Francisco Martín Murcia
¿Cuánto dolor se puede soportar en una vida?
La llegada del juicio debía ser el final de una etapa y el comienzo de su reconstrucción personal. Pero no fue así
![Patricia Ramírez, madre de Gabriel Cruz](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2020/01/27/patricia-ramirez-jgarcia-U61754025405eHf-1248x698@abc.jpg)
Pasan cosas , muchas cosas, que son difíciles de entender. Sin embargo, pasan. Y eso desconcierta, indigna y lo que es peor, genera un desánimo sobre cómo está organizado el mundo. Y cuando muchos de estos sucesos acontecen a una misma persona, parece que es un caprichoso e incesante golpeo de la vida. Es el caso de Patricia Ramírez, la madre del niño Gabriel Cruz, que fue primero acosada por una persona presumiblemente con problemas mentales y que pasó por un calvario para que las autoridades iniciaran su protección. Después, una malvada bruja asesinó a su hijo de ocho años, arrebatándole el amor de su vida, después de unos días haciéndole creer que lo tenían retenido vivo. Sin embargo, lo había asesinado el mismo día de su desaparición.
No hay mayor dolor que pueda atravesar nadie. Después vino la imposibilidad de hacer el duelo por una instrucción judicial incomprensiblemente larga, que incluso obligó a una madre rota a luchar por enterrar y despedirse del niño. Y a luchar contra el viacrucis televisivo que la obligaba a revivir el drama, que puso fin a su privacidad y generaba la pérdida de derechos fundamentales de protección para ella y para la memoria del menor.
La llegada del juicio debía ser el final de una etapa y el comienzo de su reconstrucción personal. Pero no fue así. Siguieron pasando cosas. Solo se celebraron algunas sesiones a puerta cerrada aunque, como se temía, se hicieron públicas las declaraciones de ella (incluso falseando la verdad) y los terribles informes forenses, en los que exponía de forma estremecedora el proceso de la muerte del pequeño Gabriel y evidentemente no se impidió el daño psicológico gratuito que se presuponía.
Y siguieron pasando cosas. Se apartaron de un plumazo las consideraciones de otros médicos que dotaron de integración explicativa y argumentativa a los hallazgos forenses. Tanto la juez presidenta del Tribunal del Jurado como la Fiscalía lo desestimaron y así lo sugirieron a los 9 miembros, dejando una incógnita dramática en Patricia. O sea, no es bastante aterrador saber cómo fue la horrible muerte de tu hijo a manos de la asesina (implicando un sufrimiento extraordinario al niño, que tuvo tiempo de angustiarse conscientemente de su propio asesinato), sino que encima se niega que la muerte fuera así. Y de ese modo se evitó que en la sentencia se incluyera el delito de ensañamiento. Triple dolor.
Pero pasaron más cosas. Que, inexplicablemente, la fiscal rebajara el tipo delictivo de la acusada en su impugnación de la sentencia, estimando la no concurrencia de los delitos contra la integridad moral que la evaluación forense y el tribunal del jurado consideraron indudable. De repente, los hechos de burla y vejación hacia Patricia en los que la acusada le decía que Gabriel quiso llamar a su madre esa tarde pero ella no le dejó, que cuando apareciera el niño le darían cocacola (que en realidad lo que quería darle era «toma pescaíto mis cojones»), que «veneno le daba yo», que los días creando una farsa haciendo creer que el niño estaba vivo y luciendo la camiseta con su foto ya no eran observados como comportamiento moralmente lesivo. Y suma y sigue.
Como era de esperar, la defensa impugnó en parte basándose en el anunciado impacto mediático -que paradójicamente contribuyó a fomentar- y se culminó la enésima profecía anunciada. Se intentó que distintos profesionales independientes, ciegos a las conclusiones de la investigación forense, describieran según su profundo conocimiento del proceso de tránsito de la vida a la muerte lo que ocurrió y así se determinara sin duda la naturaleza agresiva de la asesina y por tanto el ensañamiento. Nada.
Quizás haya otro juicio, quizás se admitan ciertas pruebas. Quizás se haga al fin una ley que sea un Pacto Ético en el que se puedan articular comportamientos que no lesionen derechos. En ello está Patricia, dándole forma al sufrimiento. Y de repente, el acosador sale de permiso penitenciario y Patricia tiene que ponerse de nuevo a luchar por su protección, exponiéndose a la luz pública, reviviendo de nuevo su terrible drama.
Esta semana se enfrentará a la vista en el TSJA, con la única esperanza puesta en que se desvele de una vez por todas la realidad, por estremecedora que sea, de los últimos momentos de Gabriel. Ya sabemos que la ciencia es el comportamiento de los científicos y por tanto es falible. Solo esperamos que se dirima la mejor conclusión de los peritos intervinientes, que no son mejores unos que otros según su adscripción, sino que lo que hay que valorar es la hipótesis mejor probada en base a los datos.
Pasan demasiadas cosas. Y nos preguntamos desde el precipicio, ¿cuánto dolor se puede soportar en una vida?
* Francisco Martín Murcia es doctor en Psicología Clínica y psicólogo de Patricia Ramírez.