En busca del centro perdido

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han decidido pivotar sobre la centralidad, donde habitan PP y C’s, pese a que sus acuerdos cristalizan políticas extremistas

En busca del centro perdido abc

mayte alcaraz

«Una cosa es la bandera y otra apoyar a partidos extremistas». Ayer Mariano Rajoy le recordó a Pedro Sánchez que con la retórica no se ganan las elecciones. El jefe de Ferraz es consciente de que la mayoría sociológica de España no comulga con ideas extremistas. La puesta en escena del domingo de su candidatura a La Moncloa fue un claro ejemplo: abrazar sin complejos símbolos que representan a todos los españoles es una manera de a cercarse al preciado centro , sin el que nunca se ha gobernado nuestro país. Pero el secretario general socialista tiene poco tiempo para esconder debajo de la mesa los añicos del espejo roto de las alianzas autonómicas y municipales con Podemos y grupos independentistas. El domingo cogió la escoba y recogió lo que pudo de aquel espejo en el que se miraba el PSOE de Felipe González y hallaba una imagen moderada y centrista capaz de enamorar al 35% del electorado y consolidar catorce años de Gobierno.

Hoy, ese espectro ideológico se ha reducido a un 26% por culpa de la crisis económica que ha acentuado los perfiles izquierdistas de los votantes. Pero un 26% todavía quita y pone gobiernos. Al líder socialista se lo dicen a gritos intramuros: una cosa es echar al PP del poder y otra representar un papel de fuerza de gobierno, sólido, responsable, moderado y capaz de aglutinar el centro político que, pese a la bajada de apoyos, sigue siendo fundamental. Es decir, otra cosa es convertirse en un hombre de Estado.

Por eso, tanto Pedro Sánchez como su socio municipal y autonómico, Pablo Iglesias, han decidido inopinadamente pivotar sobre la centralidad, pese a que los acuerdos que han suscrito cristalizan políticas extremistas: los Ayuntamientos de Madrid, Barcelona y Valencia son claros ejemplos de discursos y prácticas contradictorias. Concejales okupas, mensajes racistas y violentos y postulados excluyentes son la antítesis de partidos tolerantes y moderados. Pero, aun así, uno y otro quieren virar el rumbo, aunque solo sea en lo formal, allí donde PP y Ciudadanos habitan .

Si ganaron González, Aznar y Rajoy desde la transición hasta aquí lo hicieron desde posiciones de centralidad. No tanto Zapatero que recogió un voto irritado de izquierda, en muchos casos manipulado tras la tragedia del 11-M. Por eso, todos los candidatos parecen haberse conjurado para coincidir en el centro . Solo uno de los cuatro líderes que concurrirán a los comicios generales de finales de año lo sabe por experiencia propia. Ese es Mariano Rajoy. El jefe del Ejecutivo lo enfatizó en su esperado discurso ante el comité ejecutivo de su partido el pasado jueves. «Nuestro voto -se lamentó- se ha perdido claramente por el centro y por la abstención».

De hecho, el presidente del Gobierno ha nombrado un equipo joven que ejemplifica ese talante que a él también lo define: Andrea Levy, Javier Maroto, Fernando Martínez-Maíllo y Pablo Casado abundarán en ese discurso, que va más allá de arrojar la corbata al cesto de la ropa o sonreír mucho. Casado lo apuntaló el domingo en ABC: «El PP debe defender el centro con humildad» . El centro de nuevo.

La autocrítica del PP reflejaba un reproche a su abandono del terreno político en el que se ha movido con precisión de relojero, y con algún éxito el 24-M aunque no el esperado , su principal competidor en el centro-derecha, Albert Rivera. «Vamos a formar la tercera vía en toda España», ha insistido el líder de Ciudadanos, que ayer comenzó su carrera a la Presidencia, con la intención de atraer sufragios ajenos al populismo y a la radicalidad .

Curiosamente el otro partido emergente quiere disputarle no solo al PSOE sino también a Ciudadanos esa bolsa de apoyos. El paradigma del extremismo, Podemos, se ha suscrito a un discurso pretendidamente menos agresivo , que sus competidores califican de puro tactismo. El equipo de Pablo Iglesias, en el que Iñigo Errejón ejerce como cerebro de la estrategia electoral, es consciente de que sus seguidores en la izquierda son legión. Pero también de que sin conquistar el voto de centro nadie ha conseguido llegar a la Moncloa. Pero los hechos reducen ese intento a pura retórica. Ayer mismo, el líder antisistema calificó de «tragedia» que 500 asesinos etarras vivan lejos de sus familias.

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