Tsunami Democràtic
El separatismo usa el fútbol para volver a las barricadas
Los radicales retoman la vía violenta, pero no impiden la celebración del encuentro
Si el riesgo de atentados terroristas ya de por sí tensiona a los Mossos d’Esquadra ante cualquier «clásico», las preocupaciones se les multiplicaron cuando esa especie de «gran hermano» separatista en que se ha convertido el anónimo Tsunami Democràtic amenazó con «acciones sorpresa» para convertir el partido de fútbol en su mayor acto de propaganda. Por eso la Policía catalana desplegó más del triple de agentes de lo habitual en los Barça-Madrid, para una jornada en la que, con la excusa del clásico, los separatistas más radicales aprovecharon para volver a las barricadas. Las imágenes de contenedores ardiendo y cargas policiales recordaban a la violencia que sufrieron las calles barcelonesas en octubre tras la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del proceso independentista, aunque esta vez al otro lado de la ciudad.
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Más de mil efectivos de los Mossos, entre agentes uniformados y de paisano, con la colaboración de dos millares de vigilantes de la seguridad privada del FC Barcelona, se encargaron ya desde primera hora de la tarde de blindar el perímetro del Camp Nou. La máxima preocupación de los mandos de la Policía catalana era que los jugadores y los árbitros llegaran sin obstáculos al estadio y de que el partido comenzara puntual. Hace días en una conversación con ABC mandos de los Mossos explicaban que eso estaba garantizado. Y así fue finalmente.
Autobuses en hora
Los Mossos blindaron y vallaron los poco más de 500 metros que separan al hotel donde se concentraban los jugadores tanto del Real Madrid como del FC Barcelona, así como el equipo arbitral. Los separatistas fueron agolpándose en ese entorno a partir de las cuatro de la tarde, pero poco antes de las seis jugadores y árbitros entraban en el estadio bajo fuertes medidas de seguridad y sin incidencias. Lo hicieron de forma escalonada. Primero fue el autobús del FC Barcelona el que llegó, sin despertar un gran entusiasmo entre los manifestantes que esperan, a bastantes metros, tras un cordón policial. Pero la parroquia separatista se encendió con la llegada de los merengues, a los que silbaron y recibieron con consignas independentistas. Eran unos 5.000 manifestantes , según los cálculos que la Guardia Urbana hacía sobre las cinco de la tarde. Con el paso de las horas se fueron incorporando bastantes más, pero su cómputo era extremadamente complicado, pues los fieles al Tsunami se mezclaban con los aficionados que se dirigían al estadio sin otro objetivo que ver tranquilamente un partido de fútbol.
Los accesos al estadio se abrieron por fin pasadas las seis de la tarde, y los aficionados fueron ir entrando escalonadamente al Camp Nou tras unos registros más exhaustivos de lo que es habitual. Los vigilantes dejaron pasar las miles de pancartas impresas por el Tsunami con el lema «Spain, sit and talk» (España, siéntate y habla), pero no los centenares de caretas de Leo Messi con las banderas azulgrana y senyera, que muchos portaban.
Pelea con los ultras
Y mientras dentro del campo el partido empezaba sin incidentes y puntual, confirmando las predicciones de los Mossos, en el exterior, las cosas comenzaban a complicarse. La primera chispa estalló en un enfrentamiento entre activistas del Tsunami y un grupo de los Boixos Nois, enzarzados y lanzándose objetos entre ellos, uno de los posibles escenarios complicados que también temían los Mossos d’Esquadra. Los antidisturbios intervinieron para separarlos, y durante estos incidentes una persona fue detenida por lanzar una botella de cristal contra los agentes, según informaron fuentes policiales. Minutos más tarde, según explicaron los Mossos, los antidisturbios arrestaban a otro radical por hechos similares.
A partir de ese momento ya todo se complicó. Los radicales comenzaron a atacar a los agentes de la Policía catalana lanzándoles latas, botellas de cristal, huevos y petardos. Los antidisturbios respondieron disparando proyectiles de «foam» (pelotas viscoelásticas) para dispersar a los manifestantes. Y las barricadas comenzaron a sucederse en las inmediaciones del Camp Nou, especialmente en la zona de Travessera de Les Corts. Mobiliario urbano, contenedores, vallas e incluso baldosas arrancadas del firme.... cualquiera de estos materiales servía a los radicales para prenderles fuego y retomar su afición a hacer las barricadas. Luego, fueron los camiones de bomberos los que tuvieron que acudir a sofocar las llamas prendidas por los secesionistas.
