Carlos Val-Carreres: «La cirugía taurina me ha quitado horas de sueño, pero me ha dado grandes satisfacciones»

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Carlos Val-Carreres Isabel Permuy

Carlos Val-Carreres

Quiero mostrar mi agradecimiento a Vocento y ABC por haber pensado en mi persona para recoger junto al Dr. García Padrós, en nombre de los Cirujanos Taurinos , el premio Taurino ABC en su duodécima edición. Igualmente, mi gratitud a todos ustedes por su asistencia a este acto y la más sincera felicitación a mi admirado José Antonio Morante por el merecido galardón que recibe, correspondiente a la pasada temporada.

Pertenezco a una familia de cirujanos generales con cuatro generaciones de ejercicio profesional en Zaragoza teniendo como una parte de nuestra labor, la asistencia a los heridos en la Plaza de Toros La Misericordia; sucesivamente, a lo largo de más de cien años, todos hemos operado en la enfermería del añejo coso zaragozano.

Personalmente, estoy orgulloso de dos circunstancias que me han hecho fácil la vida; en primer lugar, ser fiel a las enseñanzas de mis padres, y, en segundo, tener la fortuna de formar una familia con mi esposa Mª Pilar Rivera, auténtica alma de la casa. Hemos tenido tres hijos, Carlos, Mª Pilar y Antonio que, dedicados a las Finanzas, la Cirugía y la Abogacía, triunfan en sus profesiones.

El tratamiento de las heridas por asta de toro es un epítome de la Cirugía General que representaron, perfectamente, los cirujanos de la generación anterior a la mía. Buenos conocedores de los distintos territorios anatómicos, de vías de abordaje distintas a las convencionales y de los progresos técnicos, además, hacían ley de los grandes principios quirúrgicos como «Indicar es arte, operar es técnica», de frases elevadas a la categoría de sentencias como la del cirujano galo Léjars, «Si se duda, no es» y, en última instancia, ponderaban el aforismo de Voltaire, «Lo mejor es enemigo de lo bueno», referido a este tipo de cirugía.

Pero hoy, el cirujano, sólo, poco puede solucionar. Ha de contar con un equipo quirúrgico multidisciplinar que pueda hacer frente a cualquier contingencia; quien lo dirija debe responder a cuándo, cómo y dónde debe tratarse un lesionado por asta de toro. Esta circunstancia, afortunadamente, se da en todas las plazas de toros de España.

La Cirugía Taurina me ha quitado horas de sueño pero, también, me ha dado grandes satisfacciones. Señalaré dos: poder ejercer in extenso la Cirugía General y sentirme querido, en particular, por los profesionales del toreo y aficionados heridos y, en general, por el mundo de los toros que siempre me ha mostrado su confianza. A ellos y a los equipos que asisten las enfermerías de las plazas de toros, dedico mi cuota parte de este premio.

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