Fútbol

Los demonios de Messi

El argentino vive su último año en el Barcelona transmitiendo la desazón que vive a nivel personal y la frustración a nivel deportivo, y sintiendo que se le acusa de todos los males de la entidad

Messi con su selección AFP

Sergi Font

El famoso burofax que Leo Messi envió a finales de agosto exigiendo su salida ha marcado el punto de inflexión en la relación del argentino con el club e, incluso, con su afición. Este pasado miércoles volvió a quedar patente tras su regreso de Argentina, donde se sintió arropado por su selección. « Estoy cansado de ser siempre el culpable de todo en este club », soltó, desabrido, en la misma terminal del aeropuerto de El Prat, respondiendo a las críticas de un familiar de Griezmann con las que ponía de manifiesto su talante marcial en el vestuario culé. Es cierto que su malestar lo había iniciado la demora provocada por la inspección que sufrió en su avión , pero no esconde ni disimula el sentir del jugador argentino, cada vez más amargado en el club azulgrana.

Su desazón y sus problemas, en el campo y fuera de él, coincidieron con la llegada de Bartomeu a la presidencia en enero de 2015 tras la dimisión de Sandro Rosell . Poco antes de que el dirigente accediera al cargo en funciones, Messi ya había causado un terremoto cuando Luis Enrique le relegó a la suplencia en Anoeta. Desde entonces, mucho se ha hablado del carácter autoritario del rosarino. Lo denunció recientemente Quique Setién («Hay jugadores que no son fáciles de gestionar, entre ellos Leo. ¡Y quién soy yo para cambiarle! Si allí le han aceptado durante años como es y no le han cambiado...»), dándole la razón al Tata Martino , que lo tuvo a sus órdenes en la 2013-14 («Sé que si llamas al presidente, me puedes echar en cualquier momento, pero no me lo demuestres todos los días»).

Su carácter se agrió definitivamente en 2016, cuando fue condenado por fraude fiscal a pesar de ser uno de los ciudadanos que más dinero deja en las arcas de la Agencia Tributaria (unos 50 millones anuales). Fue condenado a 21 meses de cárcel y se planteó abandonar el Barcelona al sentirse perseguido. Yposteriormente ha sido investigado por los pagos que ha recibido su Fundación. No obstante, su amargura se gesta desde la marcha de Luis Enrique por la ausencia de un proyecto deportivo que le permita volver a ganar la Champions.

Precisamente, la salida de Neymar es uno de los motivos que aceleran su estado de ánimo. Messi ve de la noche a la mañana cómo se queda sin uno de sus mejores amigos en el vestuario (tres años antes ya se habían marchado del club Cesc y Pinto) y el equipo pierde muchas opciones de reeditar la Liga de Campeones conquistada en 2015. El intento por recuperar al brasileño es otro de los desengaños que sufre el rosarino , que considera que Bartomeu no hace realmente todo lo que está diciendo para que su amigo regrese durante el verano de 2019. De hecho, el presidente decide invertir 135 millones en fichar a Griezmann , un jugador que les había dado calabazas un año antes. Pero el desengaño de Messi se produce durante este 2020. Ahí se le aparecen todos los demonios y estallan públicamente sus conflictos con el club y todos sus estamentos. « Hoy por hoy no nos da para la Champions », aseguraba en febrero. Era el preludio a su envenenado dardo hacia Bartomeu de este verano cuando denunció que «no hay proyecto ni hay nada, se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas». Pero entonces aún no había llegado la insultante goleada ante el Bayern.

Las apariciones públicas del argentino se limitaban a lavar la imagen del equipo, a defender la honorabilidad del vestuario y a atacar al órgano rector del club. Sucedió en enero después de que Abidal insinuara que el relevo de Valverde por Setién fue instigado por los futbolistas. «Creo que cuando se habla de jugadores habría que dar nombres porque si no se nos está ensuciando a todos y alimentando cosas que se dicen y no son ciertas», publicó en las redes sociales tras exigirle al secretario técnico que asumiera sus responsabilidades.

También salió a la palestra el pasado mes de marzo para poner los puntos sobre las íes cuando se filtró que los jugadores ponían trabas a la rebaja salarial que proponía el club. No solo confirmó una disminución del 70 por ciento en sus fichas sino que anunció aportaciones para que todos los trabajadores pudieran cobrar el cien por cien de sus nóminas. Eso sí, no escatimó la crítica hacia la directiva. «No deja de sorprendernos que desde dentro del club hubiera quien tratara de ponernos bajo la lupa e intentara sumarnos presión para hacer algo que nosotros siempre tuvimos claro que haríamos», lamentó.

La actual nueva negociación salarial o el escándalo del «Barçagate» añadieron más gasolina al fuego interno del rosarino, que vivió su punto culminante este verano con el pulso mantenido con el club para buscar una salida y con el «despido» de Luis Suárez , en el que las formas han sido harto criticadas. Su ecosistema se ha resentido. Le han despojado de su alma gemela, de su socio dentro del campo y de su amigo fuera de la cancha. Una salida que ha repercutido en su entorno familiar, ya que además de vecinos, los Messi y los Suárez pasaban mucho tiempo juntos con sus respectivos hijos y esposas.

La temporada ha empezado con un Messi resignado pero comprometido, aunque sus números distan mucho a los habituales. Solo ha marcado cinco goles en los diez partidos que ha disputado y cuatro de ellos han sido de penalti. Se abre ahora un periodo electoral que culminará el 24 de enero, día en el que saldrá elegido el nuevo presidente. Y Messi será un arma electoral porque su continuidad es una de las prioridades para la afición. Víctor Font ya abrió este pasado miércoles el fuego asegurando que «Xavi Hernández le convencerá para que siga». El precandidato tiene un acuerdo para que el excentrocampista sea el máximo responsable de la parcela deportiva si gana los comicios. En cualquier caso, Leo puede negociar en enero su futuro con la carta de libertad y el City de Pep Guardiola está al acecho.

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