Rodrigo García: «Intento en mi teatro ser la persona más despreciable del mundo»

El creador de origen argentino presenta su nuevo trabajo, 'Cristo está en Tinder', en el Teatro de La Abadía

Las genialidades de Borges y Goya, por Rodrigo García y La Carnicería Teatro

Una escena de la obra Teatro de La Abadía
Julio Bravo

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Reconoce Rodrigo García que no sabe explicar por qué ha titulado a su nueva obra 'Cristo está en Tinder'. «No hace falta, tampoco; Cristo no aparece en la pieza», dice este creador de origen argentino, una figura absolutamente heterodoxa en la escena española, con una larga lista de fieles incondicionales, y admirado también en el panorama de los festivales europeos. En cualquier caso, una referencia indiscutible.

Por eso Juan Mayorga, que se confiesa influido en su escritura por el trabajo de García, quiso contar con él para esta primera temporada suya al frente del Teatro de La Abadía. En él va a presentar, del 25 de mayo al 11 de junio, 'Cristo está en Tinder', una pieza en la que vuelca su «incomodidad» por las redes sociales y esta nueva forma de comunicarse. «No participo en ella; la acepto, pero no me gusta y me asombra», dice el creador.

Una imagen, la de una moto embarrada con una persona igualmente llena de barro, fue el punto de partida para este trabajo, en el que Rodrigo no ha trabajado con los actores con que lo hace habitualmente, sino que ha contado con cuatro intérpretes jóvenes: Elisa Forcano, Selma Ortega, Javier Pedreira y Carlos Pulpón. Lo ha hecho, cuenta, «porque quería llegar más frágil al trabajo, y es más fácil con personas a las que no se conoce. Quería que fueran también de una generación distinta a la mía -nació en 1964- y quería hacer cosas gamberras y al límite; no me preocupaba hacer el ridículo».

'Cristo está en Tinder' es un espectáculo en el que Rodrigo García ha utilizado el movimiento más que en otros trabajos suyos, pero comparte con alguno de ellos la apariencia de instalación artística; aunque no tanto, añade, como en 'PS/WAM', una pieza que presentó en las Naves del Español, en Matadero. «Intento que mis obras de teatro no parezcan una obra de teatro, pero ahí me pasé tres pueblos y me fue muy mal; apenas salió gira».

También en su crítica a las redes sociales reconoce que puede haberse pasado. «La banalidad siempre ha existido. Cada uno es libre de usar su tiempo como quiere, no quiero demonizar las redes». Este trabajo, añade, presenta una mayor distancia con el espectador, y es que «parto del desprecio a la sociedad».

Sus palabras suenan a cierto deseo de provocar, y Rodrigo García lo reconoce. «Trato en mi teatro de ser la persona más despreciable del mundo y que el público vea el discurso más despreciable del mundo. Pero las ideas que se ven en el escenario no son necesariamente mis ideas. Me gusta esta especie de maldad infantil, pero es un recurso literario. La incorrección es una especie de súplica alentando el libre pensamiento. Me asombra que se pierda la capacidad de pensamiento individual. Hay que decir: ¡Basta de adoctrinamientos! Se puede esperar de la derecha, pero cuando lo hace la izquierda, los tuyos, supone una decepción».

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