George Best, el quinto Beatle
Juguetes rotos
Murió alcoholizado tras una brillante carrera en el Manchester United, donde ganó el Balón de Oro y la Copa de Europa

Su funeral en Belfast fue el más multitudinario en la historia de la ciudad. Su rostro apareció en los billetes emitidos por el Banco del Ulster. El aeropuerto de la capital norirlandesa fue bautizado con su nombre. Es uno de los pocos jugadores del Manchester United ... que tiene una estatua en Old Trafford. Adorado y ensalzado en su país, se ganó el apodo de El quinto Beatle. Tras su retirada del fútbol profesional en 1982, su existencia se convirtió en un infierno por su adición al alcohol y su desastrosa vida sentimental. Murió a los 59 años. Se llamaba George Best.
Su esplendor alcanzó el cenit en 1968 cuando ganó la Copa de Europa y la Liga inglesa con la camiseta del Manchester. Esa temporada fue elegido Balón de Oro. Poseía un regate y una velocidad que superaba las defensas de sus rivales y un instinto nato para el gol. Encarnó los mejores años de un equipo en el que compartía tripleta de ataque con Bobby Charlton y Denis Law, entrenado por el legendario Matt Busby.
Era rico, famoso y tenía un éxito espectacular con las mujeres. Montó una cadena de tiendas de ropa e invirtió en restaurantes. Asiduo a las fiestas, invitado permanente a los platós de televisión y personaje de los tabloides y las revistas del corazón, Best pasó en muy poco del tiempo de la gloria a la nada. Fue un juguete roto cuya vida se convirtió en un infierno.
Un cerebrito
Nacido en Belfast en 1946, destacó en su infancia en los estudios y fue becado por su alto rendimiento escolar. Pero ya de adolescente decidió que su carrera iba a estar ligada al fútbol. A los 17 años, fichó por el Manchester. Un ojeador le envió una nota a Busby en la que decía: «He encontrado un genio». A los 19, ya era la estrella de su equipo tras una actuación estelar contra el Benfica en la Copa de Europa.
Vistió la camiseta del United durante 11 temporadas, lo que no evitó una salida traumática del club en el que se había desarrollado su carrera. El equipo decidió expulsarle en 1974 por faltas de disciplina y ausencias sin justificar. Le impuso sanciones económicas, el entrenador le relegó al banquillo y le colocó en la lista de traspasos. Best se sintió humillado y aseguró que no volvería a poner jamás los pies en Old Trafford. Nadie quería a un jugador tan problemático, ya en declive, y tuvo que fichar por un desconocido club sudafricano, donde jugó media docena de partidos. Luego inició un penoso periplo por otros conjuntos, entre ellos, Los Ángeles Aztecas. A los 37 años, se retiró definitivamente del fútbol.
Durante su estancia en California, conoció a Angela McDonald, una modelo con la que contrajo matrimonio en 1976. Tuvieron un hijo y, al cabo de un año, se divorciaron. Best era un alcohólico y una persona inestable, incapaz de asumir la responsabilidad de una familia. Siempre había sido un mujeriego. Muchos años antes, había aparecido en las portadas de la prensa por su relación con la actriz Sinead Cusack y luego con una miss británica.
Últimos pelotazos
Poco tiempo después de ser despedido por el Manchester, Best fue detenido y acusado de robar talones y joyas. Días más tarde, se demostró su inocencia, pero el daño estaba hecho. En 1984, fue condenado a tres meses de cárcel por conducir ebrio. Sus problemas con el alcohol ya eran notorios. Y sus negocios le habían llevado a la ruina.
En 1998, fichó como comentarista de Sky Sports. Pero siguió bebiendo y tuvo problemas con la Justicia hasta 2001. En esa fecha tuvo que ser hospitalizado con el hígado destrozado. Los médicos salvaron su vida mediante un trasplante in extremis cuando ya estaba desahuciado. Aguantó cuatro años más hasta que volvió a ser internado antes de morir en Londres por un fallo multiorgánico. Su cuerpo estaba consumido por los excesos. Antes de expirar lanzó un mensaje para que los jóvenes no arruinaran su vida con el alcohol, como le había sucedido a él y a su madre.
El 3 de diciembre de 2005 su cuerpo abandonó su domicilio en Belfast con el féretro envuelto en una bandera norirlandesa. Más de 100.000 personas le acompañaron al cementerio en una ceremonia retransmitida por siete cadenas. Fue un final digno de quien era ya un mito.
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