Nacionalizar o no nacionalizar, he ahí la cuestión

Con un Gobierno socialcomunista como el español, no delimitar bien las medidas en Europa se puede tornar en la gatera para que las huestes podemitas entren en el accionariado de sectores críticos y se hagan fuertes ad eternum, con permiso de la CNMV

La vicepresidenta Calviño «marca» al vicepresidente Iglesias JAIME GARCÍA
María Jesús Pérez

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La Constitución es la LEY . Con mayúsculas. Esa que marca las líneas rojas en pro de una democracia sana. DEMOCRACIA también en mayúsculas, para los despistados. Líneas rojas que se dejaron por escrito para ser respetadas. Casi con sangre, sin querer hacer uso o abuso de palabrería dogmática. Eso es de charlatanes. De esos incluso capaces de dar mítines hasta por Twitter . Es la LEY desarrollada en normas de obligado cumplimiento y escritas en consenso absoluto por todos los partidos políticos. Esté decretado el estado que esté, e instaurado por el Gobierno según qué circunstancias. Como el del momento actual. El de alarma. Pero ojito con las interpretaciones y manipulaciones propagandísticas sobre tal o cual artículo de la Ley , sobre todo, de esas con derivas chavistas. Que eso de sacar de contexto artículos constitucionales ahora no toca. Empieza por lanzarse un tuit como quien no quiere la cosa y se acaba convirtiendo en decreto. La herramienta, por cierto, menos democrática que utilizan los gobiernos para imponer medidas no consensuadas por mayoría.

Y es que el «toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general ( artículo 128 de la Constitución )», que largó por las redes el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias , para dar rienda suelta a sus dogmas, no venía a cuento. Pero... consiguió abrir el melón de los temores. En un momento en el que las incertidumbres solo sirven para crear más inseguridad y miedos a terceros. Y para poner en cuarentena también la recuperación económica poscoronavirus.

Dejemos pues a un lado los mítines propagandísticos. Porque lo de nacionalizar todo lo que le venga bien al Estado , bajo la primacía del interés general del país y la construcción de un escudo social contra la crisis del coronavirus, es el mensaje que pretendía lanzar. Pero, por mucho que la emergencia sanitaria nos haya sumido en una de las mayores crisis mundiales económicas y sociales de la historia, el líder de Podemos no tendrá fácil para nacionalizar ahorros, casas o empresas privadas. Y si estas son estratégicas para el país, menos. O quiero creerlo así.

Yo no estoy en contra de la nacionalización en su amplio significado. Si hay empresas estratégicas que se caen y necesitan el apoyo de papá Estado , es razonable que se les ayude. No sería la primera vez. Lo peligroso es que un vicepresidente del Gobierno en un momento de máxima incertidumbre lance un mensaje así. Lo malo no es que intervengan empresas, sino que se intervenga el mercado. Este debe ser vigilado y regulado, sí, para que sea eficiente y no genere desigualdades, pero nunca intervenido. Eso es, no lo olviden, lo que ocurre, por ejemplo, en la Venezuela de Maduro .

Además, aunque en el estado de alarma la intervención del poder político puede activarse de forma extraordinaria, esto no implica que el Ejecutivo pueda privar el ejercicio de derechos, solo restringirlo. Y de una forma proporcionada y temporal. Así, cualquier tipo de medida encaminada a poner al servicio de las Administraciones públicas la riqueza del país tendría que suprimirse una vez pasado el periodo. Y el hecho de estar en un estado de alarma no eximiría al Gobierno de responder de sus actos ante la Justicia .

Abierto, como decía, el melón de las nacionalizaciones en España , el asunto se amplificaba el pasado jueves, tras la decisión de Bruselas de permitir a los gobiernos de los Estados miembros recapitalizar con dinero público compañías afectadas por la pandemia, lo que podría derivar, en último término, en nacionalizaciones. Si bien, para las mentes torticeras, se apresuraron a clarificar que sería el último recurso, con estrictas reglas de entrada y salida y de gobernanza. Y sin vocación de permanencia.

Ahora bien, no voy a negar que la medida europea abre la puerta a nacionalizar cualquier activo del tejido productivo que haya quedado en estado crítico por la Covid-19. O sea cualquier cosa. Casi sería más fácil hacerlo al revés y empezar por las empresas que hayan salido inmunes de la crisis. El plan, en manos de un Gobierno medianamente aseado puede resultar de ayuda para un tejido empresarial dañado. El Estado toma una participación en la compañía herida, sutura la incisión y una vez restablecida la normalidad se revierte el proceso. En España , con nuestro un Gobierno socialcomunista, esa posibilidad se torna calamidad: la gatera para que Iglesias y sus huestes entren en el accionariado de los sectores críticos y se hagan los fuertes ad eternum.

Y, por si fuera poco el desasosiego, al sector empresarial cotizado le espera la gracia de la CNMV . ¿Habrá caído en la cuenta el órgano regulador que esta semana entrante vence la prohibición de los cortos? No parece que los mercados estén lo que se dice estables y si nadie lo remedia, y actúa contra reloj en cuestión de días, podremos presenciar otra auténtica sangría en el parqué. Salvo, claro está, que nuestra siempre atenta CNMV nos diga lo contrario. Ya llegó tarde para poner coto a los cortos, si bien ahora puede resultar letal, pues ya se sabe que para que los malos ganen basta con que los buenos no hagan nada. Eso sí, Iglesias podría estar eternamente agradecido. Sabe bien que el que vence no necesita dar explicaciones. Nacionalizar o no nacionalizar..., esa es la cuestión, con permiso de la CNMV .

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