La deuda crece, ¡Y qué más da!

Somos maestros en la utilización de la primera mitad del efecto anticíclico de los presupuestos. Sabemos ponerlos a luchar contra las caídas de la demanda o contra los aumentos del paro, por ejemplo

NIETO

IGNACIO MARCO-GARDOQUI

La deuda pública en España sube cuando conviene y no baja cuando debe. Somos maestros en la utilización de la primera mitad del efecto anticíclico de los presupuestos . Sabemos ponerlos a luchar contra las caídas de la demanda o contra los aumentos del paro, por ejemplo. Pero somos catedráticos cuando se trata de contentar al respetable en los momentos de bonanza dándole sin freno al gasto. No sabemos declinar el verbo ahorrar y por eso nunca lo hacemos. Entramos en la crisis anterior con el 38,5% de deuda sobre PIB y salimos de ella cercanos al 100%. Luego, cuando llegaron los recientes años de la escasa bonanza, volvimos a aumentar el monto total de la deuda, aunque el crecimiento del PIB permitió reducir un poco la relación entre ambos.

En esta crisis del maldito bicho vamos a superarnos. Por un lado bajarán los ingresos , como consecuencia de la escasa actividad económica de estos meses de confinamiento y por otro aumentaremos los gastos, para alegría de la ministra de Trabajo, exultante ante la idea de pagar 5,1 millones de prestaciones. Le pone. Eso es generosidad, una virtud que se practica con abnegación cuando se utiliza el dinero ajeno. Ya vamos por los 1,224 billones de euros y casi alcanzamos al 100% del PIB . Solo nos resta un punto y una décima. Un récord que será efímero, pues durará hasta la siguiente publicación del dato. Total que hemos salido del procedimiento europeo del déficit excesivo pero tan solo durante un breve suspiro.

En este país ningún gobernante se ha alarmado por el constante deterioro de las cuentas públicas y nadie ha hecho pedagogía de sus peligros. La deuda crece ¿Y qué más da? ¡Si no pensamos pagarla! Si eso ha sido cierto cuando ha gobernado el PP, ni le cuento lo que va a ser con este gobierno que no se aguanta las ganas de agradar y que se enfrenta a una situación insólita. El déficit va a rebosar por sus costura y la deuda va alcanzar un volumen mórbido e hipopotámico.

Ni siquiera Europa protestará este año, pero pensar que tampoco lo hará el siguiente es pecar de optimista. Una cosa es que el BCE haya decidido comprar toda la mercancía averiada que le presenten los Estados en forma de deuda. Pero eso sucede hoy. Mañana será otro día y volverán las antiguas exigencias. ¿Y entonces?

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