Juegos Paralímpicos
Dani Caverzaschi, diploma para la historia y el futuro
El madrileño cae contra el neerlandés Tom Egberink en cuartos, ronda a la que nunca había llegado un tenista español
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Daniel Caverzaschi consigue en Tokio escribir su nombre en los cuartos de final, un diploma histórico, primer tenista en firmarlo en el cuadro individual en unos Juegos Paralímpicos. Una hazaña más de este madrileño de 28 años que se impulsa sobre su silla hacia todos los restos posibles. Y cuando los tiene en mente, es poco probable que los deje escapar.
Cayó contra el neerlandés Tom Egberink (6-4 y 6-3) con la cabeza muy alta, peleando y haciendo sudar al rival cuando este ya parecía tenerlo todo amarrado con un 5-1 en el segundo set. Pero Caverzaschi es duro y más que se hará tras este torneo. En su trayectoria en la pista ya tiene este diploma con el que enorgullecerse y buscar el siguiente objetivo. Superada una barrera, siempre hay otra detrás que el madrileño intenta derribar . Y no solo en la pista.
En Río puso su nombre en lo más lejos que había llegado un tenista español en unos Juegos: octavos. En Tokio, da un paso más y firma los cuartos, con una contundente victoria sobre el tres del mundo, el belga Joachim Gerard (6-3 y 6-4) en su camino hacia esta ronda.
Caverzaschi ya tiene en su mochila más de sesenta títulos, pero se alimenta de estos momentos de superación, competitivo desde pequeño porque en su familia no se podía ser de otra manera. Aunque hubiera un problemilla de nacimiento: la pierna derecha no tenía ni fémur ni rodilla; la izquierda tenía otras malformaciones que lo obligaron a pasar varias veces por el quirófano para que fuera funcional. Para él no hubo ningún problema; para sus padres, después del nerviosismo inicial, tampoco. Así que, el deporte era obligatorio en esa casa. Para él, de nuevo, no hubo ningún problema. De hecho, durante un tiempo compaginaba las pistas de tenis con las pistas de esquí pero el mundo de la raqueta le llenó más y se decidió por esta senda. No se ha equivocado.
No solo se ha hecho un nombre en la pista. También en un título universitario de Económicas por la Universidad de Warwick . Sin perder ningún examen, se clasificó para los Juegos de Londres 2012. Se licenció con matrícula de honor en 2014 como homenaje a su padre, que falleció en abril de ese año. En 2016, sus segundos Juegos, en Río 2016, y diploma en dobles. En Tokio, otro paso hacia su sueño: ser el número 1.
Deporte, económicas, charlas motivacionales, es difícil ver a Caverzaschi parado. «Me punto a todos los fregados. Siempre he sido así, muy intenso. A mi mánager lo vuelvo loco. Me encanta lo que hago y aprendes a gestionarlo todo. Vas aprendiendo», hablaba con ABC antes de viajar a Tokio. Entre esa agenda apretada, el lanzamiento de la colección de camisetas #ValeLaPierna , con mensajes como 'Imperfectamente perfecto' o 'DisCapacitado', con la que recaudar una parte para la compra de material de deporte adaptado para el Comité Paralímpico Español. El tenista, avergonzado durante su adolescencia por carecer de pierna, ahora muestra prótesis con orgullo y responsabilidad, consciente de que su mensaje puede llegar a mucha gente.
«Hay otras plataformas para ayudar, pero el deporte tiene ese componente especial que llega a mucha gente y estamos intentando aprovecharlo a tope. El deporte es una herramienta de transmisión de valores brutal, porque no hay diferencias compitiendo, o se subraya el trabajo en equipo. En la pista al enemigo ni agua, pero luego nos podemos ir a tomar una cerveza. La competición nos hace mejores el uno al otro, pero es entender la competencia como algo sano . Ojalá estuviera más presente en la sociedad», continúa.
Pero Caverzaschi no para de trabajar, sobre todo, para los demás. Colabora con BePro, la fundación de Ana Salas, su entrenadora: «Ayudan al deportista con becas y cursos para que puedan compaginar la formación y el deporte. Una de las patas es ayudar al deportista con capacidad. Y hace dos años empezaron a crear escuelas de tenis en silla. Veíamos que, muchas veces, se hacía un clínic o una clase, pero no sigue nada después de eso, y hay mucha gente en algunas partes que no tienen un lugar para hacer tenis en silla . Por eso, el dinero va a ir a crear más, para formar a los monitores, para la compra de material con el objetivo principal a largo plazo de que haya una escuela de tenis en silla en cada provincia», contaba a este periódico sobre su proyecto.
También apoya un buscador en el que las personas con discapacidad pueden encontrar un sitio donde hacer deporte; y hay filtros por deporte y por discapacidad. «Hay mucha gente a la que le gustaría hacer deporte pero no sabe ni cuál podría hacer ni dónde. Con esto fomentamos que lleguen a la gente y promocionamos el deporte para todos», continuó. Su vocación solidaria llamó la atención de P&G, que lo seleccionó para una ayuda económica en el proyecto Athletes for Good Fund, con un montante total de 500.000 dólares.
No se lleva tanto de Tokio, pero este diploma vale mucho más. «Ahora me pillas un poco decepcionado. Vengo de una semana muy buena, me planté en cuartos de final y quería más, estaba soñando con más. Teníamos muy claro el partido, el rival ha jugado un partidazo, enhorabuena, muy centrado. Y jugó con una táctica que no me esperaba, mucho cortado por el revés. No me esperaba; me esperaba una cosa y me jugaba otra. Me dificultaba hacer mi juego. En ese sentido fue muy inteligente. Y yo no supe solucionar los problemas . Las condiciones, bueno, a mí me venían bien el calor, que la bola vuelve más, no en indoor. Una mezcla de todo: él ha jugado muy bien, me ha sabido anular, me ha sabido dominar. Y aquí te enfrentas a los mejores del mundo. Y como no estés fino y no estés espabilado para solucionar los problemas te la enchufan. Seguro que mañana lo veré con otra perspectiva y estaré muy feliz con toda la semana. Estoy contento, pero es verdad que quería más, pero no he sabido gestionar los problemas que me estaban planteando», analizó tras el encuentro. Caverzaschi logra un cuartos de final de diploma, pero ya tiene el reto para superar.
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