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Implacable en las negociaciones, huidizo, deportista, con aspecto de dandi trasnochado... La agitada vida de Bárcenas, el hombre discreto que ha puesto contra las cuerdas al PP
19.01.13 - 22:29 -
El alpinista insaciable
Luis Bárcenas, en una imagen de archivo./ Reuters
Hasta hace cuatro años, Luis Bárcenas Gutiérrez era un tipo tan discreto y huidizo que apenas existía. En su pueblo natal, Calañas (Huelva), no sabían nada de él. En Cantabria, la región por la cual fue senador durante seis años, no le habían visto casi nunca. En la Cámara alta jamás intervino y pocos recuerdan habérselo cruzado por los pasillos. El nombre de Luis Bárcenas Gutiérrez solo era conocido en los intestinos del Partido Popular.
Y en Suiza.
La estrella de Luis Bárcenas, tesorero del PP, comenzó a oscurecerse en 2009 cuando estalló el 'caso Gürtel' y encontraron unas misteriosas anotaciones en las cuentas de su cabecilla, Francisco Correa, en las que se apuntaban pagos a alguien llamado 'L.B.', 'L. Barc.' o 'Luis el Cabrón'. De pronto, Bárcenas tuvo que salir de su cómoda penumbra y se encontró dolorosamente expuesto a la luz pública, asediado por una investigación cada vez más minuciosa que no encontraba explicaciones legales para su abultado patrimonio.
En abril de 2010, al ver que la tormenta se recrudecía, abandonó el escaño, pidió la baja en el PP y se retiró «para siempre» de la vida política. Pero sus problemas no acabaron ahí: las pesquisas siguieron su curso y ahora se ha sabido que Luis Bárcenas también manejaba una cuenta abierta en Suiza en una entidad alemana, el Dresdner Bank, donde en el año 2007 llegó a acumular más de 22 millones de euros. Demasiado dinero. Demasiadas preguntas sin respuesta. Demasiada mugre alrededor. ¿Quién es en realidad este oscuro personaje que ha acabado convirtiéndose en el nuevo emblema del pelotazo?
Del Everest al 'heliski'
El primer renglón en la biografía de Luis Bárcenas se escribió el 22 de agosto de 1956 en Calañas (Huelva), un pueblo minero de 5.000 habitantes, en las estribaciones de Sierra Morena. «Dicen que nació aquí, pero nadie lo conoce. Ni a él ni a su familia», aseguran varios vecinos del lugar. Estudió Ciencias Empresariales en la Universidad Pontificia de Comillas (Icade) de Madrid, donde trabó amistad con Luis Fraga Egusquiaguirre, un bilbaíno algo más joven que él, sobrino del ya desaparecido fundador de Alianza Popular. Con Fraga compartió desde entonces clases, aventuras políticas, lecturas -ambos eran devotos de Joseph Conrad y Jack London- y, sobre todo, montaña. Mucha montaña. Los dos amigos no se contentaban con ir de excursión los fines de semana por la sierra madrileña; ellos buscaban la adrenalina de la pared vertical.
En 1987, Fraga y Bárcenas organizaron, con el apoyo de las cajas de ahorro confederadas, una expedición que trataba de abrir una nueva vía en el Everest. Formaron un valioso grupo de alpinistas con el que subieron al coloso, sin oxígeno, por la vertiente norte. Nació así la vía española de acceso a la cumbre. A su regreso se creó cierto revuelo, porque hubo quien dudó del éxito de la aventura. Pero, como asegura el histórico montañero César Pérez de Tudela, «la ruta, paralela a la japonesa, era indiscutible». Después del Everest, siguió añadiendo muescas a su piolet: escaló solo el Mont Blanc (4.810 metros) y ascendió el Elbrus, la cima del Cáucaso (5.642 metros), del que bajó esquiando. Le gusta mucho practicar 'heliski', un deporte extremo que consiste en subir con helicóptero a una cima y lanzarse desde allá con los esquíes puestos.
Un «profesional»
Su pasión por el alpinismo contrasta con su imagen pública. Devoto de los trajes de corte clásico, su silueta de dandi trasnochado, siempre impoluto, sin una arruga, con el pelo empapado en gomina, generaba suspicacias incluso entre sus compañeros de juventud, que lo veían como la quintaesencia del pijo madrileño. Sin embargo, quizá eso le ayudara a ganarse la confianza de los grandes veteranos del partido, que pronto cayeron enamorados de su seriedad y de su discreción.
Cuando Luis Bárcenas plantó la bandera española en el Everest, llevaba ya cinco años trabajando para Alianza Popular, embrión del PP. Se había incorporado al partido en 1982 y pronto se convirtió en gerente. Bárcenas ha vigilado las cuentas del PP con Manuel Fraga, Antonio Hernández-Mancha, José María Aznar y Mariano Rajoy, aunque él siempre puntualizaba que su perfil era «más profesional que político». Tal vez por eso salió indemne del 'caso Naseiro', un escándalo financiero que en 1990 se llevó por delante a Rosendo Naseiro, entonces tesorero del PP, y a su antecesor, Ángel Sanchís.
Para poner orden en las cuentas, José María Aznar recurrió entonces a un dirigente histórico, Álvaro Lapuerta (Madrid, 1927), que recibió las llaves de la caja fuerte y redobló la confianza en aquel joven alpinista tan discreto y efectivo. Hace dos años, cuando el 'caso Gürtel' acabó con la carrera política de Bárcenas, Lapuerta todavía subrayaba «su enorme preparación y rigor». Sus colaboradores le definen como un hombre de apetito frugal, amante del gimnasio, paciente y muy duro en las negociaciones. Dicen que jamás pierde los estribos. Quizá por eso los empleados del Dresdner Bank se maravillaban de la admirable flema con la que encajaba las eventuales caídas de sus valores bursátiles.
Entre cumbres alpinas y asientos contables, Bárcenas aún tuvo tiempo para casarse con Rosalía Iglesias Villas, una mujer de la que, hasta ahora, solo se sabía que tenía dos hijos y que le gustaban las antigüedades. Los empleados del banco alemán nos la descubren hoy como una señora «encantadora y simpática», que acompañaba a su marido a pasar «largos fines de semana» en coquetos pueblecitos de los Alpes franceses, como Chamonix o Val d'Isère. A veces, cuando se hartaban de nieve, cambiaban la montaña por el mar: se iban de vacaciones a las Seychelles o a cualquier otro remoto archipiélago, desde donde ordenaban por teléfono transferencias millonarias.
Por su inexplicable patrimonio, sus manejos financieros y su fastuoso tren de vida, Luis Bárcenas Gutiérrez se ha convertido hoy en el demonio titular del país. Curioso destino para un tipo oscuro, tan discreto que hace cuatro años apenas existía.
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