Diego Torres, atrapado en el tiempo

Las sesiones del juicio del caso Nóos están teniendo esta semana un carácter especialmente reiterativo

Diego Torres (c), en una imagen recogida de la pantalla en el momento de producirse un receso en la sala de prensa de la Escuela Balear de la Administración Pública (EBAP), donde se celebra el juicio por el caso Nóos EFE

JOSEP MARÍA AGUILÓ

Las personas que desde hace tres semanas están siguiendo el juicio del caso Nóos , habrán podido comprobar ya que su desarrollo poco tiene que ver con clásicos del cine de abogados como «Testigo de cargo», «Falso culpable» o «Veredicto final». El referente cinematográfico que quizás más se le aproximaría hasta ahora pertenecería a otro género, aunque también tendría ya la categoría de clásico, « Atrapado en el tiempo ». En dicha película, dirigida por Harold Ramis, veíamos cómo Bill Murray parecía estar atrapado eternamente en un bucle temporal, pues vivía y revivía el mismo día una y otra vez, con unas pocas variaciones.

Algo parecido parece haber ocurrido también en las tres últimas sesiones de este juicio, durante la comparecencia de Diego Torres . En «Atrapado en el tiempo», Bill Murray se despertaba invariablemente a las seis de la madrugada, siempre con la canción «I got you babe». En el juicio del caso Nóos, las sesiones empiezan invariablemente a las nueve y cuarto de la mañana, ahora con el saludo « Buenos días, señor Torres ». A partir de ese momento, todo parece repetirse cada día una y otra vez, con unas pocas variaciones. Así, las acusaciones o las defensas empiezan a preguntar y el exsocio de Iñaki Urdangarín comienza a responder, en un tono entre didáctico y rotundo, con algunos momentos de duda. Para esos momentos, Torres tiene siempre a mano su ordenador portátil, su bolígrafo, sus folios y su maleta.

El desarrollo de cada sesión suele ser prácticamente idéntico . Torres va reiterando, siempre que puede o le dejan, que el Instituto Nóos y el resto de empresas vinculadas lo hicieron todo bien. Y si algo se hizo mal, no habría sido culpa suya, sino de sus cuñados, Miguel Tejeiro, como asesor fiscal, y Marco Antonio Tejeiro, como contable. Mientras eso ocurre, las acusaciones o las defensas van presentando decenas de facturas y de documentos en las pantallas ubicadas en el interior de la sala. A veces, quien hace algunas preguntas es Torres . En esos momentos, la presidenta del tribunal, Samantha Romero, le suele recordar que «no puede dirigir el interrogatorio». Teniendo en cuenta las actuales circunstancias procesales de Torres, quién sabe, a lo mejor le habría ido mucho mejor como juez que como consultor.

Todo está pautado. A media mañana, en torno a las once, hay siempre un primer receso. A veces se produce también alguna otra pausa, por razones documentales o biológicas, hasta llegar a las dos del mediodía, en que todo se detiene para comer. Por la tarde, la sesión se suele desarrollar entre las cuatro y las siete. Hasta las referencias de Torres a la supuesta «supervisión» de la Casa del Rey parecen estar también pautadas. Una o dos por la mañana, y una o dos también por la tarde. No pasa tampoco un solo día sin que se nos diga varias veces que las principales multinacionales colaboraban con Nóos o que en sus eventos participaban expertos y académicos de todo el mundo, incluido como mínimo siempre algún catedrático de Harvard.

Una de las frases que más repite Torres cuando se le pregunta por la constitución de sus empresas o por los acuerdos que suscribieron es que «los conceptos son muy amplios» , afirmación que, al parecer, permitiría entender mucho mejor todo lo relacionado con Nóos. Entre esos conceptos «muy amplios» de que habla Torres se encontrarían los de logística, consultoría, convenio, contrato, honorarios, subvención, patrocinio o estatutos de una entidad sin ánimo de lucro.

A veces ha habido también, es cierto, algunas reflexiones novedosas, que luego no se han repetido, por ejemplo que Torres no ha visto nunca un partido de fútbol o que es una persona especialmente ahorradora. Una de esas reflexiones, quizás la más llamativa, ha sido que, en su opinión, la sociedad en general y el mundo del patrocinio en particular son hoy mucho mejores gracias a los foros organizados por el Instituto Nóos. Desconocemos, por ahora, cuántos expertos y académicos se atreverían a afirmar también lo mismo.

Quizás la diferencia esencial entre el Bill Murray de «Atrapado en el tiempo» y el Diego Torres que comparece ante el tribunal, sea que a lo largo de aquella película el protagonista iba de menos a más, hasta lograr enamorar a Andie MacDowell. Así consiguió salir de aquel eterno «día de la marmota» en el que se encontraba encerrado. En el caso de Torres, en cambio, su ímpetu inicial ha ido poco a poco de más a menos, sobre todo por el cansancio, y todo apunta por ahora a que finalmente no encontrará tampoco a nadie a quien enamorar.

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