'Cristo está en Tinder', el teatro como bumerán
Crítica de teatro
El escritor hispanoargentino Rodrigo García ha creado un poema visual donde la narración dramática, los estados de ánimo de los personajes, se evocan plásticamente
Rodrigo García: «Intento en mi teatro ser la persona más despreciable del mundo»
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Crítica de teatro
'Cristo está en Tinder'
- Texto, dirección y espacio escénico Rodrigo García
- Iluminación Carlos Marqueríe
- Realización audiovisual Daniel Iturbe
- Edición y montaje audiovisual Arturo Iturbe
- Música y espacio sonoro Javier Pedreira
- Intérpretes Elisa Forcano. Selam Ortega, Javier Pedreira y Carlos Pulpón
- Lugar Teatro de La Abadía, Madrid
El teatro de Rodrigo García siempre supone un desafío, le gusta moverse más allá de las leyes de la gravedad del gusto normalizado, explorar la convulsión en el patio de butacas, lo abiertamente intolerable. Como un bumerán, 'Cristo está en Tinder', su nueva ... obra , se vuelve contra sí misma, contra el estado mental que critica, contra su creador y contra el público mismo.
En ella el escritor hispanoargentino ha creado un poema visual donde la narración dramática, los estados de ánimo de los personajes, se evocan plásticamente. Recurriendo a la 'performance', a la danza, a la instalación conceptual, a la estética pop o a la ciencia ficción (de la que da muestra la inclusión del perro Tito, un robot), en ella no faltan ni el humorismo de la vanguardia ni la crítica a un sistema en el que las relaciones humanas, en un mundo regido por la tecnología, tienen la misma naturaleza que una página de citas.
No es extraño, por eso, que la voz natural sea sustituida por el 'playback' y que las experiencias se conviertan, en muchos casos, en unas alocadas secuencias de vídeo que se relacionan con las telenovelas argentinas de la infancia de Rodrigo García. Pero hay algo más: la búsqueda y el descubrimiento del cuerpo del otro como ese lugar precario donde todavía es posible sentir el antiguo impulso de lo sagrado, simbolizado en esa secuencia bellísima donde Elisa Forcano y Carlos Pulpón, desnudos, llevan a cabo un combate en el que la violencia es una forma de erotismo.
En 'Cristo está en Tinder' se van sucediendo dos líneas de relato: ´Palabras ajenas' y 'Cuerpos ajenos'. En la primera prima el texto, en la segunda la palabra ya no es necesaria porque el escenario se llena de la corporeidad de la imagen. Crea en ambos casos sistemas abiertos, procesos que buscan crear más que una narración, el efecto (el impulso nervioso) en el espectador. Durante dos horas los espectadores son provocados, desafiados e incluso saturados por esta montaña rusa de vértigos. Todo ello ambientado musicalmente por la guitarra eléctrica de Javier Pedreira, que crea un espacio sonoro realmente sublime.
No conviene perder de vista que en esta obra Rodrigo García busca ampliar el horizonte de su teatro hacia la mayor presencia de la imagen, acudiendo por ello a la utilización de recursos del teatro de los años 60 y 70. Es cierto que, a veces, se lleva a cabo en un plano demasiado abstracto y demasiado demorado, pero, pagado este precio, esta nueva gamberrada escénica nos sitúa ante una nueva posición, si cabe, más nihilista: frente a la sobreexposición de la intimidad en el mundo de hoy, el teatro deja de ser un acto comunicativo y se convierte en un cortocircuito.
Tal es la envergadura de su desprecio que al final el público solo puede aplaudir al perro Tito, ese robot que parece salido de la mente de Phllip K. Dick. Lo cierto es que este puñado de imágenes no dejan de interrogarnos y perseguirnos durante días, no puede haber mayor elogio.
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