Grande Marlaska, en un calendario que denunciaba el abandono de los galgos./ R.C.
Nadador e hipocondriaco
En la piscina
Todos los días nada una hora antes de ir a trabajar. Flaco y fibroso, aparenta una forma física excelente, aunque admite ser un hipocondriaco contumaz. Siempre ha tenido perro (y gato) en casa y es un activo defensor de las causas de los animales. Hace tres años posó junto a personajes como Jorge Javier Vázquez, Alaska o Malú en un almanaque que denunciaba el abandono de los galgos.
Abogado
Estudió abogado economista en Deusto e intentó sin éxito una beca en Brujas para preparar unas oposiciones a funcionario de la UE. Trabajó un año en una empresa antes de hacerse juez.
2 veces ha estado en el punto de mira de ETA, primero en el del comando que mató en 2001 al juez José María Lidón, un atentado que él recuerda como el peor momento de su carrera, y luego, en 2008, cuando por casualidad la banda descubrió que solía pasar parte de sus vacaciones en una casa de Ezcaray (La Rioja).
Ha mimado a las víctimas del terrorismo, que saben que tienen hilo directo con él
«Es como alguien que está enfermo y que sabe que algún día le pueden dar una mala noticia y, en efecto, se la dan». Fernando Grande Marlaska (Bilbao, 1962) reaccionó así la primera vez que le comunicaron que estaba en el punto de mira de ETA. El episodio, que no sería el único, ocurrió en el año 2000, cuando todavía trabajaba en la capital vizcaína y salía todos los días a pasear a su perrita por las calles próximas a su domicilio. A partir de entonces tuvo que aprender a vivir con escolta mientras 'Cira' se acostumbraba a corretear por las aceras y husmear en los alcorques sin la sombra protectora de su amo.
Es probable que fuese un gesto aparentemente tan nimio como el de no poder sacar a 'Cira' el que precipitó su decisión de trasladarse a Madrid. La sombra que el terrorismo proyectó sobre la sociedad vasca era tan densa que a veces solo el chispazo de lucidez activado por uno de esos pequeños detalles permitía vislumbrar la realidad. Era el año 2003 y para entonces Grande Marlaska ya había despejado todas sus dudas. En lo profesional había descubierto que su vocación era la judicatura y en lo personal, que Gorka, un filólogo con el que convivía, era la persona con la que quería compartir el resto de su vida. Así que la pareja vendió la casa de Bilbao, cogió su perra y se fue a vivir a Madrid a pesar de que eso implicaba, entre otras muchas cosas, un futuro laboral más incierto.
«Somos vascos, pero allí todo gravita en exceso sobre el tema del nacionalismo», comentaría a propósito del traslado años después en una entrevista concedida a la escritora Rosa Montero, en la única que ha hablado sin tapujos de su vida personal. «Las relaciones profesionales, las personales, el aire que respirábamos en la calle, todo estaba atrapado dentro del binomio nacionalismo sí, nacionalismo no, ETA sí, ETA no. Y al cumplir 40 años decidimos que queríamos vivir en una sociedad en la que el día a día no estuviera absolutamente acaparado por eso».
Grande Marlaska, un tipo fibroso que cuida su imagen con trajes de corte moderno y un peinado cuidadamente desenfadado, empezó su nueva etapa en un simple juzgado de instrucción, pero a los meses aprovechó una vacante provisional de Baltasar Garzón para dar el salto a la Audiencia Nacional. «El de Bilbao», como era conocido entonces entre el personal del juzgado capitalino, no tardó en hacerse un hueco en su nuevo destino. La combinación de solvencia jurídica y conocimiento de los resortes del entramado etarra adquirido sobre el terreno hizo de él una pieza clave en el engranaje contra el terrorismo.
El magistrado había dado ya muestra en Bilbao de su resistencia a cualquier adscripción ideológica haciendo oídos sordos a los cantos de sirena de las asociaciones de jueces de distinto signo. Su comportamiento en la Audiencia Nacional refrendó su voluntad de mantener su propio rumbo con independencia del viento político que soplase. Fue el primer juez que encarceló a Arnaldo Otegi como líder de Batasuna y también actuó con contundencia contra las 'listas pantalla' que la izquierda abertzale activó en sucesivas convocatorias electorales.
Instruyó además la causa que impidió la excarcelación del etarra Iñaki de Juana Chaos, posibilidad que había sembrado una gran alarma mediática, y capitaneó sin que le temblase el pulso la controvertida investigación del chivatazo policial a la red de extorsión de ETA asentada en el bar Faisán de Irún. Otra de sus intervenciones más contestadas fue el archivo de la causa por el accidente del Yak que costó la vida a 62 militares.
