El «Delcygate» arrincona a Ábalos y lleva a la derecha a pedir su dimisión

El ministro de Transportes hace oídos sordos y defiende su papel en un caso que vuelve a salpicar a Marlaska. PP y Ciudadanos le acusan de «mentiroso»

Ábalos durante la sesión de control al Gobierno EP
Ana I. Sánchez

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Por lo que el ministro de Transportes, José Luis Ábalos , afirmó ayer en el Congreso puede deducirse que volvería a entrevistarse con la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez , de manera clandestina en el aeropuerto de Barajas y que, prácticamente, actuaría de la misma manera. El dirigente socialista no renegó ayer del encuentro, ni de las formas, ni de las consecuencias. Tan solo volvió a admitir errores de comunicación en lo que supone una leve autocrítica por las múltiples versiones ofrecidas respecto a la cita.

Sus cambios de argumentación llevaron ayer a PP y Cs a tildarle de «mentiroso» antes de pedir su dimisión en la primera sesión de control al Gobierno. Una jornada que la oposición hizo pivotar sobre el llamado «Delcygate» sin lograr que Ábalos esclareciera las sombras que siguen rodeando a su entrevista con Rodríguez , pero que sirvió para brindar la primera bronca de la legislatura. «Se equivoca si cree que sus mentiras y engaños a los españoles no le van a pasar factura, estamos en una democracia consolidada y desde luego no vamos a tragar con sus abusos ni poder», le recriminó la portavoz adjunta del PP, Belén Hoyo. «Usted va a caer. ¿Y por qué lo sabemos? Porque como en toda serie, al igual que en toda película, siempre termina cayendo el mensajero . Si según usted no le va a echar nadie, dimita ya. Dimita por mentiroso», remachó.

«¿Por qué no desvió el avión a Marruecos? ¿Sabía usted que ese avión llevaba oro? ¿Sabía usted que tenía la prohibición de sobrevolar el espacio aéreo?», le recriminó, por su parte, el portavoz adjunto de Cs, Edmundo Bal. «Usted dice que no dimite y que ha venido para quedarse, ¿no habrá hablado con Delcy Rodríguez de los métodos para quedarse del señor Maduro? Eso nos daría mucho miedo», prosiguió el diputado naranja. Frente a la ofensiva de la oposición, Ábalos se aferró una y otra vez a defender que su encuentro con Rodríguez evitó que ésta pisara espacio Schengen y violara las sanciones europeas sin originar un nuevo problema diplomático con Venezuela. La cita logró, según sus propias palabras, «el objetivo» perseguido. Pero pese al supuesto éxito de la misión, el titular de Transportes dejó sin resolver las preguntas que le lanzó la derecha sobre las supuestas órdenes dadas a la Policía, los movimientos de la vicepresidenta venezolana dentro de Barajas, el contenido de la entrevista que mantuvieron ambos y si ejerció o no de recadero de Pedro Sánchez.

El ministro de Transportes argumentó que detallar «cositas» del encuentro volaría por los aires los logros alcanzados. Tal fue su empeño en defender la labor realizada en Barajas que los diputados populares acabaron interrumpiendo varias veces el orden del pleno para pedir a coro su cese. A las peticiones de «¡dimisión, dimisión!» se terminaron uniendo diputados de Vox y Cs , que despidieron de esta forma a Ábalos mientras las bancadas del PSOE y Podemos intentaban contrarrestar la imagen poniéndose en pie y apludiendo al ministro . Ábalos abandonó el hemiciclo haciendo oídos sordos a la oposición y declarándose satisfecho por el resultado de la jornada.

Presiones a otros líderes

Previamente, el dirigente socialista volvió a obtener el apoyo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quién, además, se quedó a escuchar las preguntas que la derecha planteó sobre el «Delcygate» como gesto de respaldo adicional. El jefe del Ejecutivo, sin embargo, se retiró cuando la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, iniciaba su interpelación por el mismo caso y con él terminaron abandonando el hemiciclo todos los ministros dejando a Ábalos solo en el banco azul.

Frente a la pretendida imagen de cierre de filas, el final del debate transmitió así una imagen de Ábalos en rotunda soledad . Máxime porque la intervención de Álvarez de Toledo fue, precisamente, la más contundente de todas las que se escucharon ayer por el «Delcygate», tanto por los argumentos empleados como por contar con más tiempo para desarrollarlos. «El Gobierno amparó a una torturadora y rechazó a un demócrata», acusó la política popular para quien el Ejecutivo socialista es un gabinete «sin brújula y sin moral». «Quédese tranquilo. No voy a exigir su dimisión.... Para dimitir se exige una condición humana y política previa, la dignidad. Usted empezó a perderla aquella noche en Barajas y la ha destruido hoy aquí», atacó Álvarez de Toledo. La portavoz popular aseguró, además, que el Ejecutivo español presionó a otros líderes europeos para intentar sin éxito que no recibieran al presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó.

El ministro de Transportes salió al contraataque, irritado pero contenido, y buscó el ataque personal para evitar responder a las preguntas. «Mi tono es burocrático, los burócratas suelen ser gente modesta, sencilla. Su tono es de alcurnia, de una soberbia que ni siquiera tiene necesidad de impostar, es natural, le viene de origen», arrancó. Ábalos continuó reiterando los argumentos defendidos previamente y acusó a la derecha no solo de buscar la enemistad de España con Estados Unidos en un momento de tensión por los nuevos aranceles impuestos por la Casa Blanca sino de «hacer el ridículo» al buscar la reprobación del Gobierno español en Europa. «No me podía imaginar tanta deslealtad», replicó.

El «Delcygate» volvió a salpicar también al ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, al que la portavoz del PP, Ana Belén Vázquez, acusó de dar órdenes a la Policía Nacional para evitar el arresto de la vicepresidenta venezolana. Vázquez, que se apoyó en las informaciones publicadas por ABC, dibujó a Marlaska como el «utillero» del «prevaricador» Ábalos y le despidió advirtiéndole que «la verdad acabará saliendo». «No borren las cámaras, y dígale al oído a Ábalos que se vaya», le recomendó.

El exmagistrado se aferró, al igual que el ministro de Fomento, a defender que Delcy Rodríguez no entró en el espacio Schengen y que, por tanto, no se violó la legalidad ni las sanciones decretadas por el Consejo de Europa. «Ustedes confunden prohibiciones de entrada con órdenes de detención internacional, para eso hay que estudiar un poquito más», devolvió el ministro. Además, negó haber dado órdenes a la Policía distintas al cumplimiento de la ley y acusó a los populares de «poner en tela de juicio» a este cuerpo al deslizar la idea de que acepta órdenes «ilegales e ilegítimas». La bronca de ayer a cuenta del «Delcygate» no será la última. La bancada de la derecha tiene previsto seguir utilizando este escándalo como arma de desgaste político contra el Gobierno durante, al menos, las próximas semanas.

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