José Sanchis Sinisterra: «En cuanto me descuido, me sale el humor fallero»

El dramaturgo estrena en el Teatro del Barrio 'Vitalicios', sobre un futuro distópico sin Ministerio de Cultura

Marta de Frutos, Santiago Nogués y Magdalena Broto, en una escena de 'Vitalicios' Teatro del Barrio
Julio Bravo

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Un cuartucho en el subsuelo de la Vicepresidencia Cuarta, de Recortes Sociales, habitado por tres funcionarios, es el escenario en el que de desarrolla ' Vitalicios ', una obra escrita y dirigida (esta última labor junto a Eva Redondo) por José Sanchis Sinisterra . Se trata, como reza el subtítulo, de un 'sainete negro', como dice el autor, que a sus 81 años mantiene una lúcida actividad, y que ríe pícaro cuando apunta que la obra tiene «humor demasiado negro, probablemente». La función, que interpretan Magdalena Broto , Marta de Frutos y Santiago Nogués , se presenta en el Teatro del Barrio entre el 11 y el 28 de mayo.

Sanchis Sinisterra escribió 'Vitalicios' hace ya doce años, «cuando los recortes eran la ley universal de la economía europea y de la española en particular», relata. El germen del texto está en Argentina, donde al autor le hablaron de unos premios vitalicios que daba la Municipalidad de Buenos Aires para artistas. «Me pareció una idea al tiempo fantástica e inquietante», continúa; pero se quedó ahí, y cuando vio «lo que estaba ocurriendo con la cultura en general y con las artes en particular, pensé que era el momento de utilizar esa semilla como germen de una obra».

Desde el primer momento pensó en entintarla de humor negro. «No puedo evitar esa faceta -se disculpa-; en cuanto me descuido, me sale el humor fallero, el humor como herramienta intelectual para poder llegar un poco más allá de la pura realidad, del documentalismo».

José Sanchis Sinisterra Isabel Permuy

En 'Vitalicios', Sanchis crea un hipotético futuro en donde ya no hay Ministerio de Cultura -la cultura está ocupada en asuntos como las fiestas patronales- «y en el que se ha creado -cuenta el propio autor- un departamento de asuntos sublegales para promover toda clase de recortes y para salvar las arcas del Estado del Bienestar. Es una situación que puede parecer fantástica, distópica, pero que tiene ahora muchos visos de realidad. Me estoy temiendo en qué medida, como consecuencia de la resaca de la horrorosa guerra de Ucrania y sus implicaciones energéticas, volveremos a una especie de pandemia económica recesiva, a una recesión. Esos son los curiosos avatares de la Historia, que se enrosca sobre sí misma y devuelve a una cierta realidad a cosas que nacen en un contexto determinado».

« La Historia no es lineal -continúa el dramaturgo-, es serpenteante, con avances y retrocesos, y se da la circunstancia de que, en estos momentos, seguramente se están ya planteando qué alegrías recortarnos».

Las crisis siempre producen víctimas, y la cultura está siempre en primera línea. «No me gusta generalizar. pero nadie puede negar que cuando, en una sociedad capitalista como la nuestra, predominan los criterios financieros y económicos, se considera que la cultura es un adornito, secundario en muchos casos. Se habla ahora de invertir en educación, pero se refieren a educación tecnológica y actualización de procedimientos, pero no de la pintura, ni de la poesía, ni del teatro ni de la literatura. Eso parece que es como una especie de remanente que genera la sociedad en momentos de de satisfacción y de complacencia, o en grupos sociales que pueden permitirse ese lujo. Sí creo que la cultura siempre ha tenido una fragilidad constitutiva, y eso es lo que la hace de alguna manera necesaria. Y repito, más que la cultura, o además de la cultura en términos generales, el arte. ¿Qué importa que haya buenos cuadros o malos cuadros? ¿Buena música o mala música? Mientras funcione el mercado, santas pascuas...»

Dice Sanchis Sinisterra, arqueando una sonrisa, que «me habría suicidado hace tiempo si no pensara que todos los que recibimos esa 'llamada del arte' como se decía antes... Bueno, es una patología, es un modo de estar en el mundo que no podemos rehuir . No podemos. Es una adicción también. Siempre una dialéctica probablemente perversa del poder y el arte, pero el arte renacerá bajo formas distintas, clandestinamente, disfrazado de otra cosa. Es una necesidad humana. El evolucionismo lo fundamenta bastante».

En el futuro que imagina el dramaturgo, no existe el Ministerio de Cultura. ¿Es partidario de que exista? «Sí. Por dos razones. La primera, por un motivo simbólico; para que la población y los poderes fácticos admitan que la cultura es un ingrediente necesario de la convivencia, del progreso y el cambio humanos y, por lo tanto, de la vitalidad. Pero además, sobre todo en determinadas sociedades y en determinados niveles económicos y sociales, el tiempo libre está ganando terreno. ¿En qué se va a gastar el tiempo libre? ¿En comprar, comprar, y comprar, en consumir y consumir, en hacer deportes o galas de Eurovisión? Ahí existe una posibilidad de que el ser humano preserve valores , principios, aspiraciones, sueños, deseos... en ese terreno 'inofensivo' del arte; que no lo será tanto cuando todos los poderes dictatoriales desde la antigüedad han intentado someterlo o destruirlo, cancelarlo. O sea, que tan inofensivo no es...»

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