No tardaron en lloverle críticas de todas las esquinas del mapa político. Forjado como estaba en el acoso sistemático que la izquierda abertzale solía ejercer sobre los jueces en el País Vasco, aguantó el chaparrón con gesto imperturbable. «Si en algún momento hubiera visto que la presión social me mediatizaba, me habría preocupado muchísimo», ha comentado al respecto. Quienes le conocen destacan su exquisita cortesía y su cordialidad en el trato. Entre las víctimas del terrorismo tiene una gran reputación por el calor humano que transmite. Más de un vez, cuenta una de ellas, ha descolgado personalmente el teléfono para interesarse por alguien que atravesaba por un momento delicado: «Para nosotros es una garantía saber que siempre hay hilo directo con él».
A Grande Marlaska se le conoce también por abordar su condición de homosexual con una sinceridad que ha roto esquemas. Al poco de contraer matrimonio con Gorka, su pareja, la revista 'Zero', dirigida a una audiencia gay, se hacía eco del enlace. Además, él mismo hablaba abiertamente de su idilio: «Gorka y yo nunca hemos ocultado nuestra relación, sin hacer proselitismo ni exhibicionismo siempre lo hemos llevado normalmente, como cualquier pareja heterosexual».
También siente que le brota un sarpullido cada vez que alguien habla de él como un juez-estrella y es poco amigo de exhibirse en público, pero siempre está dispuesto a echar una mano cuando se trata de asuntos 'serios'. Así, no dudó en prestar su imagen a una campaña que fomentaba el uso de preservativos entre los homosexuales en la que también participaron Boris Izaguirre y Jesús Vázquez. Ni en otra contra el abandono de los galgos: en 2009 adoptó a 'Tita', hallada con sarna y raquitismo en un barrio marginal de Madrid.
Puede que esa sinceridad haya violentado alguna que otra sensibilidad entre los espíritus más conservadores de la magistratura, pero la sangre no ha llegado al río. «Me siento muy querido en la Audiencia Nacional, casi me apabulla lo que me quieren y lo mucho que me respetan». Lo habitual es que un personaje con su poder se hubiese granjeado un montón de enemigos, pero ya empieza a quedar claro que tampoco en eso Grande Marlaska se atiene al canon. Aunque algunos de sus compañeros discrepen de sus resoluciones, hay unanimidad a la hora de reconocer su entrega y su capacidad resolutiva en el plano profesional, y, sobre todo, su calidad humana. «No es de esos jueces encerrados en sí mismos, es sociable y no duda en pedir consejo o en echar una mano a quien se lo reclama», cuenta un magistrado que ha trabajado años con él.
La 'Vía Nanclares'
Su carrera profesional, meteórica, le situó hace un año en la presidencia de la Sala Penal de la Audiencia Nacional, un puesto clave en la lucha judicial contra ETA. Desde allí ha hecho todo lo posible por dar un impulso a la 'Vía Nanclares', paraguas bajo el que se agrupan los presos que se han desmarcado de la banda y que han reconocido el daño causado. Son una treintena que han optado por una solución individualizada frente a los más de 600 que siguen en bloque la ortodoxia de la organización. El juez proporcionó un buen empujón a esa estrategia, puesta en marcha por el Gobierno socialista, al otorgar unos discutidos permisos de fin de semana a Valentín Lasarte y Joseba Urrusolo Sistiaga, este último el disidente de ETA que más peso tiene. Buen conocedor del imaginario de la izquierda abertzale, Grande Marlaska despliega los beneficios de la legislación penitenciaria para engrosar la lista de reclusos que se desmarcan de la banda.
Es probable que el magistrado experimentase algo muy parecido al dolor físico al comprobar el pasado lunes la desolación que el fallo del Tribunal de Estrasburgo sobre la 'doctrina Parot' ha causado entre muchas víctimas. Pero si algo tiene claro es que la ley no se puede contaminar con los sentimientos, y por eso la sala que preside ya sentó un precedente el pasado día 11 al no aplicar la 'doctrina Parot' al etarra Márquez del Fresno, adelantándose de esa forma al pronunciamiento de Estrasburgo. Ahora será la misma sala la que deberá resolver la cascada de recursos anunciada por los presos afectados. Habrá que ver si también esta vez Grande Marlaska es capaz de ir por delante.