El equilibrio inestable de los ERTE: cómo revivir 728.909 empleos zombi

La duración de la pandemia dejará heridas profundas en la economía y amenaza con elevar el paro a niveles desconocidos en nuestro país

España era un paciente de riesgo para el coronavirus y la infección le ha afectado de lleno. Los cuidados paliativos, vía ERTE y créditos ICO, han logrado hasta ahora atenuar algunas dolencias y el tratamiento vía fondos que podrían inyectar desde Bruselas dan esperanzas de salvar al enfermo. Pero los efectos secundarios serán inevitables . España se enfrenta al reto de reconstruir su economía sin haber conseguido reponerse por completo de la anterior crisis, con unas empresas más pequeñas que el resto de Europa, el mayor déficit, una deuda disparada, el corazón económico, el turismo, paralizado y un mercado laboral con graves problemas de funcionamiento. Muchas serán las cicatrices, aunque si hay una herida que preocupa especialmente es la del mercado laboral: ¿cómo logrará el país reactivar a los 728.909 trabajadores que aún se encuentran en ERTE y, al tiempo, encontrará una ocupación para los que pronto acabarán en ERE?

Los ERTE y el cese de actividad de los autónomos han retenido de momento el empleo y el mercado de trabajo está aún sumido en una burbuja que terminará de explotar cuando la fuerza laboral protegida se tenga que incorporar a sus empresas . La cuestión ahora es saber con qué intensidad se desacelerará el crecimiento de la economía, y cómo impactará en la generación de ocupación, sin duda la variable más sensible socialmente, dado que el número de parados roza los cuatro millones.

«España tiene muchas malas condiciones de partida en el ámbito laboral. Tenemos más paro estructural, más temporalidad, más capital humano con baja formación y políticas activas más ineficientes que nuestros vecinos. Pero esto es precisamente lo que tenemos que cambiar con los fondos europeos. Hay que cambiar la regulación laboral. Si queremos converger con otros países en tasa de empleo, tenemos que hacerlo también en regulación laboral. En Europa han apostado por la “ flexiseguridad ”, aquí por la “flexirigidez”», asegura Rafael Doménech, responsable de Análisis Económico de BBVA Research.

Es conocido el impacto que tuvo en la ocupación la reforma laboral de 2012, aprobada en un escenario de devaluación salarial como principal arma para salir del periodo recesivo, pero se desconoce cómo se comportaría el mercado laboral en esta nueva crisis provocada por la pandemia. Lo que sí es ya una certeza es que el ritmo de reactivación del empleo se ha frenado de forma brusca. España destruyó 1,074 millones de empleos a lo largo del segundo trimestre del año en comparación con el primero, según la última EPA.

Esto se traduce en que la crisis sanitaria ha dejado la mayor destrucción de empleo nunca registrada en España , superando los peores datos de la crisis de Lehman Brothers . En el primer trimestre de 2009, cuando la crisis empezó a golpear de lleno a España, la destrucción de empleo no llegó a 800.000 trabajadores, muy lejos de los casi 1,1 millones de ocupados perdidos este año. En total, el número de empleados entre abril y junio fue de 18,6 millones de personas, el peor dato desde 2017. Y las cifras de destrucción de empleo son engañosas, teniendo en cuenta que no recoge el impacto de los ERTE, ya que los afectados siguen figurando como empleados aunque cobren prestaciones.

Renunciar al ERTE

Los rebrotes han complicado aún más la situación. Para muchos empresarios las bonificaciones fiscales ofrecidas por el Gobierno en los ERTE no son ya suficientes porque llevan aparejado el compromiso de no despedir. El panorama se ha encapotado desde marzo, cuando la esperanza de una crisis en «V» aún no se había desvanecido. Y desde mayo, cuando se confiaba en que el verano volvería a encender lo motores económicos, si no al cien por cien de su capacidad, al menos al ralentí. Por eso son muchos los empresarios que han hecho cálculos y han optado por renunciar a los ERTE, pagar la cotización al completo de sus trabajadores y, a cambio, tener la facilidad de adaptar su plantilla a una demanda cada vez más débil. Se trata, dicen, de ajustarse o morir.

Terreno perdido

Entonces, ¿hasta dónde llegará el deterioro de la ocupación?. El empleo es un indicador retardado del ciclo económico, que reacciona cuando lo han hecho el resto de indicadores. Los datos, por tanto, podrían ir a peor, dado que la situación económica sigue agravándose. El Banco de España ya avisó que el número de horas trabajadas, una de las variables que permiten analizar la evolución de empleo, caerá este año un 11,9%, mientras que en 2021 y 2022 apenas se recuperarán las dos terceras partes del terreno perdido.

En el escenario más adverso, el número de horas trabajadas se desplomaría, incluso, un 14,1%. En 2019, según las últimas cifras de Estadística, se trabajaron 34.202 millones de horas , lo que significa que la crisis vinculada a la pandemia se habrá llevado por delante este año, en el mejor de los casos, alrededor de 4.000 millones de horas de trabajo. El problema no es menor teniendo en cuenta que en 2023, cuando el PIB recupere los niveles previos a la crisis, según las previsiones del Banco de España, el número de horas trabajadas se situará todavía por debajo de hace casi dos décadas.

Ángel de la Fuente, director ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) se muestra claro: «El PIB potencial de España se va a reducir pero es difícil saber cuánto. Cuanto más dure la crisis, más se reducirá porque se destruirá más tejido empresarial y eso es muy difícil de reconstruir. Los fondos europeos pueden ayudar a mitigar el problema, pero depende del uso que se haga de ellos». En la misma línea apunta José Álvarez, profesor de la Universidad de Navarra: «Desgraciadamente van a desaparecer muchas empresas y esto va a tener un fuerte impacto en el empleo. Hasta ahora hemos contenido el golpe pero en unos meses el paro va a subir inevitablemente. Y lo que más me preocupa es que va a costar mucho reabsorberlo».

El coste de perder comba en la recuperación no es menor. Converger con los países más desarrollados es una dura carrera de fondo en la que cuanto más atrás te quedas más difícil resulta volver a ganar terreno. En los últimos cincuenta años, España ha hecho un gran trabajo y se ha situado como la séptima economía que más se acercó en términos reales a Estados Unidos. Tal y como recuerda Álvaro Nadal, exministro del Gobierno de Mariano Rajoy , en su libro «Lo que no son cuentas son cuentos», en el año 1950 España apenas disponía del 24% por ciento del PIB por habitante de Estados Unidos. «Entonces México, Chile, Uruguay, Sudáfrica o Trinidad y Tobago disfrutaban de niveles de vida más altos que España. Hoy esa cifra es el 65%, ganamos más o menos dos terceras partes que los norteamericanos», relata.

¿Hay riesgo ahora de desandar parte del camino andado? Los expertos coinciden en que la situación de incertidumbre es tal que es muy difícil hacer previsiones certeras. Porque la realidad es que España está a punto de jugar el punto de partido. «Si empleamos adecuadamente las ayudas que pueden llegar de Bruselas, hacemos reformas y elegimos bien los proyectos, el efecto puede ser muy beneficioso. Pero por mucho que la Unión Europea haga, no hay nada automático», dice Doménech.

«La clave fundamental es la evolución que siga el turismo. Si mañana aparece una vacuna, muchas empresas conseguirán aguantar. Pero como la crisis se alargue y tenga un efecto permanente en los hábitos, el efecto puede ser devastador», remarca De la Fuente. La suerte está echada.

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