Albert Rivera
Acertó mucho, se equivocó en el momento crucial
Tras el mal resultado el 10-N, Albert Rivera pone punto (¿y seguido?) a su vida política que inició el verano de 2006
Rivera volverá a ser Albert . El fundador y único presidente de la mayor experiencia política en España del centro ideológico (desde la descomposición de UCD en 1983), liberal progresista en su origen (2006), y liberal conservador ahora (a partir de 2016), dijo ayer adiós a la vida política. Ni la presidencia de Cs, ni el escaño en el Congreso de los Diputados, ni un puesto de relevancia en la formación naranja. Trece años desde aquel verano de 2006, cuando los seguidores de quince intelectuales que rompieron los moldes del nacionalismo asfixiante que el PSC heredó de CiU, reunidos en un hotel a las afueras de Barcelona, decidieron crear Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía. El azar se alió, entonces, con la mejor elección y el orden alfabético se hizo por nombres y no por apellidos. Nació Albert .
« Estuvo relajado, liberado. Fue Albert . Más que Rivera», confesaba a ABC, ayer, analizando la comparecencia pública del líder saliente de Cs, uno de los fundadores del partido y con cargo institucional en la actualidad. Como él, una decena de personas recordaron a este diario –siempre manteniendo la confidencialidad– los inicios de de Cs y Albert Rivera. Indisociables. El partido es él. Sin él, Cs hubiera nacido pero no habría sido lo mismo. ¿Mejor? ¿Peor? Nadie lo sabe. Discutir sobre esto, ahora, es ya solo cosa de las largas y tediosas tertulias políticas de las radios y las televisiones.
Cuatro meses después de tomar las riendas del experimento antinacionalista (nacido para luchar contra la podredumbre pujolista, eliminar la inmersión lingüística obligatoria en las escuelas y, entre otras cosas, regenerar la política; «un arma de auxilio», dijo ayer una exlíder de Cs), en el mismo 2006, Albert, de la mano de Antonio Robles (entonces secretario general) y José Domingo entraron en el Parlamento de Cataluña al son del cántico: «Toma tres TV3» . Se volvió a escuchar español en la Cámara catalana.
Albert se mantuvo siendo Albert y con 26 años –y hasta la fecha, con 40– se tuvo que acostumbrar a llevar escolta. Aprendió a encajar los golpes políticos. No hay mejor escuela dialéctica –él, que ganó el Campeonato de España de Liga de Debate Universitario– que ser antinacionalista en el Parlamento catalán con tres diputados. Repitió éxito en 2010 (con Carmen de Rivera y Jordi Cañas). No sin antes pasar por el trago, y el error, de Libertas en las elecciones europeas de 2009 y la candidatura al Congreso por en 2008 (algo poco publicitado).
La cita de 2010 fue el punto de inflexión y solo dos años después, con un partido a nivel autonómico a su medida, multiplicó por tres los resultados. En 2015 ya no se presentaría, dejando paso a Inés Arrimadas, que está por ver si le sucede también tras la debacle del 10-N. Albert se había convertido, ya, en Rivera. Su mirada se fijó en La Moncloa y desdibujó el motivo por el que se creó Cs: que PSOE y PP no dependieran de los partidos nacionalistas e independentistas. De ahí que su gran error fuera –incluso con una pinza en la nariz– no asegurar a Pedro Sánchez la gobernabilidad de España tras el 28-A. ¡180 escaños!
Tras su salida, una gestora y congreso del partido. A ver cómo se les explica a los que no conocen los inicios de Cs que el partido no nació ayer. «Albert es muy joven. Dentro de diez años, un mundo en política, tendrá solo 50. Veremos si lo de ayer no es un punto y seguido ». Los que conocieron a Albert y a Rivera, ayer, resumían la situación con una palabra: «Tristeza».
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