Ren Zhengfei, fundador de Huawei: «Estados Unidos no está en posición de criticar a los demás»

En su primer encuentro con medios de habla hispana, entre ellos ABC, el magnate chino insiste en que su empresa, atrapada en la guerra comercial con EE.UU., no está al servicio de Pekín

Ren Zhengfei PABLO M. DÍEZ

PABLO M. DÍEZ

Con el logro de haber creado el líder mundial de equipos de telecomunicaciones Huawei , Ren Zhengfei pensaba vivir un retiro dorado a sus 75 años. “Pero el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, me golpeó tan fuerte que me ha obligado a seguir trabajando, sobre todo en las relaciones públicas”, ha reconocido este miércoles en su primer encuentro con medios españoles y latinoamericanos, entre ellos ABC. Invitados por la compañía a su sede en la ciudad sureña de Shenzhen, meca de la alta tecnología china, una docena de periodistas nos sentamos ante Ren Zhengfei en un gigantesco salón de clásico estilo europeo y bañado por el sol de media tarde que entra por su enorme cúpula de cristal.

Tras permanecer durante años en la sombra, el magnate chino lleva meses prodigándose en entrevistas y ruedas de prensa para explicar la situación de la compañía, atrapada en la guerra comercial que enfrenta a Washington y Pekín. Acusada de estar al servicio del autoritario régimen chino, Huawei no solo ha sido vetada en EE.UU., sino que su vicepresidenta e hija del fundador, Meng Wanzhou, lleva detenida desde hace un año en Canadá por orden de un tribunal de Nueva York que la busca por, supuestamente, haber violado las sanciones contra Irán.

Sorprendentemente, Ren Zhengfei responde a una pregunta de ABC que su arresto “no me ha afectado tanto” y que tampoco ha ido a verla a Vancouver, donde se halla en libertad bajo fianza, porque “su madre está allí cuidándola”. Más locuaz se muestra, en cambio, sobre una guerra comercial que dice no entender. “No sé si quién la empezó está ahora arrepentido ni si confía en ganar o no. Nosotros tenemos ventas cero en EE.UU., pero no me importa”, explica dibujando el número con los dedos en el aire.

Preparándose desde hace diez años para este tipo de eventualidades, Huawei ha desarrollado su propio sistema operativo, llamado Harmony o Hongmeng, para instalarlo en sus móviles en caso de que no puedan seguir usando el Android de Google por la prohibición de la Casa Blanca. Además, ya cuenta con sus propios microchips para no depender de firmas estadounidenses como Intel o Qualcomm, que desde mayo no pueden seguir comerciando con ella. Mientras EE.UU. y China siguen negociando sobre sus disputas comerciales, elevadas al rango de nueva “Guerra Fría Tecnológica”, la firma va ya por su tercera moratoria en la aplicación del veto. “Las prórrogas no nos importan. Con o sin ellas, podemos seguir avanzando. El sistema Harmony, que no será solo para los móviles, tiene un código de fuente abierta y todos los países lo podrán usar para proteger su soberanía digital”, señala con contundencia. Pero también matiza que “es solo una solución temporal” porque “no queremos excluir a nuestros proveedores de EE.UU., ya que estamos comprometidos con la globalización”.

Por ese motivo, no cree que se levante una especie de Muro de Berlín digital que separe dos sistemas informáticos incompatibles , uno chino y otro occidental. “Hoy estamos en un mundo digital y no hay muros que puedan dividir dos bloques. Eso sería especialmente inoportuno para EE.UU. porque sus empresas tecnológicas son las mejores. Si no pudieran hacer negocios con el otro bloque, sufrirían grandes pérdidas, sus resultados financieros serían peores y otras compañías las reemplazarían”, analiza sonriente.

Sin corbata, y con una juvenil chaqueta azul claro, se muestra afable y se extiende sobre cada país de los periodistas que le preguntan. Con el 5G de Huawei, promete que “España, que conquistó el mundo, tendrá la mejor red de internet de Europa”. A América Latina le recomienda “educación y formación profesional para aprovechar la inteligencia artificial en la explotación de sus recursos naturales y salir de la trampa de los ingresos medios que trajo la Doctrina Monroe de EE.UU., que la convirtió en su patio trasero y quiere seguir controlándola”. Dándole un toque personal a sus largos discursos históricos y filosóficos, recuerda sus paseos por la Barcelona de Gaudí durante el Mobile World Congress, el terreno con rosas enormes que le querían vender en Chile y la impresión que le causó la civilización inca durante su visita a Machu Picchu. Pero, ayudándose de las notas que le pasa su secretaria, despacha rápidamente las cuestiones más peliagudas sobre las acusaciones de espionaje de la Casa Blanca o la censura de internet en China. “No tengo opinión sobre eso porque cada Gobierno tiene sus leyes y tenemos que cumplirlas”, zanja la cuestión dejando claro que su compañía acata las normas de todos los países donde opera.

Comparándose con las marcas de coches, que no pueden controlar que los conductores se estrellen, se desliga del uso que el régimen de Pekín pueda darle a la tecnología de Huawei en el control draconiano de su sociedad, por ejemplo en la levantisca región musulmana de Xinjiang. “EE.UU. también vende armas a Oriente Medio. No está posición de criticar a los demás”, replica con habilidad. Pero también calma los temores insistiendo en que “Huawei no pretende influir en asuntos internos, solo ofrecer los mejores servicios y productos a sus clientes para mejorar su desarrollo económico”.

Con el fin de despejar dudas sobre la propiedad de la compañía, de la que solo tiene poco más del 1 por ciento porque está repartida entre la mitad de sus 180.000 empleados, tampoco descarta una salida a Bolsa “si fuera una buena opción”. Pero matiza que “lo que muestra si una empresa es buena o no son los resultados, no las cotizaciones en Bolsa”. Y, para terminar, insiste en que “una compañía china puede ser totalmente independiente del Gobierno en la gestión porque la ley nos ha conferido dicha independencia”.

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