El teatro de Unamuno: «audaz, sintético hasta la desnudez, abierto radicalmente a la experimentación»
Alberto Conejero presenta en el Teatro Fernán Gómez la «versión libérrima o reescritura» que ha hecho de «El otro»
El mexicano Mauricio García Lozano dirige el montaje, creado por la compañía extremeña El Desván
«Cuando regresé del viaje, Cosme, mi marido, no parecía el mismo. Le pregunté qué ocurría. No dijo nada. No me dijo nada entonces. Pero desde ese día no volvimos a dormir. Está encerrado en nuestro cuarto. No me deja entrar. No me deja dormir con él . Me dice que no quiere que le espíe mientras sueña. Cuando le llamo por su nombre me dice «No, sino el Otro». Y yo tengo miedo porque algo dentro del pecho me dice que algo terrible ha ocurrido o ha ocurrido dentro de él, no sé, ya no sé, no sé lo que pienso, no sé lo que digo, no sé bien por qué escribo lo que escribo».
Son palabras de Laura, uno de los personajes de « El otro », en la «reescritura o versión libérrima» –así la define él– que Alberto Conejero ha hecho de uno de los textos teatrales de Miguel de Unamuno . «El otro» llega al Teatro Fernán Gómez en una producción de la compañía extremeña El Desván, que presenta la obra casi como un thriller. La dirección es del mexicano Mauricio García Lozano , y el reparto incluye a Celia Bermejo, Domingo Cruz, Carolina Lapausa, José Vicente Moirón y Silvia Marty.
«El otro» se estrenó el 14 de diciembre de 1932 (aunque fue escrita seis años antes) con Margarita Xirgu al frente del elenco. «Basado en las normas clásicas, pudiera decirse, como del «Edipo», que la conciencia tiene aquí categoría de protagonista -escribió el crítico de ABC a propósito del estreno-. Todo gira a sus impulsos y, con fuerzas contradictorias, en una especie de desdoblamiento de lo consciente y de lo subconsciente , que se contrasta en su dualismo con intensa energía vital. Don Miguel de Unamuno nos muestra estos combates del espíritu en una desesperada lucha, que llega a trasponer las fronteras de la razón, confundidos la realidad y el delirio, en el alucinado personaje que es centro de la obra y encarnación humana del mito de Caín y Abel, en que ha fundado su obra D. Miguel de Unamuno».
Y es que la identidad, la otredad , son la base de esta pieza que Conejero ha trasladado a los años posteriores a nuestra guerra civil -el telón se abre y suena la voz del NODO que habla de la campaña alemana en Polonia y de la construcción del Valle de los Caídos-. Se subraya así, explica Domingo Cruz , productor además de uno de los intérpretes, el enfrentamiento entre los dos hermanos que presenta la obra. «El texto, que necesitaba una revisión, está llena de metáforas; la casa, evidentemente, lo es de España y los dos hermanos son los dos bandos».
La faceta dramática de Unamuno es menos conocida que otros rostros de su creación, y sus obras apenas son ya representadas: «el teatro de Unamuno -dice Alberto Conejero a propósito de «El otro»- quiso acercar la escena española a las vanguardias europeas. Se trata de un teatro audaz, sintético hasta la desnudez, abierto radicalmente a la experimentación , y que presenta un nuevo paradigma del personaje dramático. No encontramos ya el intento ilusionista de construir el trasunto de una «persona real» sino la asunción plena de la naturaleza poética / ficcional del personaje. El dramaturgo presenta una voz que ocupa un lugar indeterminado entre el actor y la ficción».
Las obras teatrales de Unamuno, sigue Conejero, exigen un esfuerzo intelectual por parte de los espectadores. «Es un teatro que necesita de una escucha activa, cómplice, de una voluntad de misterio». Pero eso no quiere decir que sea un teatro irrepresentable o «demasiado literario», como se le ha acusado a menudo. «En el caso que nos ocupa -concluye-, «El otro», no es literatura dramática sino teatro. No es para ser leído sino para ser representado».
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