Fusiones en la Banca... ¡a ver quién es el valiente que empieza el baile!
Urge pues la consolidación. Aunque, ojo, no solo en España. Y, lo dicho, más por petición «vox populi» -bueno, «vox auctoritas»- que «motu proprio»
Mucho se ha escrito sobre la «ley de la atracción» a la que se le ha atribuido ya incluso un carácter universal, inmutable y hasta omnipotente por parte de teósofos y filósofos de todo el mundo a lo largo de la historia. Y aunque dicen los «expertos» en la materia que hay una gran cantidad de hechos, observaciones y sucesos documentados que tienden a confirmar el postulado general de dicha «ley», muchos cuestionan su validez, con el argumento de que no se trata más que de simples coincidencias y casualidades que difícilmente confirman su veracidad o establecen una teoría que explique las causas de los resultados observados. El caso es que, según esta «ley», y simplificando «muy» mucho, ¡no hay más que pedir al Universo un deseo con convicción y fuerza para que éste lo conceda!
Pues bien, si por esta «ley» fuera, en España quedarían ya sólo cuatro o cinco grandes entidades bancarias desde hace dos o tres años, eso sí, más por los deseos expresos de terceros que de los propios interesados del sector. Y es que la crisis de rentabilidad que atraviesan los bancos europeos -entre ellos, claro está, también los españoles- desde el año 12 no tiene precedentes. El escasísimo margen que dejan los bajos tipos de interés para seguir sobreviviendo ya da para poco y la agudeza del ingenio de los «presis» para tirar pa’lante ya se traduce en poco más ¡y nada menos!- que en cierre de sucursales y despidos, digamos, pactados, para ahorrar el máximo de costes posible. Y, en medio, la regulación «que aprieta», que no deja tampoco mucho margen para su función más básica: la concesión de crédito. ¡Acabáramos!
Urge pues la consolidación. Aunque, ojo, no solo en España. Y, lo dicho, más por petición «vox populi» -bueno, «vox auctoritas»- que «motu proprio». Así es que vuelta al «hablamos todos con todos» y, sobre las mesas de los despachos financieros, todas las opciones posibles número a número. De momento, eso sí, todo parado. Porque con un Gobierno en funciones desde hace un año cualquier movimiento corporativo está poco menos que «prohibido». Nadie se atreve a dar el primer paso al frente. Aunque sea intentando absorber entidades medianas -Unicaja, Ibercaja, Liberbank, Kutxabank, Abanca, Bankinter, Cajamar- con las que reforzar negocio. Otra vía de crecimiento es imposible... aún. Los problemas por los que atraviesan algunos de estos bancos de mediano tamaño, junto con la caída de sus cotizaciones en Bolsa -los que están, claro-, generan el caldo de cultivo ideal para que haya concentraciones. Pero... nada de nada. Sólo tanteos. Mirando sinergias. Y números, ¡dichosos números! Lo de siempre. El Santander de Ana Botín y su asignatura pendiente en Cataluña (lo que, por cierto, le costó el puesto al anterior consejero delegado, Javier Marín, después de que se le escapara tanto Unnim como Catalunya Caixa, ambas ya en las tripas de BBVA); Caixabank, con el ojo puesto en Galicia, donde también se le escapó Abanca, en poder de Juan Carlos Escotet, que ahora lo mismo podría querer recuperar su inversión...); Popular y Sabadell revisando cifras por si terciara apostar por Unicaja (sobre todo, por su «parte» de Banco Ceiss), Ibercaja, Liberbank... e, incluso, la filial española de Deutsche Bank, ¿por qué no?
Pero, ¿por qué nadie quiere dar un paso al frente? Más cuando, de media, la mayoría vale hoy entre el 40% y el 60% de su valor en libros. A tiro, pues, más de uno. Si bien, mejor no aventurarse a fusiones entre los cinco grandes. Serían palabras mayores. Ahora bien, el pistoletazo de salida ya se ha dado. Y ha sido el propio Ejecutivo en funciones. Bueno, más bien el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), porque el Gobierno había dicho por activa y por pasiva que no iba a tomar ninguna decisión sobre el futuro de los bancos parcialmente nacionalizados (Bankia y BMN) hasta que dejara de estar «interino». Ahora, el organismo estatal ha puesto en marcha la maquinaria para fusionar ambas entidades. Y Bruselas ya ha dado el OK. Lo ve con buenos ojos. Después, tras la operación, las reglas mandan. El que la hace -dicen- la paga. Veremos. Una cosa es lo que desea uno, y otra lo que el Universo quiere. A pesar de la ¿«fiabilidad»? de la ley de atracción.
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