Los incidentes se saldaron, al menos hasta el cierre de esta edición, con como mínimo 46 personas atendidas por los servicios sanitarios, todas ellas heridas de carácter leve. Además, un cámara de televisión de Barcelona Betevé resultó herida en una pierna al rebotarle una pelota de «foam» de los Mossos, aunque la periodista pudo continuar haciendo su trabajo. Los agentes detuvieron a nueve radicales.
Cuando el árbitro pitó el final del partido, alrededor de las diez de la noche, en el exterior todavía se registraban incidentes, aunque en esos momentos de menor intensidad que en las horas anteriores. Los disturbios se concentraban sobre todo hacia la zona sur del estadio, en el entorno de Travessera de Les Corts, por lo que los servicios de megafonía del club blaugrana dieron instrucciones a los 94.000 espectadores que abandonaran el Camp Nou por las puertas más alejadas a esta zona caliente. Les indicaron que, por motivos de seguridad, abandonaran el estadio por los accesos de la zona norte, que conducen a la avenida de la Diagonal. Las que comunican directamente a la Travessera de Les Corts se cerraron por razones de seguridad. Eso hizo que salida de los aficionados se realentizase pero sin mayores incidentes.
«Mezclan deporte y política»
Diversidad de opiniones entre los aficionados, muchos de ellos extranjeros, que ayer merodeaban por los alrededores del Camp Nou a la espera de que se abrieran sus puertas para ver el clásico entre el Barcelona y el Real Madrid. Algunos estaban a favor y otros expresaban su descontento por el intento de boicot de Tsunami Democrátic. «Personalmente, mi opinión es que no se debería mezclar deportes y política », explicaba a ABC Mamim Kokur, residente en Turquía.
El aficionado reconocía, sin embargo, que es normal que los separatistas usen «el clásico» como plataforma publicitaria porque «este partido tiene mucho impacto». «Podría llegar a ser peligroso pero no creo que pase nada serio», añadía Kokur antes de que las cosas se complicasen y los radicales decidiesen jugar la carta de la batalla campal, volviendo a incendiar las calles barcelonesas.
Una opinión similar tenía Wolf Rosenow, un abogado belga residente en la comarca catalana de La Garrocha. «Yo entiendo que es importante aprovechar la publicidad del partido para el movimiento independentismo», decía este diario. Y es que, este simpatizante del movimiento secesionista, considera que es una buena plataforma para «mostrar cómo de afectados» están los catalanes.
Mientras, el estadounidense Omar Stu grababa fascinado con su móvil todo lo que sucedía en los prolegómenos del partido, recordemos, sin incidentes todavía en esos momentos. Luego se complicaron los acontecimientos. Omar Stu quedó sorprendido cuando una señora que tapaba su cara con una careta de Leo Messi, y armada con una estelada y una pancarta del Tsunami -casi el «kit» completo separatista-, se plantó ante él gritando consignas en contra de España y a favor de quienes consideran «presos políticos». El aficionado estadounidense se resignaba mientras conversaba con este diario: «Hay libertad de expresión. Sabía que esto iba a pasar antes de comprar las entradas, pero no tengo miedo. Es parte del espectáculo», razonaba.
Pero entre las multitudes siempre hay algún «outsider». La artista Meri de Pou pasadas las siete de la tarde recogía el chiringuito que había montado a pocos metros del estadio blaugrana.
Explicaba a ABC la artista que llevaba semanas preparando una «acción artística» con la que pretendía simbolizar «la represión al independentismo» . Lo representaba en unas pelotas negras hinchables que quería repartir. Sin embargo, las informaciones que a primera hora apuntaban a que el Tsunami Democràtic pretendía lanzar al campo pelotas de juguete para interrumpir el partido. Eso le hizo recapacitar. «Esto se ha ido de madre», confesaba.