análisis

Tres millones de votos

PP y PSOE luchan por mantener tres millones de electores cada uno. Podemos quiere esos seis, más un millón y medio de IU

Por Manuel Marín

Es la cifra de moda en los cálculos de los partidos. Tres millones de electores como objeto de deseo. El Partido Popular ha iniciado una precampaña de recuperación de su imagen basada en los tiempos tranquilos de Mariano Rajoy pese a la guerra interna de nervios y la impaciencia por la proclamación de candidatos. Génova fía su apuesta a que hay tiempo para recuperar la inmensa mayoría de los tres millones de electores que en 2011 dieron su confianza al PP y que ahora aparentemente se negarían a hacerlo.

La tibieza contra la corrupción y la percepción de un liderazgo diluido; la renuncia a promesas que en el programa del PP figuraban como principios irrenunciables de un código identitario del centro-derecha; y la sensación de que a fin de cuentas la superación de la crisis se ha basado en meter la mano en el bolsillo de la clase media, han desgastado al PP hasta el punto de «perder» tres millones de votos.

Hoy los ministros, los presidentes autonómicos, los secretarios generales, los alcaldes… hasta Rajoy retoman las entrevistas y la aparición en las tertulias que tanto poder -aún ficticio- han regalado a partidos como Podemos . Ya no quedan muchas excusas para huir de explicaciones a la opinión pública ante la evidencia de que hay prisa por recuperar el tiempo perdido.

La ventaja de Rajoy es que ninguna opción política asoma por la derecha. Vox es un partido sin estructura, visibilidad ni liderazgo. La desventaja… Ciudadanos. Albert Rivera ha decidido convertir su formación de protesta contra el nacionalismo en Cataluña en una alternativa de alcance nacional. Su discurso pulcro y realista, su defensa sin complejos de la unidad de España, su frescura con tintes de centrismo progresista y su intransigencia con la corrupción amplifican sus simpatías y afectos. Es un Podemos civilizado y sin histerismos, aun sin haber demostrado capacidad alguna de gestión. Consciente de que la ley D´Hont penaliza al tercer partido -y más aún al cuarto-, Ciudadanos busca tres millones de votos que le concedan una treintena de diputados para iniciar una carrera de fondo a más legislaturas vista.

A su izquierda está UPyD, un proyecto personalista surgido de una escisión del PSOE, ideado a imagen y semejanza de Rosa Díez , y cuyo descaro se va agotando entre acusaciones internas de autoritarismo y megalomanía. Llamada hace solo cuatro años a ser una «bisagra» del bipartidismo capaz de alzar o vetar gobiernos, hoy los sondeos certifican su declive. Podemos por la izquierda y Ciudadanos en su misma frecuencia ideológica socavan su credibilidad como proyecto nacional. Su búsqueda de los tres millones que certificarían su consolidación es hoy una pura entelequia.

El PSOE es el partido que junto al PP probablemente disponga de más voto oculto no identificable de momento... y probablemente hasta quince días antes de las urnas. Su fuerte es Andalucía. En Cataluña, Galicia, el País Vasco, Navarra, Baleares, Murcia, Castilla-León, La Rioja, Canarias… se diluye enfrascado en pugnas internas, ambiciones insatisfechas y renovaciones fallidas. El PSOE que ha heredado Pedro Sánchez es una caricatura de sí mismo, una víctima de su propia indefinición programática. Solo un éxito en Madrid y en la Comunidad Valenciana le concederían crédito para afrontar con un mínimo de garantías un otoño sin crisis de liderazgo y evitar así la degeneración del PSOE hacia lo residual. También calcula en tres millones la cifra de votantes ocultos que pretende mantener, al menos para no reducir sus 110 escaños y conjurar la «fuga de los desesperados» a Podemos.

A su vez, el partido de Pablo Iglesias lucha contra sus paradojas y desorganización. De gozar de una campaña gratuita y sobredimensionada, basada en un efecto imán contra un sistema viciado, han pasado a la cruda realidad. Movilizar a 100.000 personas en Madrid es a la vez un vaso medio lleno y medio vacío. Hoy ya no garantiza las soberbias audiencias televisivas de hace unos meses ni pingües beneficios para sus mentores mediáticos. La pureza anticasta decae en términos de imagen y sus líderes mienten o se esconden. Incluso, alguno se forra sin aclarar cómo.

Su mérito consiste en haber desguazado a IU en seis meses. Su defecto, el de renunciar a ser el partido transversal de la indignación sin ideología. Hoy presumen de liderar la extrema izquierda sin matices, lo que equivale a perder hipotéticos votos de una facción del centro-derecha hastiada de Bárcenas , las tarjetas black y los bolinagas de turno. Podemos busca los casi tres millones de votos que el PP cree tener en el aire, los otros tres millones que ven en Pedro Sánchez el holograma de una socialdemocracia a la deriva y el millón y medio que logró la Izquierda Plural en las europeas. Demasiada apuesta para una jugada. ¿Izquierda Unida? Como decía aquel... Dios les bendiga.

Tres millones de votos

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