La pesada carga del intrusismo lastra al sector de las mudanzas
La competencia «pirata» ha abonado el desprestigio de un sector muy atomizado

Al contratar una mudanza buscamos siempre el mejor precio posible pero solemos olvidar los riesgos que corremos cuando no contratamos empresas legales que cuentan con los permisos y seguros al día. Durante la mudanza los muebles se pueden dañar y el personal que la realiza lesionarse, por lo que si todo no está en regla la responsabilidad caerá en quien ha contratado el servicio. Lo barato puede salir muy caro. Desde el sector se quejan de lo poco valorado que está su trabajo y del mal momento que atraviesan. En los años duros de la crisis se llegaron a cerrar un 40% de las empresas y aumentó el intrusismo.
«Cualquier persona que se quedaba en el paro, tuviera o no experiencia en el sector, compraba o alquilaba una furgoneta y ya era un empresario en un sector tan complejo como el de las mudanzas», explica Juan Luis Feltrero, presidente de la Federación Española de Empresas de Mudanzas (Fedem) , donde hay cerca de 300 compañías asociadas «que son las que realmente cumplen con unos cánones de legalidad, profesionalidad y seriedad». Es claro al mandar el mensaje: «El intrusismo nos está matando y nos encontramos absolutamente solos. No podemos más».
La marca Grupo Amygo surgió hace 22 años de la asociación de distintas empresas de mudanzas, algunas de ellas con 50 años de experiencia. Tal y como explica su director Comercial y de Marketing, Jesús Rodríguez, «el sector está muy atomizado y con pocos recursos para afrontar grandes proyectos. Hay poca visión de futuro y está muy desprestigiado». Con 250 trabajadores en plantilla (que se refuerza según los picos de trabajo) y un volumen de negocio que este año podrá llegar a los 13 millones de euros, este grupo ha logrado crecer «gracias a la diversificación del negocio que se divide en residencial, corporativo, oficinas y préstamo de servicios a empresas internacionales del sector», cuenta Rodríguez. Incluso en tiempos de crisis hay movimiento de mudanzas, «empresas que se van a oficinas más pequeñas y trabajadores que dejan de estar expatriados», por ejemplo. Recuerda que toda compañía que cumple con las obligaciones de licencias, permisos, seguros, cotizaciones e IVA «es imposible que te ofrezca una mudanza por menos de 1.000 euros, no salen las cuentas». Cree que el consumidor final que contrata a las empresas ilegales «no es consciente del riesgo que se juega».
De este intrusismo también se queja Juan Pablo González, gerente de Madrileña Mudanzas , especializados en las mudanzas del hogar. «Antes de la crisis había empresas buenas y ya quedan pocas que cumplen la legalidad, somos los raros del sector». Los clientes buscan lo barato «pero no se fijan en quien meten en su casa y luego se producen casos de robos», advierte. Avisa que el sector ha perdido calidad, «se compite con un 70% de empresas que trabajan mal, sin pagar la Seguridad Social o contratando a media jornada», pone como ejemplo. Y se lamenta que las inspecciones se realicen «sólo a quienes cumplimos con la ley porque somos los que pedimos permisos, nos tienen localizados, mientras que los ilegales no dejan rastro y no se les persigue».
La mudanza más habitual, de casas de 100 metros cuadrados de una familia de 4 personas , «ronda los 1200 euros más IVA si se paga en regla a los trabajadores y los permisos». Este tipo de empresas cubre cualquier desperfecto que puedan sufrir los objetos en el traslado. El personal se encarga también de embalar todo el contenido, identificar las cajas y proteger los muebles.
Inseguridad en Madrid
Pablo M. Gutiérrez, presidente de la Organización Castellana de Empresas de Mudanzas (OCEM) , alerta también de los problemas adicionales que vive el sector en la capital española con Madrid Central. «Es un mar de dudas, de inseguridad, de temores. Percibimos ciertas contradicciones en las administraciones que nos perjudican de forma grave. Con la nueva normativa se están dejando abiertas a interpretaciones demasiados aspectos, por lo que nuestras empresas no saben a qué atenerse». Y a ellos se le suman «los problemas que tenemos con los distintivos, ya que nuestros vehículos pueden ser antiguos, pero con muy pocos kilómetros».
Y desde Fedem se preguntan también cómo pueden reducir la contaminación, algo que preocupa al sector. «¿Qué tipo de camiones tenemos que adquirir?, ¿de qué combustible?, ¿están fabricados ya los que nos quieren exigir?, ¿qué ayudas se han preparado para el cambio de camiones?», cuestiona Feltrero.
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