Gran Canaria-Real Madrid
El Real Madrid suda para ser campeón
Los blancos suman su tercera Copa del Rey consecutiva ante un Gran Canaria que nunca perdió la cara al partido
Crónica
El Real Madrid ganó en La Coruña su tercera Copa del Rey consecutiva . Ambición insaciable que alarga la leyenda de un equipo que es ya parte de la historia del club blanco y que no parece tener fin. Un equipo que gana y lo hace con alegría. Contagiando a la grada con un estilo ofensivo y vistoso.
La cuarta Copa del Rey en cinco años aumenta el aura de este Real Madrid de Laso que nunca se cansa de ganar. Seis de los siete últimos títulos han viajado hasta Madrid. Todos, menos la Supercopa del pasado mes de septiembre. Un impás asumible en un ciclo victorioso sin igual en la historia del club. Alegría tras alegría que ha instaurado una nueva hegemonía en la canasta nacional y que amenaza con hacer lo mismo en Europa. El talismán de La Coruña sigue haciendo efecto para el Real Madrid . La ciudad gallega ejerce una extraña energía positiva para los blancos, que siempre ganan cuando se juegan aquí un título. Ayer, ante un Herbalife competitivo y valiente, tuvo que sacar a relucir sus mejores virtudes para seguir sonriendo.
Esta vez, el Gran Canaria no salió a verlas venir. Aíto no tuvo que exigir valentía a sus jugadores, porque estos salieron a morder desde el primer minuto, conscientes de que la oportunidad era única. Mentalizados por estar protagonizando un momento singular. Histórico para el club pasara lo que pasara en la final. Convencidos de que el triunfo era posible, los canarios mantuvieron el tipo durante muchos minutos. Incluso, llegaron a ir por delante durante la segunda mitad, subiéndosele a las barbas a un campeón sorprendido, pero capaz de sobreponerse a las dificultades. Aíto sorprendió de inicio con un cinco inédito en la Copa. Tanto, que incluyó en él a un Pasecniks que no había disputado ni un solo minuto en todo el torneo. Un truco de «perro viejo» que no descentró al Real Madrid. A los triples de Carroll y Maciulis respondió Rabaseda, cuya timidez sobre la pista desapareció tras su primera diana. Su canasta desde el perímetro ejerció un efecto liberador para su equipo, timorato solo en ese impás inicial. La entrada de Omic mejoró aún más a los amarillos, que fueron poco a poco recuperando la distancia en el marcador, jugando de tú a tú al Real Madrid. El choque se convirtió en un toma y daca entre dos equipos acostumbrados al baloncesto ofensivo. Una fiesta de la canasta con protagonismo coral, en la que Oliver reclamó los focos nada más volver del descanso.
El base, que hace poco cumplió 37 años, se convirtió en la sombra de Llull durante muchos minutos. Una lapa que impidió al balear brillar como acostumbra y que, además, asumió la responsabilidad ofensiva del Herbalife. Un triple suyo encendió la grada del Coliseum y le dio al Gran Canaria su máxima ventaja del partido (48-45, min. 22). Tres puntos que parecían un tesoro y que apenas le duraron unos segundos. Un instante de felicidad plena que, por un momento, hicieron campeón al equipo amarillo.
Respondió rápido el Madrid, que se encontró un 3+1 de Carroll para devolver la serenidad al banquillo de Laso. El parcial de 11-2, fabricado entre el americano y Felipe Reyes, puso las bases del triunfo madridista (50-56, min. 26). A esas alturas de partido, seis puntos eran un mundo y cada posesión, una batalla. Llovían los brazos para el que osaba pisar la zona, así que la acción se trasladó al perímetro. Por ahí, Pangos mandó un aviso a los blancos sobre la bocina del último cuarto (59-62, min. 30).
Laso miró al electrónico. Respiró hondo en busca de inspiración antes de volver a su banquillo. A unos metros, Aíto asistía tranquilo a la piña de celebración de su equipo, mientras resonaba el «sí se puede» en la grada del Coliseum. Esa confianza era la gran amenaza blanca, así que el campeón se lanzó al último período sin el freno puesto. No había sitio para la pausa, reflejada en el mate con el que Ayón inauguró los últimos diez minutos. El mexicano, el más regular del Real Madrid durante el torneo, ejerció de líder con ocho puntos en este tramo final, sepultando la esperanza amarilla a cinco minutos del final (70-82, min. 35).
Oliver, el único que por entonces seguía creyendo en su equipo, sumó nueve puntos consecutivos, que unidos a los dos triples de Rabaseda, colocaron al Gran Canaria a tiro de una canasta (81-83, min. 39). Un último guiño al destino, esquivo con un equipo que mereció más, ajusticiado por dos tiros libres del único canario del Real Madrid. Un Sergio Rodríguez al que no le tembló la muñeca desde la línea de tiros libres y cuyo acierto sirvió para sellar otra muesca enla ristra de alegrías de los últimos dos años. Otro título, el undécimo desde que Laso se hizo cargo del banquillo. Otro trocito de gloria, adornada, esta vez, por el derroche de un rival formidable.
Previa
Ayer, durante el descanso del encuentro ante el Bilbao Basket , las caras de los jugadores del Gran Canaria eran un funeral. Enfrente, Aíto García Reneses apenas dijo nada, pero todo cambió. «Les he dicho que no podíamos jugar sin competir. Que teníamos que ser valientes». Valentía. Una palabra con la que varió completamente el panorama para su equipo. Una actitud con la que afrontarán el duelo de esta tarde ante el Real Madrid ( 19.00 horas, La1 ).
Cuatro cuartos que encierran más que una victoria. Para los amarillos, la victoria significaría sumar su primer título oficial de la ACB , pero abarcaría mucho más. Sería el triunfo al trabajo de dos décadas. Al éxito de un proyecto deportivo por el que han pasado varios técnicos y muchos jugadores, todos partícipes en cierta manera de esta final.
Para llegar hasta ella, el Herbalife ha tenido que dejar en la cuneta al líder de la Liga Endesa y remontar 19 puntos en 15 minutos ante el Bilbao Basket. Dos hazañas que esperan culminar derribando al gigante de los últimos tiempos en el baloncesto europeo. Un Real Madrid que no se cansa de ganar y que aterriza en la final con todos sus mimbres en forma. El no va más. El más difícil todavía para el Gran Canaria.
«Tenemos que jugar para ganar el partido», señala Kevin Pangos , el base estadounidense del equipo amarillo. Su ambición es la ambición del resto, conscientes de que no hay nada que perder y mucho que ganar en el choque de esta tarde.
En el Real Madrid ocurre todo lo contrario. Superado el escollo del Caja Laboral, cualquier cosa que no sea levantar el título sería un fracaso para ellos. «En una final no hay favoritos y ya hemos visto en esta Copa que cualquiera te puede ganar», reconoce Felipe Reyes , que ya lleva muchos sustos a su espalda. Estar tan cerca de su tercera Copa consecutiva es una motivación para el campeón, ya que nadie ha conseguido algo así desde 1983.
Una final especial que lo será por partida doble para Sergio Rodríguez, canario, que se enfrentará a un conjunto de su tierra. «Para mí será especial por todo, por jugar ante un equipo canario y por tener la posibilidad de ganar el tercer título en tres años. Las finales se juegan para ganarlas », señala el canario.