ENTREVISTA
«Es una pena que no podamos estrenar en el Festival de Almagro "El enfermo imaginario"»
La pandemia ha impedido a Lola Baldrich y sus compañeros de función estar en julio en este festival
«El teatro es algo casi sagrado para mí, es como una religión», afirma la actriz toledana
La actriz toledana Lola Baldrich no podrá estrenar hasta otoño «El enfermo imaginario», la obra de Molière que se iba a presentar este verano en el Festival de Almagro bajo la dirección de Josep María Flotats. Se muestra preocupada por el futuro de la escena tras la grave crisis que se está viviendo por el coronavirus, pero sigue ensayando y esperando que, cuanto antes, las salas de toda España vuelvan a llenarse de público. Tras más de 30 años subida a las tablas y disfrutando del éxito en series de televisión como la mítica «Médico de Familia», desde siempre ha estado volcada en el teatro, ahora dentro de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), donde ha participado en montajes como «La dama duende», dirigida por José Luis Alonso de Santos , «El banquete» o «El castigo sin venganza», ambas con dirección de Helena Pimenta. Tenía pensado estrenar este verano en Almagro y no ha podido ser. El Teatro de la Comedia la espera en noviembre.
¿Por qué se ha caído del cartel del Festival de Almagro «El Enfermo Imaginario?
El Festival se ha visto obligado a reducir sus fechas y también se ha reducido la plantilla para que no se juntara demasiada gente en el escenario entre técnicos, actores y todo lo que conlleva una función de estas características. Y este espectáculo, dirigido por José María Flotats, era bastante ambicioso. Nos han dejado para estrenar la obra el próximo otoño en el Teatro de la Comedia, en Madrid, pero teníamos la ilusión de poder estar en Almagro y es una pena no cumplirla.
¿Cuándo tenían previsto estrenar? ¿Les pilló el estado de alarma ensayando?
Nos quedamos a dos semanas de estrenar esta produccción. Teníamos que haberlo hecho el 25 de marzo en el Teatro de la Comedia, que es la sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Fue una pena. Nos quedamos con las escenografías y todo colgado y nos fuimos a casa por el confinamiento, como todo el mundo, como gran parte del planeta. Se ha tenido que reestructurar todo el proyecto y lo han aplazado hasta el mes de noviembre.
¿Cómo ve el futuro de la escena? ¿Le preocupa?
El futuro de la escena es peliagudo en el sentido de que el teatro se hace para convocar a gente y ahora mismo eso es un problema. No sabemos cómo vamos a poder sentarnos en una sala de teatro teniendo que dejar dos butacas de por medio para mantener esa distancia de seguridad; la verdad es que no lo sé, es un tema más de salud y de lo que decida la política y la ciencia, pero espero que 2021 sea un año relativamente normal para nosotros y que se sigan haciendo producciones a pesar del palo recibido económico que está sufriendo este sector.
Sin parar de trabajar
¿Cómo y cuándo comenzó en el mundo de la actuación?
De adolescente me entró algo por dentro que no sé explicar. Cuando se lo comenté a mis padres me dijeron que tenían un amigo, que había sido profesor de Medicina de mi padre, cuyo hijo, Luis d´Ors, estaba estudiando en la Escuela de Teatro de Madrid. Fui, hice las pruebas y me admitieron. Estudié allí durante tres años y al finalizar el último curso me cogieron para unas pruebas del grupo musical «Objetivo Birmania». Todo eso duró un año y me di cuenta de que me estaba desviando de mi camino inicial que era ser actriz. Entonces me salió una serie en Argentina, «El oro y el barro», y me lancé. Luego regresé a España y no he parado de trabajar. He hecho muchas cosas, no me puedo quejar, la verdad, tanto en televisión como en teatro, que han sido los medios en los que más me he movido.
¿Guarda un recuerdo especial de algún papel que haya realizado?
¡Muchos! Guardo especial cariño a una función de hace años, «Tres sombreros de copa», en la que yo tenía el papel protagonista, una obra de Miguel Mihura y Álvaro de la Iglesia. Parecía un papel escrito para mí, al que no me costaba mucho llegar sino que fluía en mí de manera natural. Me pasó igual hace un par de años con otra función titulada «Addio del passato», de Julio Bravo, una obra que dirigió Blanca Oteyza y que era una adaptación de «La Traviata» y «La dama de las camelias». Es uno de los papeles que recuerdo con más emoción. Me pasó otra vez lo mismo; no necesitaba llegar a lugares muy distintos a mí para filtrar esas emociones.
Usted participó en la mítica serie de Emilio Aragón «Médico de familia», que marcó récords de audiencia en Telecinco en los años 90. ¿Qué recuerda de aquellos días?
Fueron años divertidos e intensos, una larga temporada de trabajo duro, pero estoy orgullosa de haber participado en una de las series que cambió la ficción española. Es un orgullo para mí haber estado ahí. También guardo buen recuerdo de «El Internado» y «Compañeros», que pegaron mucho en su momento.
Su pasión, sin embargo, siempre ha sido el teatro, ¿qué significa para usted?
Para mí el teatro es la madre de todas las artes interpretativas; estar en un escenario y decir las palabras de los grandes, desde Lope de Vega a Calderón o Shakespeare o dramaturgos actuales, es impresionante, es como ser el espejo de las pasiones del ser humano a través de todos los tiempos. Creo que no hay otra cosa más interesante, y en la que tu dominas los tiempos, los silencios, la mirada de tu compañero, el aliento del público, el pulso la atmósfera y la energía, que en el teatro. Para mí es algo casi sagrado, un poco como una religión en la que las tablas son un templo y en donde la voz, por ejemplo, es algo casi tan importante o más que el cuerpo; toma una presencia imprescindible y te hace sentir importante. Yo en la vida, a veces me siento torpe, pero el escenario lo controlo mejor que mi casa: me hace ser mejor.
¿Volverá pronto a actuar en Toledo?
Ese es mi deseo. Toledo es mi ciudad y es un maravilloso escenario viviente. Seguro que estaremos allí en cuanto sea posible.