Tour de Francia

Montaña a la vista

Cavendish supera a Hinault con su triunfo 29. El pelotón afronta los Pirineos durante el fin de semana sin ningún abandono en seis días

J. CARLOS CARABIAS

Cualquiera podría pensar, por error, que el Tour ya no es lo que era. Seis etapas y ningún abandono. Se suceden las caídas, se dirige el convoy a toda velocidad, sigue Francia poblada de rotondas a las entradas de los pueblos, pero ningún ciclista dimite. Siguen los 198 que empezaron. Y uno de ellos, Mark Cavendish, levanta el dedo como ejemplo de superación, actitud y compromiso con su deporte. Pese a que el vox pópuli lo designaba como un jubilado prematuro , el inglés vive una segunda juventud con los sudafricanos del Dimension Data. También ganó en el horno de Montauban. Victoria simbólica, la 29 en su carrera, una más que Hinault, cinco menos que Eddy Merckx , el segundo en la historia del Tour.

(Así hemos narrado la etapa)

El Tour desciende como una lombriz hacia los territorios que envuelven su esencia, la montaña, los Pirineos, la agreste cordillera rural, tierras duras donde el Tour labró su aura. El viernes, aperitivo en el Aspin. El sábado, plato fuerte con el Tourmalet, Val Louron, Peyresourde y el descenso hacia el centro neurálgico de la zona, la localidad termal de Bagneres de Luchon. Y el domingo, traca por la cordillera española, La Bonaigua, el Cantó, Beixalis y el final en Andorra, Ordino Arcalis.

Es el alma del Tour, calor, color y los Pirineos. En ese viaje hacia el previsible duelo Froome-Quintana, si las heridas de Contador y las cuitas con su equipo en desmantelamiento no lo remedian, se encamina la caravana.

En dirección Montauban, el guión respetó la tradición. Un checo, Barta, y un japonés, Arashiro (el primero que terminó un Tour), desplegaron la vana ilusión de sorprender a un pelotón que no admite rendijas en su caparazón. Los velocistas saben que los tiempos y los diseños van en su contra y que las oportunidades escasean.

En la amplia avenida de Montauban ganó Cavendish con suspense. Remontó por el centro con la velocidad de piernas de los viejos tiempos y tuvo resuello para medir la distancia frente a la amenaza de Kittel y del británico McLay .

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