañana, al calor de la noticia y el café con leche, en las barras no se hablaba de otra cosa. «Es una exageración todo lo que se está montando», critican Elena y Manuel, los camareros del Bar del Tío Antonio, donde no creen que la hipotética llegada de Franco al cercano cementerio fuera a llenarles la caja registradora. «Ni nos va a dar, ni nos va a quitar» , expresa Elena, quien vaticina un «boom» de gente durante dos o tres meses pero se mantiene escéptica: «Como no venga la gente a verlo y después bajen al pueblo a comer...».
Quien no se deja ver por la plaza, pero es un fijo los domingos al desayuno en un discreto local de la zona, es el expresidente Zapatero . Según ha podido saber ABC, en ese mismo lugar también se deja ver Pedro Sánchez . «Pero muy poco», remarca uno de los camareros, no sea que alguien piense que la idea de inhumar los restos de Franco frente a la última parada de la línea 602 de los autobuses interurbanos surgió allí entre café y café.
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