Borja Jiménez aprueba el examen en Valdemorillo

Sufre una voltereta y corta una oreja al único toro bueno de la corrida de Ana Romero

Borja Jiménez, con el cuarto santacoloma PALOMA AGUILAR

ANDRÉS AMORÓS

Los santacolomas de Ana Romero resultan complicados, suponen un difícil examen para tres jóvenes diestros, que tomaron la alternativa hace unos meses. A Borja Jiménez le toca el único noble y le corta una oreja. Los otros dos matan mal y son silenciados.

Borja Jiménez, de Espartinas, de la escuela de Espartaco padre, posee gran oficio. El primer cárdeno no se entrega: el diestro está muy firme y traga , con valor, en una labor meritoria aunque la prolonga demasiado. (Tiene más mérito hacerlo delante de un toro que de un micrófono, como varios, en los Goya ). La fortuna le sonríe con el cuarto, muy bonito, cárdeno con los cuartos traseros negros, como si saliera de una carbonera. Lo recibe, muy decidido; cita de rodillas, desde el centro. Dándole distancia, el toro embiste con nobleza y Borja logra muletazos largos y templados. Por perderle la cara, en un desplante , se lleva una voltereta (la misma ingenuidad que cometió José Tomás en Granada). Mata entrando recto y corta el único trofeo.

Lama de Góngora ilusionó como novillero por sus formas, tan sevillanas. No puede lucir en el segundo, muy soso y rajado. Se esfuerza en el quinto, serio, con peligro. Solventa la dura papeleta pero la espada es su punto flaco.

Francisco José Espada , de Fuenlabrada, sólo puede hacer alardes de valor en el tercero, que queda corto. Aguanta con voluntad en el último, también deslucido. Mata mal a los dos.

Borja Jiménez progresa adecuadamente . Debe revalidarlo al comienzo de la Feria de Abril.

Postdata. Acierta plenamente el duque de Alba, en ABC, al comparar la afición a los toros con la de cualquier otro arte: «Es como a quien no le gusta la música: le pones la Quinta Sinfonía de Beethoven y sólo aprecia ruido... Para apreciar los toros, hay que saber y sentirlo». A nadie se le puede imponer una afición pero el que no sepa valorarlo, él se lo pierde. Y el sectarismo ideológico supone la peor venda, que impide disfrutar con la belleza de cualquier arte.

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