Real Madrid

La mochila de piedras de Sergio Ramos

El capitán del equipo blanco vive uno de sus momentos más delicados en sus tres años de brazalete

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Rubén Cañizares

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Desde la marcha de Íker Casillas, en el verano de 2015, el brazalete de capitán del Real Madrid es propiedad de Sergio Ramos, que suma con esta catorce temporadas de blanco, tiempo suficiente para no cerrar los ojos cuando la carretera se llena de curvas: «Entendemos perfectamente a la afición y sus silbidos. Nosotros somos los responsables y yo como capitán tengo que dar un paso al frente. Me siento orgulloso de que me carguen la mochila de piedras», explicó el andaluz el sábado pasado, tras la agónica victoria frente al Valladolid. Su temporada, como la del resto de sus compañeros, está apuntada con láser, pero en su caso el rojo es más intenso.

Es el precio de la responsabilidad de un mandato curtido a base de golpes de todos los colores. Durante sus primeros cinco años, Ramos vivió una de las peores épocas modernas de la entidad, con aquel carrusel de eliminaciones en octavos de Champions que tanto daño hicieron al club. Después, en la era Mourinho , le tocó plantarle cara a un entrenador intocable hasta entonces, que convirtió a su propia plantilla en fuego enemigo. Ahí es donde más aprendió Sergio la raza que debe tener un capitán, viendo de primera mano como el técnico luso destrozaba sin pudor a Casillas , dueño en ese momento del brazalete. Todo aquello curtió la ya de por sí potente personalidad del camero, que en sus últimas cinco campañas en el Madrid ha vivido lo mejor de su carrera, levantando Champions como el que come pipas y poniendo la cara en todas y cada una de las crisis que han convivido con el equipo durante esta exitosa cosecha de títulos: «Ramos tiene las espaldas muy anchas, lo suficiente para llevar el peso de la capitanía del Madrid. Ha hecho cosas muy importantes por el club y las va seguir haciendo. Es un fantástico capitán, y no es sencilla la labor que tiene», aseguró Solari en la previa del duelo de esta noche en Pilsen ante el Viktoria, en partido de la cuarta jornada de la fase de grupos de Champions.

El técnico argentino es el entrenador número quince de la andadura blanca de Sergio Ramos , un técnico que, como ya hicieran todos sus predecesores, también ensalza la jerarquía del «4», un idilio extendido a la grada pero que hoy pasa por momentos delicados: «Es mentira que preparáramos una pitada contra Ramos y que el presidente nos frenara», explica a este periódico uno de los pesos pesados de la grada de animación, acusada de confabular contra su capitán. «Ni le pitamos ni Florentino nos dijo nada. Nuestro deber es animar, no atacar a nuestro jugadores. Es verdad que fue silbado por un sector del campo antes de lanzar el penalti, pero no por nosotros. Y están en su derecho. El equipo está jugando muy mal esta temporada y hay seguidores cansados de la actitud de muchos jugadores, como Ramos», añade este aficionado.

Buena sintonía con la grada

El club también niega cualquier acción contra su capitán, al que le consideran decisivo para levantar un curso con renglones torcidos desde otoño. Y Ramos también sabe de primera mano que ese sector de la hinchada no duda de él. No hay día de previa de un Madrid-Barcelona que Sergio deje de pasar por el Santiago Bernabéu para ver de primera mano como miembros de la grada fans y voluntarios colocan con mimo el tifo que será mostrado al inicio del clásico: «Hay un respeto mutuo. Pero claro que queremos que él y el resto del equipo suba el nivel deportivo. Ya lo ha dicho el mismo Ramos»

Con Lopetegui en el INEM , la plantilla se ha quedado sin escudo ante su gente y ahí emerge la figura de Ramos, representante número uno de un vestuario mirado con celo por buena parte del madridismo, decepcionado por el mal inicio de Liga, las dudas en Champions y el irregular juego: «No han sido dos partidos de renombre, pero es muy importante encadenar victorias para ganar confianza y recuperar la estabilidad», explica Nacho, que también entiende los pitos de su gente: «Es normal que nos exijan. Yo siempre querría jugar en el Bernabéu, aunque nos piten». Hoy no será así, sino en Pilsen, cuna de la cerveza más bebida del planeta, pero también es un lugar idóneo para que Ramos y el Madrid vuelvan a emborrachar de amor a su afición.

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