Stephen Sondheim, la cara del teatro musical del siglo XX
El compositor y letrista está tras algunas de las obras musicales más aclamadas de las últimas décadas
Si visita Nueva York, a medio camino entre Broadway y la 6ª Avenida, encontrará el teatro «Stephen Sondheim». El edificio, que desde su apertura en 1918 ha dado cobijo en su escenario a un centenar de obras musicales, se rebautizó en el año 2010 con el nombre de uno de los compositores y letristas más aclamados del siglo XX.
La rotundidad del trabajo de Stephen Sondheim es indiscutible. Aunque para el espectador patrio su nombre pueda sonar más lejano, en Estados Unidos es un referente. Y es que, a sus 89 años de edad, el compositor continúa desarrollando una prolífica carrera que hacen de su obra un conjunto artístico venerado por muchos. El anuncio de la adaptación cinematográfica de su musical «Merrily we roll along» , de la mano del director Richard Linklater , ha hecho que su nombre cope los titulares. La película, que se rodará durante el periodo de 20 años y estará protagonizada por Beanie Feldstein ( «Superempollonas» ) y Ben Platt («Dando la nota»), no es la primera inclusión en el cine de Sondheim.
Es él la brillante mente tras las letras de «West Side Story» y quien se esconde en los fantásticos libretos musicales de «Into the Woods» o «Sweeney Tood». Pero reducir a Stephen Sondheim a sus adaptaciones cinematográficas es casi un sacrilegio. El compositor es el creador de otros títulos admirados por crítica y público como «Follies», «Company» o «Sunday in the Park with George». El actor y también compositor y letrista Lin Manuel Miranda , responsable del exitoso musical «Hamilton», ensalzaba al compositor durante una entrevista que él mismo le realizó en «The New York Times»: «Hoy en día hablamos de su trabajo como comentamos la obra de Shakespeare, Dickens o Picasso , maestros en un campo, invisibles dentro de su propio trabajo, pero que a la vez que se hacen notar por todos los lugares».
Desoladora infancia
Sondheim nació en Nueva York en 1930 y tuvo una infancia desoladora. Tras el abandono de su padre, el ahora compositor quedó a cargo de su madre, una infeliz mujer que no tenía apego por su propio hijo . Cuentan que una vez, en una carta que le escribió su madre, esta confesó que su único arrepentimiento era «haberlo dado a luz». Cuando murió, Sonheim no acudió a su entierro.
Pero, en medio de su turbulenta niñez, el artista conoció a una persona que, literalmente, revolucionó su vida. Oscar Hammerstein II , padre de uno de sus amigos, fue el escritor de libretos musicales que cambiaron la manera de concebir estos. «Oklahoma!» o «Carousel», fueron determinantes para transformar el paradigma y concebir un escenario en el que las canciones incluidas en las historias no solo servían para desarrollar el argumento de estas, sino también para aportar redondez y otros matices a los personajes. Así que cuando Oscar Hammerstein II se convirtió en el mentor de un joven Stephen Sondheim, el compositor puso la primera piedra para consolidarse en la gran figura que es a día de hoy.
Con solo 27 años consiguió el primer gran éxito de su carrera: escribir las letras de «West Side Story». Dos años después hizo lo propio con «Gypsy», una de sus producciones más aclamadas y que, aunque ya cuenta con dos adaptaciones cinematográficas –una de 1962 y otra de 1993– ahora tendrá una nueva adaptación escrita y dirigida por Amy Sherman-Palladino (creadora de las series «Las Chicas Gilmore» y «La maravillosa Sra. Maisel» ) y que se rumorea que tendrá a Barbra Streisand como protagonista.
Prolífica carrera
Sondheim aúna ocho premios Tony –más que ningún otro compositor–, ocho Grammys, un Oscar (con la canción «Sooner or Later», interpretada por Madonna ), e incluso un premio Pulitzer por «Sunday in the Park with George», un musical inspirado en el cuadro puntillista de Georges Seurat «Un domingo por la tarde en la isla de la Grande Jatte».
Su obra es increíblemente diversa. Él mismo ha mostrado rechazo al «encasillamiento temático» en infinidad de entrevistas y ha abogado siempre por la variedad en sus obras. Por ello, al revisar su trabajo, podemos encontrar un musical ambientado en un foro romano, «A Funny Thing happened on the way to the Forum»; otro basado en cuentos infantiles clásicos, «Into the Woods» ; uno que cuenta las desventuras amorosas de un soltero a punto de cumplir los 35 años, «Company»; o una obra en la que indaga en la parte más tétrica del ser humano, «Sweeney Tood».
Lo que sí une su trabajo es el afán de ir más allá con sus historias. Explicaba el crítico teatral Dominic Cavendish en «The Telegraph» que las obras de Sondheim no se reducen a «un chico conoce a una chica». «Con musicales como "A Little Night Music", "Follies" o "Sweeney Todd", Sondheim aborda una de las grandes preguntas: quiénes somos y cómo lidiamos con el hecho de estar vivos », comentaba el periodista.
«Escribe lo que sientes» fue el consejo que le dio Oscar Hammerstein II a Sondheim y la máxima que ha seguido a lo largo de su vida. Gracias a ello, el compositor deja tras de sí algunas de las canciones más bellas, arrolladoras e imprescindible de la historia del teatro musical. Gracias a «escribir como sentía», tenemos la suerte de poder disfrutar de desgarradoras canciones como «Being Alive» o «Losing my mind»; composiciones redondas como esa apertura de «Into the Woods» o la oda al proceso creativo que supone «Finishing the hat»; o divertidísimas composiciones como «Agony», «Getting Marry Today» o «The Worst Pies in London».
Stephen Sondheim es una institución. La prueba fehaciente de que no solo hace falta talento, también esfuerzo y mucha pasión. Todavía sigue trabajando. Hace unos meses estrenó en el West End londinense una nueva adaptación de «Company» en la que cambiaba el género del protagonista: el rompecorazones Bobby pasaba a ser la rompecorazones Bobbie . Hace un tiempo se anunció que el compositor trabajaba junto al dramaturgo David Ives en un musical que adaptaría dos clásicos de Buñuel : «El ángel exterminador» y «Discreto encanto de la burguesía». Nosotros tan solo podemos cruzar los dedos y esperar a poder disfrutar de esa futura obra, una que estará escrita desde «donde se siente».
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