Golf
América, entre el sueño y la pesadilla
Solo nueve españoles han tenido la tarjeta del PGA Tour, con suerte dispar
A causa de la pandemia, Jon Rahm llevaba casi dos años sin pasar por España. Tiene establecida su residencia en Estados Unidos desde 2012 y allí desarrolla su actividad golfística con todas las facilidades imaginables. Una situación muy distinta a la que vivieron los pioneros del golf nacional el siglo pasado, cuando les estaba vetado jugar en el PGA Tour. De vez en cuando los Ramón Sota, Manuel Piñero o Manuel Ballesteros obtenían alguna invitación puntual para algún torneo, hasta que el irreductible Severiano consiguió remover los cimientos deportivos internacionales para ser, en 1983, el primero con tarjeta.
Sin embargo, ese hito de hace cuatro décadas no le granjeó más que enemigos al iniciar una de sus guerras entre los circuitos y, en 1985, fue suspendido. Él nunca se planteó asentarse allí, sino que pretendía compaginar los dos tours como se hace hoy en día (los majors y mundiales cuentan en ambos, por lo que con siete u ocho pruebas extra ya se cumple). Seve, como en tantas otras cosas, fue un adelantado a su tiempo y allanó el camino a los demás.
El siguiente en obtener la carta fue Miguel Ángel Martín en 1989, pero renunció pronto a su sueño al no encontrarse a gusto. «Al principio estaba pletórico, pensando que era buenísimo por estar allí, pero el juego no me acompañó y a mitad de temporada decidí volverme a casa. Fue una mala experiencia », recuerda el onubense. Dos años después, Chema Olazábal decidió compaginar ambos tours y lo hizo hasta 2012 con diversas exenciones médicas, Desde 2017 juega en el Champions Tour, pero vive en España. Su gran amigo, Miguel Ángel Jiménez , obtuvo la tarjeta completa en 2002, pero se le hizo muy duro estar 19 semanas compitiendo lejos de Málaga y solo pasó diez cortes. Ahora juega el Champions con base en Dominicana.
En las nuevas generaciones hay de todo. Desde la mala experiencia de Alejandro Cañizares en 2008 (diez cortes en 16 pruebas) a la templada de Fernández-Castaño (tres años en la elite y otros tres en la segunda división). Y la dura de Rafa Cabrera . Se unió al PGA en 2016, hasta que este curso perdió sus derechos. «No lo llamaría una pesadilla. Ha sido un año duro, pero estoy convencido de que volveré a estar entre los mejores . Mis objetivos siguen estando allí», aclara el canario. Está claro que los ejemplos de Sergio García (constante desde 2000) y Rahm (desde 2016), siguen siendo el espejo en el que se miran los soñadores.
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