Una de las españolas procedente de Perú: «He soñado con este día todos los de mi vida»
Un total de 67 personas llegaron este viernes al aeropuerto de Barajas-Adolfo Suárez, entre los que hay presos y españoles que han sido trasladados por razones humanitarias

«He pasado diez años en la cárcel en Perú. Es imposible contar lo mal que me lo he pasado . Hay que vivirlo para saberlo. Si no tienes dinero te maltratan, te pegan palizas, hay que pagar hasta para salir de prisión». «Estoy bien aunque un poco estresado porque ha pasado mucho tiempo desde que me fui de España y no sé cuál será la reacción de mi familia».
Son las declaraciones de dos españoles , Juan López y Mario Gutiérrez (nombres ficticios), ambos de Madrid, que han cumplido condena en Perú (el primero en mayo del año pasado y el segundo hace solo cuatro meses). Ayer volvieron desde Lima a casa. Ambos pidieron no desvelar su identidad debido a que parte de su familia no sabe que han estado en la cárcel.
Ambos forman parte de un total de 67 reclusos que llegaron ayer al aeropuerto de Barajas-Adolfo Suárez a las 14 horas fruto de un acuerdo entre el Gobierno español y el de Perú. La terrible situación de las cárceles en el país latinoamericano ha motivado, en parte, este traslado. La intención es que los españoles cumplan condena en nuestro país y eviten así la difícil situación que se vive en los penales peruanos en cuanto a atención sanitaria, hacinamiento, etcétera.

Juan López, que ha cumplido una condena de diez años, confiesa con hondo llanto que no veía la hora de llegar para ver a su madre . «La echo mucho de menos. Quiero verla, quiero volver a España, aquí no hay futuro». Este español llegó a Perú con una maleta cargada de cocaína: «Me pillaron en el aeropuerto con 12 ladrillos de kilo y pico cada uno». Asegura que él no sabía cuánto había ni lo que llevaba. «Estaba ya todo arreglado, yo solo cogí la droga y me la llevé». López confiesa que no lo hizo porque pasara hambre, pero su sinceridad está cargada de arrepentimiento: «No tenía problemas económicos; lo hice por tonto, por avaro, por tener cuatro euros más en el bolsillo». Ahora solo se centra en el futuro , en buscar un trabajo e intentar, una vez establecido, traerse a su novia peruana. «Ha sido mi bastón todo este tiempo».
Los 67 españoles cargan con diferentes mochilas . Hay 31 presos, que continuarán cumpliendo condena en cárceles españolas y otros 31 que son trasladados pro razones humanitarias; es decir, que han estado en prisión (la mayor parte de ellos) y, al salir, se han quedado en la calle. En este grupo hay casos puntuales como el de Sabrina Kuku, una joven barcelonesa de 36 años que se quedó «atrapada» en Perú y no cometió ningún delito. Es madre de una bebé y llevaba diez años en el país en situación irregular . Finalmente, podrá volver a casa gracias a la ayuda de la Embajada española. Los cinco restantes tienen la pena conmutada y solo les tocará asumir ciertas obligaciones con la autoridad.
«Llegué el 10 de octubre de 2008 a Perú cansada de trabajar como camarera en la noche en Barcelona. Me enamoré del padre de mi primer hijo y cuando me quedé embarazada fue cuando decidí quedarme . Fueron ocho años viviendo ilegalmente. Tuve oportunidades laborales, pero todas sin contrato, y todo el dinero era para mantener a mi hijo. Quise volver pero no pude. Yo también he estado presa de alguna manera, pero en un país del que no podía salir», revela Sabrina.
Al quedarse embarazada por segunda vez de una niña —que cumple este sábado seis meses— pidió ayuda a la Embajada que, ante el desamparo, no dudó en llevarla a una casa de acogida y tramitarle los papeles para, definitivamente, volver a España».
Regresa después de diez años; lleva en total catorce sin ver a su madre y tres sin ver a su primer hijo, que está con su padre y que pudo volver antes que ella al haberse casado con una española. «Estoy un poco abrumada, pero lo único que quiero es llegar; he soñado con este día todos los de mi vida. Quiero estabilidad, un hogar, el que nunca tuve, recuperar la sensación de tener un armario que es mío, o una casa cuyas paredes tienen marcas de cuadros por el tiempo que llevan allí. No he vivido eso jamás», lamenta.
Mario Gutiérrez tiene 47 años, cumplió seis años y ocho meses de condena e insiste, una y otra vez, en no desvelar su identidad porque su hijo, de 15 años, no sabe que ha estado en la cárcel por tráfico de drogas. «No quiero que cambie el concepto que tiene de mí». Pero también insiste en que tanto él como muchos de los que salen de la prisión son «gente normal». «Hay de todo, abogados, ingenieros de telecomunicaciones...» Él era autónomo, se dedicaba al negocio de la construcción y la crisis echó por tierra todo su trabajo. «Me iba bien y empecé a gastar, tal vez más de lo que debía». Ello lo impulsó a ponerse ropa impregnada de coca para llevar a Perú. Con todo lo que vivió tiene claro que no volvería a hacer. «Pienso replantear mi vida, pienso en los que han muerto por la droga, en los que se quedan aquí... Llego a España muy cambiado».
Sensación de cambio es la que tiene también Mercedes López Fernández, coordinadora penitenciaria (aunque ella prefiere llamarse «coordinadora de la esperanza») en la casa de acogida para exreclusos y personas vulnerables cedida por el Obispado de Callao, frente al que actualmente hay un español, monseñor José Luis del Palacio. «Los conozco a todos -dice Mercedes- y doy gracias a Dios por el hecho de que algunos se puedan marchar; estaban muy mal, aquejados de salud, metidos en las drogas... Estoy contenta porque todos los que están aqui desde que han salido han engordado, tienen una actitud diferente, quieren hacer las cosas bien, valorar lo que sus familias hicieron por ellos».
Mercedes es española y lleva 37 años en Callao, una ciudad ubicada en el centro-oeste de Perú dedicada íntegramente a cuidar de estas almas que vienen a recuperar sus vidas. Trabajaba en L'Oreal y tenía la vida resuelta pero algo, Dios dice ella, cambió sus planes. «Hay que preguntarle a él por qué me trajo aquí, tenía la vida resuelta y, a mis 24 añitos hice un retiro y mi vida cambió por completo. Seguiré hasta que el Señor me lo diga».
Noticias relacionadas