Molière y Flotats, más allá de la mascarilla

El actor y director catalán rinde homenaje al «patrón» en su primera incursión en la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Lola Baldrich y Josep Maria Flotats, en una escena de «El enfermo imaginario» Sergio Parra
Julio Bravo

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Con mascarillas o sin ellas , y más allá de polémicas y absolutamente legítimas reivindicaciones de los intérpretes, Molière se ha plantado en el escenario del Teatro de la Comedia , sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico . Y lo ha hecho de la mano de uno de sus mejores embajadores, Josep Maria Flotats -director y protagonistas del espectáculo-, y con una de sus obras más conocidas: «El enfermo imaginario». Mauro Armiño , colaborador habitual de Flotats, ha realizado la traducción del texto, y el reparto incluye además a Anabel Alonso, Belén Landaluce, Lola Baldrich, Alejandro Sigüenza, Rubén de Eguía, Eleazar Ortiz, Francisco Dávila, Joaquín Notario, Bruno Ciordia, Arturo Martínez Vázquez y los niños Belinda Benedetti, Claudia Quintana, Ana López Díez y Laura López Díez, que se alternan en el personaje de Luisita. Dos ilustrísimos veteranos de la escena internacional, Ezio Frigerio y Franca Squarciapino , firman respectivamente la escenografía y el vestuario; el equipo técnico se completa con la iluminación de Paco Ariza y la música de Daniel Espasa .

«El enfermo imaginario» se estrenó en el Teatro del Palacio Real de París el 10 de febrero de 1673, protagonizada por su propio autor. Siete días más tarde, Molière moría. Escribe Armiño: «Horas después de que, el 17 de febrero de 1673, en la cuarta función de « El enfermo imaginario » sufriese sobre el escenario una ruptura de aneurisma, -eso cuenta una leyenda nacida bastantes años después- Molière fallecía en su casa hacia las diez de la noche, de resultas de la «fluxión» de pecho -léase fuerte constipado evolucionado a neumonía- causante de esa ruptura».

La muerte de Molière -su nombre verdadero era Jean-Baptiste Poquelin - tuvo varias consecuencias. Por un lado, el nacimiento del gafe del color amarillo en la escena (un asunto sobre el que habría mucho que hablar, porque al parecer el autor no iba vestido de ese color) y, lo que es verdaderamente importante, la creación de la Comèdie Françáise en 1680, que unió a tres compañías teatrales parisinas, entre ellas la de Molière, columna vertebral de la institución desde entonces.

«Los actores de la Comédie Française -dice Josep Maria Flotats, que entró en la institución en 1981- llamamos a Molière patrón, y al Teatro de la Comédie la Maison de Molière . Y cada día, los actores y actrices, al entrar en esa Casa de Molière, saludamos al magnífico busto que en el vestíbulo hay del comediógrafo pellizcándole la nariz y diciendo: Bonjour, patron. Huelga decir que, con los siglos, a Molière le brilla la nariz».

No es extraño por tanto que Flotats decidiera apostar por el dramaturgo francés cuando Helena Pimenta , antigua directora de la CNTC, le invitara a trabajar con ellos. Más cuando en 2022 se celebrará el cuarto centenario de su nacimiento, y Flotats no sabía si ese año tendría a su disposición un teatro público, como él mismo dice.

«El enfermo imaginario» es un título conocido, pero no representado en la misma medida. «Ni mi idea ni mi voluntad eran hacer una deconstrucción de la obra -explica Flotats-, sino, a falta de referencias significativas y recientes, contemplarla desde el origen de los cánones escénicos de su época, huyendo, por supuesto, de toda reproducción realista o histórica».

Asegura el director y actor catalán que en la obra, «Molière descubrió una faceta del ser humano que no se limita a su tiempo, sino que ha ido aumentando hasta llegarnos convertida en una pandemia universal : la de quienes, para remediar frustraciones y fracasos personales, sufren o creen sufrir enfermedades que no son otra cosa que fruto del descontento ante unos deseos y proyectos de vida insatisfechos; de ahí las contrariedades ante los menores hechos que provocan una desazón constante e inquietante; de ahí también la depresión que afecta a miles de personas ante cualquier suceso adverso, por mínimo que sea; y de ahí que se busque como solución mágica la cura de sus desilusiones en la medicina y el remedio en las pastillas».

Concluye Flotats con un dato que apuntala la oportunidad de presentar aquí y ahora este texto de más de doscientos cincuenta años de antigüedad: « España ocupa el segundo lugar en el consumo mundial de medicamentos y el primero en el de ansiolíticos , que, entre los jóvenes se ha multiplicado de forma alarmante durante la última década, según las estadísticas».

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