Fernando Cocho
«Fake news» como excusa política
«Se debe hacer pero de forma independiente y con criterios metodológicos que permitan su verdadera función de proteger la información. Pero me temo que, en este caso, dudo de las buenas intenciones»

Se nos informa mientras la sociedad está distraída en miedos pandémicos y económicos, que desde el Gobierno se abre ya una oficina omnipotente dependiente de presidencia de Gobierno, para la persecución y eliminación de las «fake news» ; a «mayor gloria de la verdad de ... los líderes de la Patria», quedaría por decir para asemejarse a pretéritos tiempos en la España de los cuarenta.
O peor si pensamos en la policía del pensamiento de Orwell . En su utopía educativa «Walden II» Skinner, llega entre otras a la conclusión de que lo importante es saber «quien establece los criterios y las pautas de una acción psicológica y por qué». Y de eso va el nuevo mundo y la nueva guerra política: de crear, dirigir, organizar, determinar qué es verdad, por qué lo es y evidentemente censurar «democráticamente» al que no es dúctil al «aviso sobre su error».
No negaré que es necesario atacar las «fake news y la manipulación mediática, no negaré que es un tema de seguridad nacional e independencia de «periodistas o informadores» ante procesos de influencia graves. No vale que la verdad o mentira depende del color del cristal con que se mira, y que todos tenemos una «razón y verdad» (contra ello está la invitación del poeta «… buscar el camino de la verdad juntos»); esas formas de pensar derivan, al menos en los últimos dos mil quinientos años, en manipulación paternalista o cuando menos interesada al modo galdosiano para «perpetuar los privilegios de la clase en cuestión».
No se trata de que no se deba abordar este tema de forma rápida, contundente y segura para los intereses, no ya de la verdad, sino de la certeza necesaria que debemos tener en algo para actuar y evitar la indefinición. Se trata de eliminar la incertidumbre y avanzar hacia la toma de decisiones en tiempo, plazo y forma. Esa es la función del Estado, y del Gobierno que usa de los recursos del primero como depositario temporal y democrático para la mejora de sus conciudadanos. Se debe hacer pero de forma independiente y con criterios metodológicos que permitan su verdadera función de proteger la información. Pero me temo que, en este caso, dudo de las buenas intenciones, sabiendo quién está detrás, y sus comportamientos anteriores. Me pongo en guardia cartesiana. Veo aquí, no la mejor, sino la única forma de avanzar hacia un nuevo modelo social, caracterizado por algo que no será por la libertad responsable y democrática de pensamiento.
Atención: mientras nosotros despotricamos desde tribunas, mesas o debates, ellos han puesto en marcha la maquinaria para -esta vez sí- hacer las cosas «como Dios manda» : un objetivo, una estrategia, una táctica, una operativa, dinero para «pagar», medios para actuar y una «tribu» para que nos secunden. El éxito está asegurado y nuestra libertad tiene un pie menos.
* Fernando Cocho es analista de Inteligencia
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