CRÍTICA DE TEATRO MUSICAL
«West Side Story»: respetuoso con el original
El teatro Calderón presenta una nueva producción de la obra maestra de Leonard Bernstein
No es exagerado decir que « West Side Story » es uno de los grandes títulos de la historia del teatro musical. Reúne todos los ingredientes para ello: una historia atractiva (está detrás la sombra de Shakespeare , toda una garantía), una partitura inspirada y brillante del joven Leonard Bernstein y unas coreografías (las que creó Jerome Robbins para el montaje original y la película son ya tan obligatorias de seguir como el libro o la misma música) dinámicas y magnéticas. Es una obra redonda en todos los sentidos.
Los autores de «West Side Story» trasladaron la guerra familiar de « Romeo y Julieta » al Nueva York de los años cincuenta, y lo convirtieron en una guerra interracial, con dos pandillas de jóvenes marginales, una puertorriqueña y una estadounidense, peleando por el poder de las calles. Allí surge el amor entre María y Tony, sus protagonistas, el centro sobre el que gira el eje de la historia. La música de Bernstein envuelve con una admirable teatralidad la historia, y en la partitura hay canciones tan bellas e inspiradas como « María », « Tonight », « Somewhere » o « América » (ésta la cantan, como en la función original, solo las chicas), convertidas en clásicos como la propia obra.
El centenario del nacimiento de Bernstein, que se celebra este año, es una excusa como otra cualquiera para poner de nuevo en escena «West Side Story», que vio la luz en Broadway en 1957 y que cuatro años saltaría al cine, en una película coronada con diez Oscars y, sobre todo, por la aceptación popular. Som Produce , responsable de montajes como «Sonrisas y lágrimas» o «Billy Elliot», presenta un montaje que, si hubiera que resumir en pocas palabras, es respetuoso, cuidadoso y más que digno: es un buen espectáculo, a la altura del propio título. Es de destacar el aprovechamiento del exiguo escenario del teatro Calderón; ni la evocadora escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda ni la puesta en escena de Federico Barrios resultan agobiantes.
El director, con el material original de Robbins y la complicidad de una compañía entregada, consigue que el montaje tenga dinamismo y las coreografías vuelen contagiosas al son de la música correctamente dirigida por Gaby Goldman . No consigue el mismo efecto en el plano actoral, donde el montaje baja muchos enteros; a los personajes y a la historia les falta profundidad, y el ritmo de la función se resiente. De los intérpretes, destaca por encima de todos Silvia Álvarez (Anita), que tiene el desgarro y la sensualidad necesarios para su personaje; Talía del Val , con personalidad musical y actoral; y Víctor González .
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