Alpinismo

«Cuando dejé de golpearme pensé: 'Ya está, se acabó'»

El español Jesús Gutiérrez relata #su odisea en la Patagonia cuando intentaba rescatar a otros alpinistas

Jesús Gutiérrez recibe a ABC en el «indoorwall» de Leganés Guillermo Navarro
Carlos Tristán González

Carlos Tristán González

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Cara o cruz. Hay momentos en la vida en los que todo pasa por lanzar una moneda, confiar en la suerte y esperar que no sea el día en el que la muerte llama a la puerta. Jesús Gutiérrez , «Susi» para los amigos, lo sabe bien. Este alpinista español sufrió a principios de año una caída de más de 30 metros en la Patagonia que estuvo cerca de poner el punto final a su vida. Cinco meses después de aquello, Susi se reúne con ABC en el «Indoorwall» de Leganés. Porta una gorra y sus ahora inseparables muletas: « Uno piensa que puede morir, que se acaba . Ahora estoy bien gracias a todas las personas que me rodean. Mi rehabilitación es positiva y vamos en la buena línea. Estoy feliz y voy poco a poco. Como diría Simeone: partido a partido».

La historia de Susi con la montaña se debe a una pasión heredada de familia. Su historia es la de alguien que no duda en acompañar a un amigo a cumplir su reto a 12.000 kilómetros de distancia de su pueblo natal. Es, en definitiva, la historia de un héroe que puso en riesgo su vida para salvar la de los demás. «Pedro Cifuentes me contó que quería hacer la travesía del Fitz Roy en solitario, algo que solo han hecho dos personas en el mundo. Me parecía apasionante y no tardé en decir que sí». Los primeros compases de la aventura no pudieron ir mejor: «Había un único ‘pero’: el tiempo no acompañaba. Tanto este año como el anterior está siendo muy cambiante, rebelde, más extremo de lo habitual. El viento en la Patagonia... hay que estar allí, ver cómo ruge, cómo se mueve ».

Su vuelta a España, tras mes y medio en la montaña , se truncó cuando ya tenía hechas las maletas: «Se emitió un comunicado buscando voluntarios para colaborar en un rescate de dos cordadas, una brasileña y otra checa». Habían sido víctimas de una ventana de tiempo que había durado menos de lo previsto. Uno de los checos había conseguido volver hasta El Chalten -el pueblo más cercano- para dar la voz de alarma: «Dijo que no sabía nada de su compañero y de los otros. La única manera de rescatarlos era que nos organizáramos nosotros. Era lo más humano, hablamos de la vida de unas personas ».

Un rescate peligroso

Cerca de cincuenta voluntarios se organizaron para llevar a cabo el rescate, que tendría lugar en la madrugada del 22 de enero: «Allí amanece sobre las cuatro y había que aprovechar una ventana para subir e intentar localizar a los brasileños, ya que el checo había sido dado por muerto », relata Susi. Cuando llegó la medianoche se pusieron manos a la obra y se dirigieron hacia el Fitz Roy.

«Entonces empecé a contar en mi mente, con cada número, un impacto: boom, boom, boom»

Empezó entonces una lucha contra la naturaleza que pudo acabar en tragedia: «Estaba en una especie de terraza con mi grupo y hacía mucho viento. Se formó un torbellino y me desequilibré; lo siguiente que noté fue cómo caía ». La distancia desde la que cayó a un lago glaciar es de más de 30 metros: «Lo primero que hice fue agruparme para preparar mi cuerpo contra los golpes. Entonces empecé a contar en mi mente, con cada número, un impacto: boom, boom, boom. Uno de los golpes debió de ser más fuerte y me desplazó. A partir de ahí noté un vacío y solo caía. Desconecté y pensé: ya está, se acabó».

Eran las dos de la madrugada, llovía y la sensación térmica era de -15°C. Susi cayó al agua a 4°C. «Cuando conseguí orientarme empecé a nadar. Entonces hice el primer chequeo: puf, el hombro, el codo, el pie... Pero la urgencia era salir del agua porque tenía un frío horrible». Su cuerpo, magullado por completo, sacó fuerzas de la nada para llegar a la roca, donde con ayuda de sus compañeros logró salir. Susi tenía rotas las costillas, el codo, la clavícula y varias partes de la pierna. «Entre el frío y la morfina estaba anestesiado», recuerda. «Influyen muchas cosas: la forma física o saber caer, pero es un milagro que sobreviviera». Su recuperación fue en el Hospital de Calafate, donde lo primero que hicieron fue drenarle un pulmón lleno de líquido. Allí permaneció dos meses hasta que recibió el visto bueno para volar a España. En Barajas le esperaban sus padres, dos de las personas que más sufrieron con el accidente. «Su hijo por fin estaba en casa, y aunque era el comienzo de un duro camino, lo peor había pasado».

La vida de este español transcurre ahora entre sesiones de rehabilitación, cuatro horas diarias de lunes a viernes. Camina con muletas, tiene el codo dañado y la clavícula aún por operar, pero pese a todo es positivo: «Quiero ser completamente independiente y romper poco a poco las barreras. Mi intención es volver a la Patagonia y hacer algo grande , pero el simple hecho de estar aquí, compartiendo la vida, es un regalo». En la madrugada del 22 de enero se lanzó una moneda al aire y salió plantarle cara a la muerte. Susi estuvo a punto de perder la vida por salvar la de otros, algo que volvería a hacer sin dudar, y sobre lo que reflexiona: «Vivimos en una etapa un poco deshumanizada en la que parece que no queremos hacer frente a los problemas de los demás porque bastante tenemos con los nuestros».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación