La CUP, en el centro de una oleada de denuncias de acoso
Los antisistema abanderan una cruzada contra el «patriarcado» pero tapan casos de abuso
Socialismo, Países Catalanes y Feminismo. Estos son los tres pilares ideológicos sobre los que pivota la acción política y la retórica de la CUP. El último, no obstante, se tambalea estos días de celebración del 8-M. ¿El motivo? Una tormenta de denuncias de acoso sexual, abusos y machismo al estilo «#MeToo» que pone en duda el compromiso feminista del partido antisistema . La campaña, que ha corrido como la pólvora en las redes, la impulsó la activista e «influencer» Juliana Canet, de 21 años. La joven lanzó hace unos días la etiqueta #MatxisEI (Matxis Esquerra Independentista) y, en pocas horas, logró despertar un huracán de confesiones que ya se ha llevado por delante al alcalde anticapitalista de Argentona (Barcelona), Eudald Calvo.
Noticias relacionadas
Acechado por el señalamiento de varias mujeres, Calvo presentó el miércoles su dimisión. Reconoció sus «actitudes machistas y sexistas» con varias mujeres. «Mi dimisión y disculpas son lo mínimo que puedo hacer», escribió antes de borrar su perfil en Twitter, donde se convirtió en el blanco de decenas de denuncias. Hace un año , la CUP lo había expulsado del partido, pero lo mantuvo al frente de una candidatura unitaria que agrupa a los antisistema con los comunes, ERC, la ANC y los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR). Juntos, lograron ocho de los 17 concejales de la localidad. Al conocerse la dimisión, la plataforma local evitó la crítica frontal al alcalde y le agradeció su «valentía».
«Por debajo del sujetador»
La dimisión del alcalde de la CUP no solo no calmó la ola de denuncias de casos de acoso en el seno del partido sino que la aumentó. «Me puso la mano por debajo de la camiseta y del sujetador, de abajo hacia arriba. Me deshice de él como pude y lo miré con cara de odio. De nuevo, se rió y no dijo nada», relataba una internauta que también sufrió el acoso de Calvo. «El tío más rematadamente de izquierdas, indepe y combativo me controlaba la ropa, los amigos y me olía el aliento al llegar a casa por si había bebido. Me amenazaba con broncas si no follábamos. Ser de izquierdas y un puto machista no son cosas excluyentes», contaba otra.
Uno tras otro, estos días han ido emergiendo casos personales que evidencian la doble moral latente en un movimiento antisistema que abandera la lucha por la «abolición del patriarcado» y que ha sido pionero en acciones como feminizar el lenguaje -todos sus diputados se consideran «diputadas»- que luego han copiado otras formaciones, como es el caso de Podemos.
Las sucesivas denuncias mostraron como el ya exalcalde se rodeó de afines que, lejos de criticar sus prácticas, las imitaban mientras proclamaban a los cuatro vientos su compromiso feminista como hombres «deconstruidos». «Me esperaba que algo así acabaría saliendo, cuando lo vi sentí alivio, muchas amigas han sufrido cosas similares. El machismo de la CUP y la izquierda independentista es un 'elefante' que estaba en la habitación, pero nadie hablaba de él», explica a ABC Paula Pons, una de las mujeres que se han sumado a las denuncias a lo largo de esta semana . «Como mujeres, tenemos el prejuicio de pensar que un hombre, por ser de la llamada 'izquierda independentista', no será machista, que estará 'deconstruido', y no», lamenta. Pons conoce muchas situaciones vividas por otras mujeres que han preferido no hablar con este diario.
Según ella, el epicentro de muchas agresiones son los bares, «barras antirepresivas» y fiestas «autogestionadas» que financian la acción cotidiana de entidades como la CUP o Arran en pueblos y barrios. «El alcohol, la noche y la fiesta son el escenario en el que se multiplican estos casos. Unos se tapan a otros», lamenta Pons, ya alejada del activismo político en su localidad natal, La Garriga (Barcelona).
A lo largo de los últimos días, la CUP ha tratado de contener las denuncias, que podrían salpicar también a cargos y cuadros del partido, y se ha limitado a ofrecer apoyo y asesoramiento legal a las víctimas a través de un buzón de denuncias. Muchos militantes lamentan que el partido, y particularmente su brazo juvenil, Arran, tenga por costumbre no expulsar a los señalados por actitudes y agresiones «machistas» para no deteriorar la imagen y la popularidad de sus grupos en los barrios. Eso sí, para compensar, en todas las fiestas «populares» que organiza hay ahora «puntos lilas» en los que las mujeres pueden denunciar acoso. Más allá de eso, silencio, algunos tuits y un comunicado reconociendo la existencia de «intocables» en sus filas y culpando al «patriarcado» de las agresiones.
Pasividad
Esta actitud permisiva y laxa de la CUP ha sido criticada reiteradamente por Mireia Boya, quien fue jefa de filas de los antisistema en el Parlament pero que abandonó el partido tras sufrir sucesivos casos de acoso machista. Según contó recientemente la exdirigente del partido de Anna Gabriel, llegó a ver a diputadas llorando en los baños del Parlamento catalán por el acoso que les infringía el mismo hombre que la maltrató a ella. «Cuando dimití recibí como treinta mensajes de mujeres militantes, regidoras y hasta alguna alcaldesa que me decían, 'a mí también me ha pasado esto'», contó recientemente. Al abandonar la formación, pidió a la CUP que entonara el «mea culpa». El partido se negó.