Banalizar el dolor y estigmatizar a personas con problemas de salud mental

Hay personas formadas que creen que el apoyo psicológico resta autonomía, juicio y comprensión

Patricia Ramírez, madre de Gabriel, «el Pescaíto», asesinado a manos de Ana Julia Quezada

Francisco Martín Murcia

Son demasiados espectáculos lamentables de resultas del sufrimiento humano. Estaría bien seguir la máxima de Wittgenstein de que de lo que no se sabe, mejor no hablar. Es evidente que parece que cualquiera tiene derecho a opinar, como si las opiniones fueran asépticas e independientes. Un diputado presenta una idea de mejorar la atención a la salud psicológica y otro le espeta «vete al médico». Una madre sobresaturada por el dolor de ver utilizado a su hijo asesinado con fines morbosos, de ver como los medios de comunicación pusieron en peligro la investigación para dar con la asesina, vuelve a denunciarlo y a solicitar el amparo de los compromisos adquiridos en su día y es despachada en algún programa de noticias con un ejercicio cínico de re-victimización. Sin el más mínimo tacto y, en el mejor de los casos, sin mucho conocimiento de las realidades psicológicas ni personales, se la rebaja de razón simplemente porque está en tratamiento psicológico. ¿Es que todavía hay supuestas personas formadas que creen que necesitar asistencia psicológica resta a la persona autonomía, comprensión y juicio?. Pues sí.

Dado que la ignorancia es muy atrevida, se sigue estigmatizando a las personas que sufren como si el sufrimiento «nublara» la mente. Como si Patricia Ramírez o cualquiera ante la violencia, en su natural angustia, hubieran perdido la inteligencia y estuvieran implorando una reforma para protegerse sin razón alguna. Claro, para algunos tertulianos de farfolla se ve que lo que solicita ya existe en la ley, pero su estado psicológico le ha impedido verlo y utilizarlo para su protección. Como si el acompañamiento psicológico fuera un estigma sobre la persona acompañada. Como si la creación de redes comunitarias de apoyo fuera patrimonio para gente «enferma» y no para todos. Ver para creer.

Que los titulares sean que Patricia se presenta acompañada de su psicólogo, en vez de la dolorosa y necesaria reclamación de protección de una situación de violencia, ya dice mucho . Damos las gracias a algunos tertulianos y a algunos periodistas (afortunadamente la excepción), mentes preclaras que podéis resolver problemas complejos con soluciones sencillas. Incluso uno de ellos, se atrevió a aconsejarle que «lo que necesita, además de un psicólogo, es un buen abogado». Claro, supongo que éste dispondría de los soportes económicos para cuidar su salud mental y su defensa legal, si pasara por un drama semejante; quizá se le olvidó que hay muchas personas que esa suerte no la tienen. Luego se espetó que los políticos que se comprometieron a hacer más eficaces los mecanismos legales para estas dramáticas situaciones, lo dijeron como un brindis al sol compasivo. Que paternalismo. ¿Nos tratan de imbéciles?. ¿Siguen infantilizando a la sociedad?. En fin, esto es un reflejo del mundo en que vivimos. Ya está bien. Sería recomendable estudiar y reflexionar un poco antes de hablar .

Las sociedades científicas hace tiempo que plantean que los problemas psicológicos se entienden como estrategias de supervivencia ante las adversidades y que el significado de los síntomas siempre estará relacionado con las circunstancias vitales. Ante situaciones de amenaza y violencia (en las relaciones, identidad, valores, discriminación, emociones) generada por el poder negativo la persona buscará darle significados a sus creencias, sentimientos y reacciones corporales, respondiendo ante ellas. La pretensión de cualquier acto curativo es recabar las fortalezas de la persona, fomentar los recursos socio-familiares para empoderarla y re-equilibrar su vida en base a valores de justicia, equidad, seguridad, pertenencia, dirección y agencia. De esta forma se contribuiría a tener una existencia con sentido, significado y propósito. Un derecho inalienable.

Por tanto, contribuir a la violencia en cualquier dimensión es la base del sufrimiento humano. La etimología de violencia es interesante; viene de vis (fuerza) y -olentus (abundancia). El uso de las palabras puede contribuir a curar o a violentar. Y ciertamente hay demasiada abundancia de palabras violentas en las bocas verborreicas que nos rodean. Aprendamos a usarlas para hacer un mundo algo mejor. O si no, como Wittgenstein, mejor no hablar.

Francisco Martín Murcia es doctor en Psicología

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