450 gramos de hachís, 20 meses en una cárcel eslovaca
David es uno de los miles de reos españoles que sonríen al ser repatriados tras «probar» una prisión extranjera
![Un funcionario en una cárcel de Europa del Este, concretamente en Ucrania](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2019/12/02/prision-ucrania-kw1G--1248x698@abc.jpg)
David lo tenía controlado. Hasta que se dio cuenta de que no. El baño de realidad le llegó a las puertas de un ascensor eslovaco, cuando se disponía a visitar a un viejo «amigo». Entre comillas porque le vendió. También porque la visita no era para tener la convencional charla sobre la familia o el trabajo que podrían mantener dos amigos. David traficaba con hachís . Lo conseguía en el sur de España y lo llevaba hasta países centroeuropeos. Aquel día le salió mal. Al abrirse las puertas del ascensor, doce policías eslovacos le tiraron al suelo y, de ahí, a comisaría. Su pecado, 450 gramos de hachís; la penitencia: se enfrentaba a entre 10 y 15 años en una cárcel que poco se parece a las de Estremera o Soto del Real.
«Estuve allí 20 meses», explica David, un andaluz -no quiere dar más detalles porque es de un pequeño pueblo- a quien su madre, nada más saber que había sido detenido, le dedicó tres palabras. «Ya te vale». «Hombre, algo sí que podían sospechar. Yo sé idiomas y veían que me iba una semana, que volvía, que me iba otra vez... y siempre tenía dinero», reconoce David, que ahora cumple condena en su casa en España, con una pulsera telemática que le controla porque se le ha podido aplicar el régimen penitenciario español tras ser repatriado.
«Quiero reinventarme. Antes era camarero y ahora quiero ser cocinero, tengo que dedicar más tiempo a encontrar trabajo», confiesa en el descanso de unas charlas sobre presos españoles en el extranjero organizadas por la Fundación Abogacía Española. Lejos del micrófono, también revela que su «amigo» le delató «por envidia». «Yo lo tenía controlado, pensaba que, con la cantidad que llevaba y si algún día me pillaban, me podía caer un año o dos en alguna cárcel de Alemania o Francia. ¡Hasta aprendería idiomas! Pero no, te confías, entras en un país en el que no conoces su legislación y te ves en una cárcel eslovaca», lamenta David, a quien esos 20 meses le han marcado de por vida.
Solo y «mudo»
Su historia es una de tantas otras. Ahora mismo, según los datos que maneja Exteriores, hay 896 españoles presos en cárceles del extranjero que, cómo mínimo, pasan las mismas dificultades que David. Que no fueron precisamente pocas hasta que consiguió volver a España. A la cárcel, pero a una española.
«La principal prueba no me la tradujeron, igual que una sentencia. Me las dieron en eslovaco, sin traducir . Tres meses después, cuando había pasado el plazo de apelación, me llegó traducida y yo me empeñé en apelar», repite una y otra vez David para denunciar una situación que podría parecer impensable en un país de la Unión Europea (UE). Más todavía cuando el Tribunal de Justicia de la UE ha repetido en varias ocasiones que la notificaciones judiciales deben facilitarse en un idioma que comprenda el afectado. «En la cárcel tampoco teníamos clases de eslovaco», añade indignado este hombre, que intentó llamar a todas las puertas posibles para intentar tramitar su vuelta a España. No fue tampoco nada fácil, porque reconocidas ONG que, como él critica, «enseguida atienden a famosos periodistas cuando los detienen», le dijeron que no podían hacer nada por él, que lo sentían. El «salvavidas» lo encontró en la Fundación del Consejo General de la Abogacía Española, que asumió su defensa y su coste.
Antes, David tuvo tiempo a hundirse y a verse metido en un callejón sin salida. «Pasé una depresión y estuve medicado. Estuve en la peor cárcel de Eslovaquia, me pasaba 23 horas al día encerrado , sin agua caliente ni electricidad. Tenía ansiedad, sentía que no podía respirar y que me iba a desmayar», relata David, quien también denuncia que en su celda «no veía» la luz del sol. Por eso recuerda que, cada vez que oía en una cárcel española que la comida era muy mala o alguna queja similar, por su cabeza pasaban aquellos días en Eslovaquia en los que pudo masticar el sabor de una vida arruinada por culpa de 450 gramos y un puñado de euros.
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