AUDIENCIA NACIONAL

Los marineros, al capitán del Villa de Pitanxo: «Asesino, nos vas a matar»

El superviviente Samuel Koufie describe en la Audiencia Nacional el horror y el descontrol en el naufragio

El juez prohíbe abandonar España al patrón, que señala a la tripulación por no ponerse los trajes de supervivencia

El patrón del 'Villa de Pitanxo', Juan Padín Costa, y su sobrino, Eduardo Rial Costa de camino a la Audiencia Nacional este lunes EFE / Vídeo: EP

Isabel Vega

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«¡Arria el cable! ¡Asesino, que nos vas a matar!». Son las frases que la tripulación del Villa de Pitanxo lanzaba a gritos al patrón Juan Padín en la noche del pasado 15 de febrero cuando el barco, embarrado por la ausencia de una orden de recogida de los aparejos y llenándose de agua escorado completamente por babor, estaba a punto de hundirse, según la declaración como testigo que prestó ayer el marinero superviviente Samuel Koufie Kwesi ante el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno.

Según informaron a ABC en fuentes jurídicas, su relato, estremecedor, se mantuvo intacto respecto del que prestó una vez fue trasladado a España desde Canadá. Padín, su sobrino Eduardo Rial y él mismo fueron los únicos supervivientes de un hundimiento que dejó 21 fallecidos, los mismos que se imputan al patrón por delitos de homicidio por imprudencia grave y contra los derechos de los trabajadores. Ni Koufie ni los nueve marineros cuyos cuerpos fueron rescatados de aguas de Terranova llevaban puesto el traje de supervivencia. El patrón y su sobrino, sí.

De hecho, el barco zarpó con 24 ocupantes inscritos en la Capitanía de Marina de Vigo. Por su eslora, sólo debía llevar equipamiento de supervivencia para 22, «lo que permite suponer que se carecía de medidas de seguridad » para todos. Lo decía ayer el juez en el auto por el que dejó en libertad con cautelares a Juan Padín, que no podrá abandonar España, tiene el pasaporte retirado y obligación de comparecer cada quince días en los juzgados.

Él declaró como imputado y sólo se avino a contestar a su propio letrado, al fiscal Marcelo Azcárraga y al juez. Se mantuvo en su postura inicial: que no hubo cable que arriar, que estaban en la maniobra de recogida cuando el motor «paró en seco» y que esa fue la única razón del destino del Villa de Pitanxo. Que, cuando en la sala de máquinas le confirmaron que el motor no respondía y el barco empezó a escorar, dio inmediatamente la orden a la tripulación de ponerse los trajes y los chalecos, y gritaba a la gente que veía sin él. Que dio igualmente las tres pitadas que indican que hay que abandonar el buque. Que vio gente con el traje en la mano y gente sin él. Y que ponérselo es responsabilidad de cada uno y poco más podía hacer él, que ya había dicho por megafonía que había que equiparse.

Contó igualmente que encargó a un oficial que asumiera la balsa salvavidas de babor (el agua entraba por ahí) y él se dirigió a la de estribor. No sabe qué pasó con aquella otra balsa que apareció vacía cuando las autoridades canadienses acudieron a la zona del siniestro. Lo que sí dice es que nadie le gritó y nadie le pidió que recogiese cable alguno. Está convencido de que Samuel Koufie Kwesi miente.

El embarre

De hecho, en este punto introdujo una novedad cuando el fiscal le recordó que, según la tripulación del barco que les rescató, él mismo habló de que el Villa de Pitanxo había embarrado. Su respuesta, que es un malentendido y tal vez Koufie lo escuchó. Que él lo que contó es que una hora antes del naufragio la red, efectivamente, se había enganchado al fondo , pero lo solucionó mientras la tripulación dormía. Y luego, se les paró el motor. El atestado que levantó la Guardia Civil recogía ese atasco de las redes como su explicación del siniestro que ahora introduce como complemento de su versión.

Su sobrino sostuvo la misma postura, si bien plagada de contradicciones, de acuerdo a las fuentes consultadas, para exasperación del fiscal, que hubo de repreguntar por varios detalles. Como cuando dijo que desde la balsa vieron chalecos salvavidas y trajes flotando y recogieron los primeros y no los segundos. Ante la incoherencia, acabó dando marcha atrás. Sólo se veían chalecos y alguno cogieron. Sin embargo, ni usaron la manta térmica que se supone tenía la balsa ni tampoco las bengalas porque estaban «congelados». En esa balsa, la de estribor, iba una docena de personas cuando él subió y afirma que fueron muriendo de hipotermia. Estaba rota y entraba agua. El cuerpo de uno de ellos fue rescatado en manga corta.

Su relato, como el de su tío, es que el barco no embarró, sino que el motor se paró y el oleaje lo hizo escorar . Pero, a diferencia del patrón, quien señaló que en ese momento había varios tripulantes descansando, él sostuvo ante el juez que todos faenaban arriba cuando empezaron los problemas. Incidió en que Padín dio orden de abandonar el barco con las tres pitadas y fue entonces cuando más de una docena de marineros fueron a buscar los trajes. Él se puso el suyo en un comedor mientras por delante pasaban compañeros con el equipo en la mano, de acuerdo a su declaración. Lo que no supo ya decir es si quienes fueron a por los trajes consiguieron volver al puente. Tampoco si en la balsa de babor llegó a subirse alguien . Él se dirigió a la de estribor porque era la que le correspondía. Sin embargo, no le consta que el capitán ordenase en qué neumática iría cada uno.

Koufie: Ni orden ni pitadas

El relato de Koufie dista mucho del de los otros dos. Cuenta que estaba en su camarote cuando escuchó forzar las maquinillas y notó que, pese a eso, no viraba el barco, que empezaba a escorar. Subió trepando como pudo y una vez arriba, gritos de la tripulación pidiendo soltar los amarres y el agua entrando por todas partes . En cuestión de minutos, el motor se paró. Su tesis es que primero quedó anegado.

De acuerdo a las fuentes consultadas por ABC, el marinero contó al juez que nunca le dijeron cuál era su traje de supervivencia y nunca se hizo simulacro, así que no bajó a buscarlo como sí hicieron varios marineros a los que no vio regresar, porque, intuye, ya era tarde para eso. En el agua ya había compañeros que gritaban «¡Juan, asesino!» ateridos de frío y a la balsa de estribor no llegó a subir la docena que decía el sobrino, sino nueve. En cuanto a la de babor, asegura que nadie pudo subir porque con el barco escorado era inaccesible.

En esta línea, negó que el capitán diese las tres pitadas para abandonar el Pitanxo o instrucción alguna más allá de algún grito de «¡subid, hostias! » cuando ya se estaban hundiendo. Algunos entraron en el puente a buscar trajes y ya no pudieron salir, explicó.

Rescatado ya, empezaron las llamadas. Detalló cuatro y explicó que le dijeron lo que tenía que declarar si quería volver a casa. Dijo que temía no regresar, porque su nombre, al fin y al cabo, ya figuraba en la lista de fallecidos. Que todo lo que declaró en un primer momento era «mentira». Y lo era, apuntó, porque no tenía más opción.

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