«Caro» Mario

«Hay que preguntarse si Draghi ha sido fiel al objetivo de estabilidad de precios del BCE. A la luz que arrojan las cifras, no»

REUTES

ALFONSO GARCÍA YUBERO, DIRECTOR DE ESTRATEGIA SANTANDER PRIVATE BANKING

Con la salida de Mario Draghi de la presidencia del BCE más que reciente, es pertinente hacer un repaso sucinto de su balance al frente de la autoridad monetaria europea: (i) ocho bajadas de tipos de interés y ninguna subida, (ii) seis anuncios de operaciones de inyección de liquidez a largo plazo (TLTRO), (iii) la duplicación del tamaño del balance del banco central, y (iv) diez anuncios relativos a compras de activos (por importe total de 2,6 billones de euros).

No es poca cosa, desde luego. Pero, probablemente, nada de lo susodicho hubiera sido posible si, al igual que otro «romano» ilustre, Jep Gambardella, el protagonista de «La Gran Belleza» interpretado por Toni Servillo, famoso por ser el mejor anfitrión en sus célebres fiestas celebradas en su ático con vistas al Coliseo en las noches de canícula capitolina, Draghi no hubiera celebrado su fiesta particular en aquel inolvidable verano de 2012 en la que refrescó a un euro más que sediento con su ya célebre sortilegio «whatever it takes» (lo que sea necesario).

Con aquella determinación, Draghi se asemejó, incluso más, al personaje que interpretaba Nanni Moretti en «Caro Diario» que al propio Gambardella. Tanto en «Caro Diario» como en «La Gran Belleza» tiene lugar un episodio tan parecido como diferente. En los dos casos, el protagonista de la película se encuentra a una actriz por Roma (que no interpreta a un personaje sino a ella misma) y la llama por su nombre. Pero, mientras en el caso de «Caro Diario» el encuentro es de lo más cercano y mundano, la aparición que sucede en «La Gran Belleza» está rodeada de misterio y distanciamiento. Veinte años justos separan ambas películas y cuatro años exactos separan la actuación de Draghi en julio de 2012, cercana y empática con los problemas más acuciantes de la zona euro, de la de su antecesor Trichet en julio de 2008, distanciada de la realidad por una rigidez obtusa ante un objetivo único como la estabilidad de precios, subiendo tipos hasta el 4,25% a dos meses del recrudecimiento de la crisis financiera.

El mero pronunciamiento de aquellas palabras es suficiente para afirmar que el mandato de Draghi arroja más luces que sombras. Sin embargo, si Draghi decidiera, como buen romano, volver a visitar la Bocca della Veritá en la Iglesia de Santa María in Cosmedin, atendiendo a la leyenda que rodea a esta máscara de mármol, a buen seguro saldría con la mano cuando menos magullada. Porque hay que preguntarse si Draghi ha sido fiel al objetivo de estabilidad de precios del BCE. A la luz que arrojan las cifras, no. Y es que Draghi deja su sillón en Frankfurt con las expectativas de inflación claramente desancladas y cerca de mínimos históricos.

En su descargo, ha vaciado prácticamente el arsenal de munición monetaria a su disposición, tanto en lo convencional como en la incursión en sendas ignotas. No es culpa suya tampoco la confluencia de diferentes acontecimientos geopolíticos ( «guerra» comercial, Brexit) en la última parte de su mandato. Y tampoco lo es la ausencia de un estímulo fiscal potente en la zona Euro coincidiendo con su presidencia. En este caso, Draghi vuelve a asemejarse a Gambardella en sus paseos solitarios, diurnos y nocturnos, por su amada Roma, solo ante sí mismo en un continuo cuestionamiento interior, fatigado en la lucha por encontrar un sentido a su mandato, huérfano de una mano amiga en la política presupuestaria. «Roma me ha decepcionado», dice uno de los personajes de «La Gran Belleza», Romano, interpretado por Carlo Verdone. Seguro que Draghi lo ha sentido alguna vez respecto a la Comisión Europea. Como Gambardella, lo tuvo todo, pero al mismo tiempo nada.

Espero que lo único que nos quede tras la salida de Draghi no sea la nostalgia por el pasado como a Gambardella por la juventud, como le pasaba en la película recordando los tiempos de sus primeros amores y las ilusiones. «¿Qué tenéis contra la nostalgia? Es la única distracción que nos queda a quienes no tenemos fe en el futuro», le dice el personaje Romano a Gambardella. De momento, tengamos fe en Lagarde… y en Von der Leyen. Tanti auguri, «Súper Mario».

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