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El elevado nivel de abandono escolar en España, el más alto de la UE, complica la mejora de la productividad y la rebaja del paro
26.01.13 - 17:21 -
El país con el más elevado nivel de transplantes del mundo, con la mejor escuela de negocios, la mejor liga de fútbol, el décimo primero en ciencia o el que tiene uno de los mejores sistemas de salud ostenta el más elevado índice de fracaso escolar de los menores de 25 años en Europa. Se trata de España, donde el paro se acerca a los seis millones de personas, con una de cada cuatro personas sin trabajo, y donde el Gobierno ha emprendido una carrera de reformas muy polémicas para intentar frenar la destrucción de empleo, que parece imparable cuando los recortes son noticia cada día.
Los expertos están de acuerdo en que uno de los más importantes desequilibrios que está detrás de las ineficiencias de la economía nacional se encuentra en la educación. Y es que el 26% de los menores de 25 años abandona sus estudios en España antes de realizar el ciclo de enseñanza secundaria superior, que es considerado por los especialistas como el nivel que marca el abandono escolar. Se trata de un nivel solo superado en la UE –donde la media es del 13,5%– por la modesta Malta, que tiene el 33%. Hasta nuestro vecino Portugal, con índices de desarrollo en general muy por debajo de los españoles, está en mejor posición, con el 23%.
Aunque no puede hablarse de una relación directa entre las tasas de abandono escolar y el nivel de paro, lo cierto es que más de la mitad de los desempleados tiene un bajo o nulo nivel de formación y que está muy extendida la opinión de que ambos factores están íntimamente relacionados, burbujas de la economía aparte. Por eso, cuando se adoptan medidas para facilitar el despido, para mejorar la productividad y elevar la flexibilidad en el mercado laboral, etc., hay quien echa en falta que no se aborde este problema con la misma decisión y urgencia. Y como la cuestión del abandono escolar no se soluciona en un año ni en cuatro, no ven a los Gobiernos, que no suelen ver más allá de las próximas elecciones, dedicar a este capítulo toda la atención y energía que realmente merece, ni la capacidad de diálogo y de pacto aconsejables.
Ventajas de la crisis
En los últimos años la crisis ha hecho más para frenar el abandono escolar que las políticas oficiales. Como los jóvenes no tienen trabajo ni esperanzas de conseguirlo –la tasa de paro, a la espera de la EPA del cuarto trimestre de 2012, se encuentra entre los menores de 25 años en el 55%–, optan por continuar sus estudios.
En los años del ‘boom’ de la construcción, un sector en el que buena parte de la mano de obra no requiere de titulación y donde el oficio se aprende a pie de obra, el abandono escolar llegaba al 32%.
Si el problema no se resuelve, la economía avanzará coja y España no tendrá más remedio que, en el mejor de los casos, seguir renqueando sobre la estela de las más avanzadas, porque su población activa no tendrá la capacidad para aprender ni para desarrollar las tareas que requieren una sociedad y unos sectores de actividad modernos. Los expertos piensan que las adelantadas sociedades occidentales no pueden dar ocupación a más de un 15% de población laboral sin formación. Tal vez a esa circunstancia se deba en parte que cuando la burbuja inmobiliaria convirtió a España en el motor de la actividad en Europa, cuando se ‘importaba’ mano de obra a un ritmo sin precedentes, y cuando las vacantes en las empresas se contaban por decenas de miles en comunidades autónomas como la vasca por falta de personal especializado, las cifras de desempleo no pudieran bajar nunca de 1,76 millones, ni de una tasa del 7,95%%.
La elevada proporción de abandono escolar está también detrás de los históricamente altos niveles de paro juvenil. Seguramente por ello, el desempleo de los menores de 25 años siempre ha sido muy difícil de rebajar, incluso en los tiempos del boom de la construcción. Así, ni cuando en 2007 estaba en su apogeo este sector y daba ocupación a toda una generación de jóvenes con débil o nula formación, pudo bajar del 17,9%, cifra que duplicaba la tasa general de paro y que estaba también entonces entre las más elevadas de Europa.
En todos los niveles de edad
Las estadísticas de Eurostat permiten también mirar la misma realidad desde una perspectiva diferente; la de la población que ha terminado al menos el ciclo de formación secundaria superior, por debajo de la cual se considera que hay abandono escolar. En este caso se trata de las personas que tienen entre 25 y 64 años, es decir los no incluidos en el apartado de jóvenes. Y el problema se repite desde esta perspectiva. España, pese a su elevada proporción de titulados universitarios –29%, una de las tasas más elevadas de la UE, que tiene una media del 23,7%– ostenta de las tasas más bajas en este apartado, con el 54% de la población, mientras que en esta ocasión Portugal y Malta tienen el 35% y el 31% respectivamente.
Alejados de Europa
¿Y cuál es la situación en los países con reducidas tasas de paro? El primero en despertar la curiosidad es Alemania, que ha sido capaz de mantener elevados niveles de empleo pese a la crisis, que marca un 86% de la población con estudios de ese nivel, para una media europea del 73,4% (datos de 2011, últimos publicados por Eurostat). Pero hay otros que están por encima de esa cifra. Así Estonia, República Checa, Lituania, Polonia o Eslovaquia superan o se acercan al 90%. En Francia, esa tasa es del 72%, y en Italia, del 56%, mientras que Reino Unido tiene 76%.
Estos son solo unos pocos argumentos de los escépticos con algunas de las medidas del Gobierno para atajar la epidemia del paro, y no voy a ocultar que entre ellos abundan los sindicalistas. Tal vez, custionan, no se trate de tanto –o no sólo– de despedir mejor y más barato; de trabajar más horas, ni de recortar derechos laborales, sino de adoptar medidas que actúen sobre la mejora de las capacidades de los trabajadores. Así, parafraseando a Bill Clinton en aquel histórico debate con George Bush, padre, podría decirse, al hablar de los grandes problemas del país: «¡Es la educación, estúpido!».
¡Es la educación, estúpido!
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